Defender a cualquier costo

Es un buen síntoma del funcionamiento democrático que la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya declarado inconstitucional la militarización de la Guardia Nacional. Sobre todo, porque (y debería ser una obviedad) las instituciones castrenses deben estar limitadísimas en sus tareas; en México, por desgracia, hemos vivido de distintas maneras y a lo largo de muchas décadas, una especie de desdibujamiento de la línea entre lo militar y lo civil. Y no todo es culpa de las normas jurídicas o la falta de.
La militarización puede realizarse de facto o de iure, como le gusta decir a los abogados. Y en nuestro país la hemos vivido de las dos maneras. La militarización de facto no sólo han sido los despliegues, operativos y labores de patrullaje. De manera importante, las corporaciones policiacas, sea en cuanto a sus recursos humanos (mandos, agentes) y sus formas de operación (tácticas) han incorporado lo militar. Lo pongo en cursivas para hablar, de manera más o menos amplia, del quehacer militar.
Valga acotar que no es México un caso exclusivo. Las corporaciones policiacas en democracias procedimentales electorales, han incorporado en el lenguaje, uniformes, intervención e interacción militares. Lo cuenta bien Radley Salko en The Rise of the warrior cop, (El auge del policía guerrero, podría traducirse). Y tampoco es sorprendente que esa militarización policiaca se acompañe del discurso sobre las drogas, los enemigos y demás males sociales. En todo caso, lo que ha sido una sorpresa (tema que ya he tratado en otras entregas), es la desmedida entrega (como sinónimo de claudicación) de este gobierno a los militares.
La decisión de la Corte obligará al gobierno actual a cambiar de enfoque y formas, por lo menos. Y no es poco. Paralelamente, da cuenta de un poder judicial que decide con base en la conveniencia constitucional y la convivencia democrática; es decir, independiente. Esto último, por cierto, sirve para desactivar algunas exageraciones, porque son eso, que, ante el menor gesto de cambio normativo, están dispuestos a gritar ‘dictadura’.
Y, sin embargo, es casi desolador leer defensas acres del militarismo de quienes uno pensaría que tendrían una postura anti autoritaria. Leí una curiosa, pero lamentable por falaz. Palabras más, alegaba que tener una corporación civil nada garantizaba porque anteriormente hubo mandos civiles como García Luna; hacia eco de una declaración similar del presidente, que ya colecciona desatinos.
Los defensores más tenaces del gobierno plantean todos los días falsas disyuntivas, como lo hace el propio gobierno casi respecto a cualquier tema, del INAI a la militarización, de la reforma electoral a la libertad de expresión.
A veces apuntan en la dirección correcta: es verdad que este gobierno ha politizado de nuevo temas que habían quedado fuera de la discusión. Politizar, por otro lado, no les da la razón automáticamente. Y la disposición a defender lo que sea, paradójicamente, también supone a una renuncia de la política, que pregonan haber reinventado.