Opinión

¿A dónde vamos?

Por:Efraín Mendoza Zaragoza

PARA DESTACAR: Hoy el optimismo anda de vacaciones. En tanto encontramos otra forma de medir la realidad, tendremos que recurrir a los números, como la letanía de una tragedia labrada con paciencia. ¿A dónde vamos si de cada 100, 77 personas no nos parecen dignas de confianza?

La ciudad de Querétaro fue sede del octavo encuentro nacional del magisterio disidente. Pese a las golpizas que han recibido, los profesores se muestran fuertes y dispuestos a resistir. Atendí una invitación y noté las ausencias de la profesora Rosa María Córdova y la del profesor Sergio Jerónimo Sánchez, que perdieron sus empleos tras las protestas del primero de mayo.

Viven los maestros una agresión de Estado en un contexto preñado de señales ominosas. Sirve este marco para tomarle el pulso a la sociedad mexicana, gobernada por depredadores. Esta es una interpelación para todos los mexicanos vinculados con la educación. Todos los indicadores apuntalan el fracaso en todos los órdenes y la destrucción de la educación pública es un auténtico poema criminal. Se percibe un país en el extravío de la depresión. Una sociedad sin salidas. En el fondo del barranco… como una pesada piedra en el fondo del barranco. Hoy el optimismo anda de vacaciones. En tanto encontramos otra forma de medir la realidad, tendremos que recurrir a los números, como la letanía de una tragedia labrada con paciencia.

¿A dónde vamos con un país donde 4 millones de niños no son cuidados por sus padres, precisamente en la etapa que más los necesitan? ¿A dónde vamos con un país donde cada año 6 mil nuevos recién nacidos estrenan madres cuyas edades oscilan entre los 10 y los 14 años de edad? Entre 2000 y 2012, 5 millones de niños son hijos de adolescentes.

¿A dónde vamos con un estado como Querétaro donde 31 por ciento de los niños admite haber recibido algún ofrecimiento para consumir drogas? ¿Y a dónde cuando 76 de cada 100 niños no se sienten seguros en la calle?

¿A dónde vamos cuando en el subcontinente latinoamericano más de 2 millones de menores tienen a sus padres en la cárcel?  ¿A dónde vamos con un país donde ingresan a alguna licenciatura en la Universidad Nacional sólo 9 de cada 100 que presentan examen de admisión?  ¿A dónde vamos con un país donde el 75 por ciento de jóvenes y adolescentes apuestan por la individualidad y sólo 25 por ciento cree en el trabajo en equipo?

¿A dónde vamos cuando en el subcontinente latinoamericano 20 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años no estudian ni trabajan? De ellos, un tercio son mexicanos.  ¿A dónde vamos con un país cuya sociedad usa las redes sociales para el odio y el insulto? Dice el Conapred que 35 mil mexicanos al día escriben mensajes de odio a sus conciudadanos.

¿A dónde vamos con un país donde 70 de cada 100 trabajadores mexicanos sienten estar trabajando en condiciones de riesgo, donde 60 de cada 100 padecen estrés y donde 42 se sienten cansados?  ¿A dónde vamos con un país donde de entre los que hallan trabajo sólo el 4 por ciento recibe servicios de salud? ¿A dónde vamos con un país con 45 millones de alcohólicos? ¿A dónde vamos con un país donde en 40 años dos tercios de los mayores de 60 años dependerán de la caridad o de que un familiar los aguante?

¿A dónde vamos en un subcontinente latinoamericano donde se desperdicia el 40 por ciento de los alimentos que se producen? ¿A dónde vamos en un mundo donde las más poderosas empresas globales, como McDonald’s, Amazon o Starbucks evaden al fisco? ¿A dónde vamos en un mundo tan desigual que 62 individuos poseen una fortuna equivalente a los recursos que tiene la mitad más pobre de la población del planeta?

Estos son los números que nos han heredado décadas de depredación. Con este país no vamos a ninguna parte. Por eso es colosal el reto de la sociedad organizada.

No es halagador el horizonte actual del movimiento social. No acumulamos. Siempre estamos empezando de nuevo. Siempre desde cero. Hay demasiadas peleas internas porque se anteponen diferencias y sospechas. Formamos parte de una sociedad con altos índices de desconfianza. No desconfían los mexicanos sólo de la autoridad ni de los partidos políticos: es dramático el nivel de desconfianza interpersonal, entre los propios ciudadanos ¿A dónde vamos si de cada 100, 77 personas no nos parecen dignas de confianza?

A nivel latinoamericano estamos asistiendo al fin del ciclo de gobiernos progresistas. Hay que revisarlos con lupa los análisis de mentes brillantes como Boaventura de Souza Santos, Gustavo Esteva y Raúl Zibechi. En ellos hay ideas para averiguar qué podemos hacer con un país desbarrancado como el nuestro.

Es necesario sacar fuerzas del desencanto. No hay lugar para el pesimismo. Los números aquí citados no son expresión de pesimismo, son el piso en el que nos movemos todos los días. Hay que encarar las tentaciones depresivas, que son caldo de cultivo de la derrota. Hay que aprovechar el aparato legal del Estado y colarnos por sus grietas.

 

 

 

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