Opinión

Catálogo Público

Por: Carlos A. García C.

@cgarca_a

La moda se entroniza como algo permanente y pierde así la dignidad de moda, la dignidad de ser efímera (Th.W. Adorno)

De la música y la festividad (6 ediciones del Corona Capital)

Después de la aparición de la denominada Sociedad de Masas, donde las radios y los televisores fueron nuevos objetos dentro de los hogares de las clases medias, donde por otro costado, la aparición de la cultura pop fue una imagen reproducida hasta los tiempos de la era digital, además de la reproducción de la música por conducto de la radio y el tocadiscos, propició a que se fuera desarrollando una industria cultural, que ha mutado desde la década de los setentas hasta nuestros días. Después del Festival Rock y Ruedas mejor conocido como Avándaro (1971), como es bien sabido y documentado en recientes documentales como (Gimme the power, Rubio 2012) y el impecable (Size: nadie puede vivir con un monstruo, Mendoza 2012) ambas realizaciones muestran la situación política (y sus excesos de censura) en relación con el rock dichos testimonios retratan la marginalidad del mismo, o  las denominadas escenas independientes (underground) que precisamente no eran parte de la industria cultural, ya en la décadas de los años ochentas, la industria tomo matices masivos con la aparición del video-clip y canales de música las 24 horas del día,  a través de antenas parabólicas, de allí la aparición de los famosos, ya desaparecidos video-bares y de una incipiente televisión por cable.

De los videos a los masivos

El festival Corona Capital cerro su sexta edición, después de 22 horas de música, dicho evento se ha consolidado dentro del gusto del respetable,  ya que ha ofertado a bandas que nunca habían visitado territorio mexicano, quizá  porque en décadas anteriores no había la infraestructura (foros) para realizar un show, tal ha sido el caso de bandas como los Pixies,  James, Echo and the  Bunnymen, Portishead, New Order, Beck o The Libertines. Bandas que quizá ya habían pasado sus mejores años, pero que con el paso del tiempo  iban acrecentando tanto el culto, como el número de seguidores  (especialmente la banda de Bristol comandada por la portentosa Beth Gibbons, con ese trip-hop que sigue encantando a jóvenes y solemos conocer con el nombre de Portishead) Por otro costado; el acceso musical que ha propiciado internet, sus plataformas y sitios especializados (revistas digitales) donde la información y las canciones circulan antes de que existan físicamente (CD, Vinyl), el efecto ha sido que el festival se consolide por la avidez de escuchar la música en vivo, y que el cuerpo se estremezca ante la potencia y sonoridad del concierto, donde el uno se radicaliza, para no ser parte de una masa envolvente y atrapada por la música, a pesar de perderse en el coro o el baile de los miles de asistentes que buscan un sonido, un acorde, un fragmento de algo que se ha perdido y que curiosamente, se busca entre la masa y el escenario.

El remodelado autódromo “Hermanos Rodríguez” albergo cuatro escenarios, donde las propuestas sonoras hacen presencia  y a la vez se juega con los géneros entre una mezcla de pop y bandas de culto como The Charlatans o Primal Scream hasta llegar al dance de Fatboy Slim o el arte melódico y cautivador de Beirut. La sorpresa llego por conducto de Richard Ashcroft vocalista de The Verve que presento un set acústico donde exhibía el poder de su guitarra y voz, desafiando a las bandas y  burlándose de Morrisey y sus ademanes, pasando por la siempre melosa y alegre On my Own hasta The drugs don´t work. También Pixies y Muse fueron las bandas que encabezaron el festival.

Industria Cultural y Capitalismo

El Corona Capital ha sido  un negocio redondo, para dicha fábrica cervecera (Modelo), pareciera que la industria cultural fue rebasada en su manera clásica y el mercado se apropió de los conciertos de rock, transformándolos en eventos masivos, hay zonas de comida, bares vip, productos oficiales de las bandas que se presentan, juegos mecánicos, 18 empresas (transnacionales de diversos ramos) que fungen como patrocinadores, los organizadores nunca pensaron que su alianza con la industria musical iba a generar tantas ganancias económicas. Tal vez Guy Debord, de forma acertada, trazó la denominada Sociedad del Espectáculo, en la que habitamos, recuérdese a algunos actores y actrices que han saltado de la farándula y de las pantallas de cine o televisión, a volverse representantes o abanderados de algunos partidos políticos, las tragedias contemporáneas además de ser virtuales,  también se han vuelto parte del show-biz. El post-capitalismo también se comió a la música.

Después de cuarenta y cuatro años y un periodo interrumpido, los festivales siguen su rumbo tanto en las escenas independientes, como en aquellos que son parte de la industria cultural, igual más vale que sobre y no que falte.

P.D. A los lectores de TRIBUNA se les desean felices fiestas decembrinas y que todo siga marchando!!

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