Hugo López-Gatell

Hace casi dos años sorprendió la capacidad comunicativa del subsecretario de promoción de la salud, Hugo López-Gatell, un funcionario de pocos reflectores, como corresponde al cargo que desempeñaba. Acaso, esa capacidad hizo que el presidente de la República lo nombrara vocero de la estrategia oficial para enfrentar la pandemia. Pero, curiosamente, eso mismo le fue trayendo enemistades, tanto dentro como fuera de los círculos del gobierno.
Primero, porque acaparó la atención de millones de mexicanas y, a diferencia de la mayoría (o la totalidad) de los políticos, generaba mucha credibilidad. Un par de encuestas llegaron a mencionarlo como candidato a algún cargo; y aunque nunca fue una posibilidad real, seguramente no cayó bien dentro de quienes sí aspiraron o aspiran a candidaturas. Tal vez no sea casualidad que a partir de entonces comenzaron los cuestionamientos más severos, siempre en el marco de las conferencias vespertinas; un ejercicio interesante pero también muy desgastante, a la larga.
Segundo, porque ya desde antes era objeto de varios odios. Fue él uno de los principales promotores del etiquetado claro, y ya tenía una disputa importante con la poderosísima industria de los alimentos.
Tercero, por supuesto, porque el estilo de este gobierno no deja mucho espacio para los puntos medios; sumado a que en prácticamente todos los países del mundo la estrategia se politizó, por diversas razones. Era natural que la politización y la polarización se trasladara a la figura más visible del gobierno durante la pandemia. Su figura se convirtió en objeto de disputa y, como sucede en casos de polarización, se enfrentaron dos narrativas diametralmente opuestas.
Del lado más afín al gobierno, López-Gatell era el ícono de la autodenominada cuarta transformación: nunca ocultó su filiación de izquierda, moderado, capaz y honesto. Por el otro lado, se dibujó a un hombre leal a los caprichos del presidente, incapaz de decirle que no, soberbio e irresponsable. Es necesario acotar que, a pesar de eso, sí suscitó apoyos y credibilidad más allá de los sectores más afines al gobierno.
Era imposible que las cosas salieran bien. Aún en los países con más recursos, se hizo evidente el abandono de los servicios públicos, el mal estado de salud general de la población y, por otro lado, el cómodo lado punitivista de diversos sectores de la población. Y las simplificaciones.
Del lado del gobierno hubo muchos errores, aunque sinceramente, pocos de ellos atribuibles directamente al Dr. López-Gatell. La falta de recursos, por ejemplo, no permitió a muchísimas personas quedarse en casa. Mientras las Fuerzas Armadas vieron correr dinero a sus arcas. Objeto de burlas luego de su declive mediático, hoy vuelve al centro de la discusión por una denuncia interpuesta en su contra. Sobra decir que carece de sustento legal: es una acusación endeble. El colmo de las exageraciones que “sustentan” las acusaciones, ha venido de opinadores que hacen eco de la frivolización del nazismo. No hay elementos para afirmar que, por su acción u omisión directa, haya habido miles de muertes por la pandemia. Pero sirve apuntar la responsabilidad a una sola persona, porque deja de lado todo lo demás. Y, en todo caso, deja indemnes a otros responsables. De antes y ahora.