América Central o la zona más violenta del mundo
Por: Rodrigo Chávez Fierro
www.chavezfierro.com
PARA DESTACAR: Los desafíos que enfrenta América Central están lejos de terminar. La tasa de homicidios en 2015 fue de 54 por cada 100 mil habitantes, lo que supera el número de civiles muertos en Irak. Esta violencia es uno de los principales factores que impulsan la migración masiva.
El triángulo norte de América Central es una de las regiones más violentas del mundo. La tasa de homicidios en 2015 fue de 54 por cada 100 mil habitantes, lo que supera el número de civiles muertos en Irak. Tan solo en El Salvador se registraron 103 homicidios por cada 100 mil habitantes con lo que se convirtió en el país sin guerra con el peor registro.
Las víctimas suelen ser jóvenes, mujeres y niños. En el caso de la niñez, El Salvador mantiene una tasa de homicidios de 27 por cada 100 mil habitantes, lo que es para los estudiantes de primaria y secundaria tan peligroso como para un adulto en los peores barrios de Detroit. En el caso de Honduras y Guatemala, también se encuentran entre los países más peligrosos del mundo.
Esta violencia es uno de los principales factores que impulsan la migración masiva. En 2014, la patrulla fronteriza de Estados Unidos, detuvo a un récord de 239,000 centroamericanos en la frontera sur. En 2015, esta cifra se redujo, en gran parte debido a que México frenó el flujo de 150,000 migrantes en la frontera con Guatemala.
En los últimos tres años, más de 136 mil menores no acompañados han viajado hacia Estados Unidos. Decenas de miles de personas están huyendo a países vecinos como México, Panamá, Nicaragua, Costa Rica y Belice, los cuales han visto cómo se disparan las solicitudes de asilo. A menos de cinco meses de 2016, 56 mil nuevos menores no acompañados y otros ya están en custodia de EE.UU., lo que sugiere otra cifra récord este año.
Los desafíos que enfrenta América Central están lejos de terminar. Se han propuesto soluciones como el fortalecimiento de los fiscales, la formación de la policía, la limpieza de las cárceles, la construcción de centros comunitarios y el desarrollo de programas de empleos alternativos, lo cual sólo hará diferencia en el medio y largo plazo. Aunque el Congreso de EE.UU. aprobó programas por 750 millones de dólares para reducir la violencia e impulsar el desarrollo económico, no se trata de la primera vez que Estados Unidos ha intentado ayudar a estas frágiles naciones sin éxito.
No obstante, el cambio podría venir en esta ocasión de las propias sociedades. A pesar que muchas personas huyen justificadamente, otros centroamericanos (en particular, no muchos de sus élites, al menos por ahora) están levantando sus voces en contra de la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la violencia.
Los periodistas de investigación, armados con la libertad de información, instrumentos como los Papeles de Panamá y otras herramientas dentro de estas democracias en ciernes, han descubierto una profunda corrupción, incluyendo la de poderosos políticos guatemaltecos que utilizaban su cargo para beneficio personal, así como los lazos estrechos entre las élites hondureñas y el crimen organizado.
Fiscales generales y jueces locales han buscado que se haga justicia, incluso en contra de las élites. En Guatemala, el fiscal general, en estrecha colaboración con la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) acusó al ex presidente y vicepresidente por el funcionamiento de un esquema de fraude aduanero. El Tribunal Supremo de El Salvador ha procesado a dos expresidentes por cargos de corrupción.
Las protestas de los ciudadanos también han crecido. En Guatemala, las manifestaciones pacíficas de decenas de miles llevaron a la renuncia del presidente Otto Pérez Molina. En Honduras, la indignación ciudadana por el extravío de más de 200 millones de dólares en el sistema de seguridad social obligó al gobierno a aceptar una nueva misión contra la corrupción y la impunidad en el país, siguiendo el modelo de la CICIG, para investigar esa y otras supuestas malas acciones. De igual forma, se registraron protestas tras el asesinato de la activista ambiental e indígena Berta Cáceres que están obligando al gobierno a investigar.
Estas acciones, aunque son inicios, podrían ser de mucha importancia para el futuro de esas naciones. El éxito o fracaso de dichas acciones, dependerá en la decisión de migrar o quedarse y levantar la voz por el cambio en los países.