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Heridas de la infancia

Existen varios factores que influyen para que, durante la vida adulta, las personas puedan relacionarse de manera favorecedora y logren tener éxito en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelven, y si bien como adultos son responsables de su vida y de cómo vivirla, algunas veces no es tan evidente que hay ciertas afectaciones pasadas, que pueden estar determinando la manera de ser y estar.

Uno de los factores que puede estar determinando nuestro estar en la vida, son las heridas de la infancia, las cuales, son una especie de lesiones afectivas, adquiridas, generalmente durante los primeros años de vida. Son huellas muy profundas, que incluso nos impiden o dificultan las relaciones interpersonales y frecuentemente imposibilitan que la persona, en su vida adulta, pueda afrontar las situaciones difíciles de una manera óptima o adecuada, así mismo, impiden vivir de manera plena y feliz.

Se habla de cinco heridas de la infancia, las cuales tienen su contraparte (también conocida como máscara) que se va desarrollando como una manera de minimizar o cubrir que la herida sea tan dolorosa; así, las heridas de la infancia son:

La herida de rechazo. Por lo general, se genera entre lo seis meses de gestación y los doce meses de vida. Tiene que ver con el nivel del ser. Esta herida hace que la persona sienta no tener derecho a existir, pues percibió (no necesariamente ocurrió) que no era querido al lado de la persona que era su cuidador, “no puedo tenerte conmigo”, piensa que lo dejaron para ir en busca de alguien más. No cree en su derecho de existir, pues sintió que éste, fue rechazado. La herida se activa sobre todo con el padre o cuidador del sexo opuesto.

Para contrarrestar lo que le hace sentir esta herida, se protege con la mascara de la retirada, generalmente son niños retraídos, que se aíslan, viven en un su mundo imaginario.

La herida de abandono. Esta herida generalmente se desarrolla entre los seis y los dieciocho meses de vida, y se percibe más en el nivel del tener y el hacer. Ésta puede generarse cuando al niño dejan de atenderlo porque llegó un nuevo hermanito y ahora hay que darle la atención al bebé, también puede surgir cuando hay padres ausentes, es decir, cuando ambos padres trabajan durante muchas horas al día y no tienen tiempo para cuidar del niño o niña, también puede ocurrir cuando el infante debe quedarse en casa y al cuidado de familiares, sin estar presentes sus padres. El infante siente que afectivamente no recibo lo suficiente.

Ante esta herida, las personas tienden a adoptar el papel de víctima y desarrollan la máscara de la dependencia, pues piensan que nunca podrán ser capaces de valerse por sí mismos, por lo que requieren de apoyo constante. Desde su papel de víctima, buscan atraer problemas para lograr o al menos atraer la atención de otras personas, pero esa necesitad de atención, es insaciable, y por más atención que tengan, nada le es suficiente.

La herida de humillación. Surge cuando el niño siente que ha hecho algo con lo cual sus padres se sienten avergonzados de él, y se activa cuando por ejemplo, el niño se da cuenta que su madre o su padre, están contando a alguien más, lo que él hizo o no hizo, y que estuvo mal hecho. El niño se siente comparado, mortificado, avergonzado o degradado.

Para aminorar lo que esta herida hace sentir, se desarrolla la máscara del masoquista. Aprende a castigarse y a humillarse a sí mismo, antes de que alguien más lo haga (así no es tan doloroso).  El masoquista se siente sin valor, no merecedor de recibir afecto, sin importancia, y por eso cree que merece sufrir.

La herida de traición. Se desarrolla entre los dieciocho meses y tres años de vida. Surge y se va alimentando cada vez que alguno de los padres (generalmente el padre del sexo opuesto) falta a la promesa que hizo a su hijo, o no cumple con el acuerdo o con su palabra, o con cada vez que no cumplía con las expectativas que el niño tenía. También puede surgir la herida de traición si dejan de darle atención, por dársela a su hermano recién nacido.

La máscara que se desarrolla es la del controlador, pues necesita mostrar a la gente, que es una persona con palabra, fuerte, importante, de confianza y responsable.

La herida de injusticia. Esta herida se produce entre los cuatro y los seis años de edad, y se genera cuando el infante siente que es más apreciado por lo que hace que por lo que es, es decir, siente que no es estimado por su valor verdadero, que no es respetado y piensa que no recibe lo que merece. Se alimenta cuando hay una relación fría con alguno de los padres, es decir, cuando no expresan sus sentimientos hacía el niño.

Como una manera de protegerse, se desarrolla la máscara del rígido, es mostrarse ante los demás como fríos e insensibles, necesitan verse perfectos, tanto en lo físico como en lo que hacen. Buscan por encima de cualquier cosa, la justicia, son perfeccionistas, y piensan que hacer o decir las cosas de manera perfecta es justo.

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