A la memoria de Sal Sánchez
Por Salvador Rangel
México ha sido cuna de grandes boxeadores, algunos se han perdido en los excesos de la vida, mal aconsejados han terminado en el olvido general, los menos han logrado evadir el mareo de la fama.
En la ciudad de México, la colonia Morelos –mejor conocida como Tepito– ha sido semillero de grandes boxeadores, en el gimnasio Gloria, en la calle de Ferrocarril Cintura iniciaron su carrera grandes figuras, no todos los que llegaban al gimnasio tuvieron suerte, las tentaciones, la falta de recursos económicos y oportunidades frustró a posibles estrellas.
El barrio de Tepito ha sido escenario de historias cotidianas en la vida de sus habitantes, del cine, de crónicas policíacas, es una palabra, es un México chiquito, con personajes de la literatura urbana que retratan el barrio tal como es, como Armando Ramírez en Chin chin el teporocho.
Otro novelista, no nacido en al barrio, Mariano Azuela (1873-1952) lo capta en su novela La malahora, Azuela fue médico en un consultorio de beneficencia pública ubicado en las calles de Rivero y Tenochitlán.
Las historias de la afición de los habitantes por el box son varias, se dice que un sacerdote de la iglesia de San Francisco de Asís, para conmemorar las fiestas del santo patrono, organizaba encuentros de box en el atrio de la iglesia, de tal suerte que era una excelente oportunidad para los jóvenes demostrar sus habilidades en el cuadrilátero.
De los grandes ídolos del boxeo, se puede citar a Enrique Bolaños, que en 1940 se inició en el box a los 16 años y destacó en California, EU.
En 1952 salta a la fama “El Ratón Macías” que representó a México en Juegos Olímpicos en Helsinki.
Otro ídolo egresado del gimnasio Gloria, José Medel “Huitlacoche”, vencedor del consentido por el público José “Toluco” López. Fue campeón nacional Gallo por siete años.
Octavio “El Famoso” Gómez, fue campeón de las peleas organizadas en la iglesia de San Francisco, en su carrera profesional tuvo historial de 16 encuentros invicto.
Y tantos boxeadores de Tepito que la memoria de la prensa y los comentaristas no registran, los tiempos han cambiado y ahora se requiere de estrategias publicitarias y de patrocinios para destacar.
Salvador Sánchez –Sal Sánchez– que no fue del barrio de Tepito, pero le dio lustre y fama al boxeo mexicano que lo hace estar al lado de las grandes figuras del barrio, nació el 26 de enero de 1959.
Su intención era dedicarse a la lucha libre, pero Agustín Palacios vio que tenía calidad y madera para ser boxeador, fue su primer entrenador. En 1981, fue considerado por la revista especializada Ring Magazine como el boxeador del año, honor que compartió con Sugar Ray Leonard.
Falleció el 12 de agosto de 1982, en un accidente carretero a la entrada de la ciudad de Querétaro, conducía un lujoso auto deportivo Porsche.
Se llevó a la tumba el campeonato al noquear en el 13er. Round, el 2 de febrero, a Danny “El Coloradito” López, en Phoenix, Arizona.
Para la historia queda su victoria, el 21 de septiembre de 1981, por nocaut técnico en el 8º. round en la fragorosa pelea que sostuvo en La Vegas, Nevada, con el puertorriqueño Wilfredo Gómez, quien estaba invicto hasta ese encuentro y había vaticinado que daría una paliza al mexicano.
Su entierro fue en medio un gran dolor, no sólo en el medio boxístico, el entierro fue televisado y asistió al funeral Wilfredo Gómez, quien consideró a Salvador Sánchez como un gran campeón.
En 1991, su nombre ingresó al Salón de la Fama del Boxeo; en 1999 The Associated Press nombró a Salvador Sánchez como el tercer mejor Pluma del siglo XX.
Y los nostálgicos ven con tristeza que en el ambiente del box nacional no hay figuras de arrastre entre el público, ahora las empresas televisoras promueven sus prospectos y algunos de ellos son producto de la mercadotecnia.
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