Steiner
El gran pecado del capitalismo, decía, es que el supermercado cultural ha intentado “privar al hombre de las tentaciones del ideal”.
Este lunes 3 de febrero murió George Steiner, ensayista francés radicado en Inglaterra. No obstante la relevancia de su obra, Steiner sostenía que lo suyo no era la creación y se asumía “cartero”, es decir, portador del mensaje y comentarista de los grandes creadores que pueblan la literatura.
Convencido de que el pensamiento “anárquico, juguetón y despilfarrador” es lo que más temen los regímenes totalitarios, sostenía que residimos en el mundo a través del pensamiento. El pensar nos hace presentes a nosotros mismos. El pensamiento, eso decía, no se limita a las proposiciones lógicas y pretenderlo sería la locura. Si el pensamiento, con su misteriosa rapidez, exalta al hombre por encima de todos los demás seres vivientes, también convierte al hombre en un extraño frente a sí mismo.
En un pequeño, denso e inquietante libro, titulado Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, este “anarquista platónico” de 90 años, decía que el pensamiento es estrictamente inseparable de una “profunda e indestructible melancolía”, que emana de la radiación primigenia, desde el origen mismo del Universo.
En sintonía con Schelling, Steinter atribuye a la existencia humana una tristeza fundamental, ineludible, que proporciona el oscuro fundamento en el que se apoyan la conciencia y el conocimiento. Pero se trata de una pesadumbre creativa. “La existencia humana, la vida del intelecto, significa una experiencia de esta melancolía y la capacidad vital de sobreponerse a ella”.
En su pacto honesto con la soledad, vivido intensamente en el aislamiento voluntario del final, nuestro autor persistió en la centralidad que en sus reflexiones otorgó siempre al hombre frente a la barbarie de la maquinaria de la economía. El gran pecado del capitalismo, decía, es que el supermercado cultural ha intentado “privar al hombre de las tentaciones del ideal”.