El Zócalo que se hace grande y se hace chiquito

El pasado 18 de marzo, la 4T volvió a mostrar el músculo. Al menos 500 mil personas atendimos a la convocatoria del presidente de la república para conmemorar el 85º aniversario de la expropiación petrolera de empresas extranjeras, lo que condujo a la nacionalización de nuestra riqueza petrolera.
El Zócalo de la capital y calles aledañas se volvieron a llenar. Sin embargo, muchos medios de comunicación tradicionales no lo vieron, no lo quisieron ver o, más probablemente, intentaron ocultar lo inocultable. El caso extremo de este tipo de actitudes se lo lleva la empresa norteamericana CNN, la que habló de “cientos” de simpatizantes del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Algo no le cuadra ni a CNN ni a muchos otros medios que han perdido la poca credibilidad que les quedaba. Parece ser que no les preocupa ya ni siquiera hacer un ridículo tan evidente. Pareciera ser que, para ellos, el Zócalo, tal como el “chorrito” en la famosa canción de Cri-Cri, se hace grandote y se hace chiquito. Pues el pasado 18 de marzo, el Zócalo, incluyendo las cuatro calles alrededor, estaba totalmente lleno. Para los medios chayoteros, cuando la oposición marcha, exageran los números, tal como hizo el portal de Carmen Aristegui o Latinus, los que, cuando la oposición llenó el Zócalo el pasado 26 de febrero, titularon una presencia de 500 mil personas, algo totalmente absurdo.
A estos “periodistas profesionales” es necesario volverles a explicar, con palitos y bolitas, que el Zócalo, incluyendo las cuatro calles alrededor, tiene una superficie, aproximada, de 46 mil metros cuadrados y que, en una concentración relativamente compacta, caben unas cuatro personas por metro cuadrado, por lo que, para llenar el Zócalo (no sólo la plancha sino también las cuatro calles a su alrededor), se requieren unas 184 mil personas, lo que muestra el grado de exageración de Aristegui y de Latinus.
En contraposición, en la concentración del pasado 18 de marzo, a todas luces mucho más numerosa que la de la oposición del 26 de febrero, Aristegui no dio números, mientras que Latinus habló de “decenas de miles” (es decir, podrían haber sido sólo 20 mil). Hasta llegar al extremo de CNN, que sólo vio a “cientos” de personas, a pesar de las múltiples fotos tomadas desde lo alto por drones. La tergiversación es evidente.
Tan sólo hay que pensar que la calle 20 de noviembre tiene unos 32 metros de ancho y que estaba atiborrada en, al menos, 300 metros de longitud. Sólo este pedazo de calle agrega otros 9 mil 600 metros cuadrados, en los que caben casi, otras 40 mil personas. Y así como esta calle, había una gran multitud en otras calles que concurrían en el Zócalo (como Pino Suárez, 5 de mayo, Tacuba o 16 de septiembre, calles en las que ya con el Zócalo lleno, la multitud se extendía hasta la Alameda).
Esta manipulación en las cifras lo que trata de ocultar es el éxito de una convocatoria con un objetivo preciso: la defensa de nuestros recursos energéticos. Mientras que en la marcha del 26 de febrero vimos a mucha gente manipulada, “El INE no se toca” (cuando muchos de los que acudieron en realidad estaban a favor de la propuesta presidencial de reforma electoral, tal y como mostró incluso la misma encuesta mandada a hacer por el INE), el 18 de marzo vimos a mucha gente convencida de que vale la pena seguir defendiendo la riqueza de nuestros energéticos ante la embestida no sólo de las empresas transnacionales extranjeras sino también en contra de los intereses entreguistas de supuestos “mexicanos”.
Cuánta razón tuvo en 1960 el presidente Adolfo López Mateos cuando al nacionalizar la industria eléctrica, advirtió “no se confíen porque en años futuros algunos malos mexicanos identificados con las peores causas del país intentarán por medios sutiles entregar de nuevo el petróleo y nuestros recursos a inversionistas extranjeros”.