El último arrebato

Payán en su tiempo

La muerte de Carlos Payán Velver, ocurrida el viernes 17 de marzo a sus 94 años, da ocasión para reflexionar sobre su sitio dentro del periodismo mexicano. Perteneció a la generación que protagonizó el empuje de un nuevo periodismo tras el golpe al diario Excélsior, suceso que detonó dos importantes proyectos editoriales: por un lado, el semanario Proceso y, por el otro, el diario Unomásuno. Una crisis interna dentro de este último, dio paso a la creación de La Jornada, que constituye el gran registro del tortuoso proceso democrático de las últimas cuatro décadas.

Aunque como empresa tiene sus pecados, La Jornada ha sabido jugar y sobrevivir en la realidad retadora y pedregosa de los hechos y nunca ocultó su visión de izquierda ni su alianza con los movimientos sociales. Durante doce años, Payán puso cimientos sólidos y marcó la ruta del diario del que nunca se desligó. Su incursión en la arena política fue una natural continuación de su activismo democrático. Por ejemplo, cuando como senador de la República, postulado por la izquierda, formó parte de la instancia legislativa promotora de los acercamientos pacificadores entre la guerrilla zapatista y el gobierno federal.

El pulso del entorno global le ha permitido al diario fundado por Payán asistir con puntualidad a coyunturas clave e intervenir en ellas con acierto. Por ejemplo, la inauguración de su página web el 6 de febrero de 1995, lo colocó como el primer diario mexicano en conectarse a la red digital que hoy marca la velocidad del mundo, conquistando entonces el liderazgo entre los sitios noticiosos más consultados de internet.

Así lo valoró el propio diario dos años después, cuando el internet era todavía para los periodistas una incierta novedad y una incógnita exquisita: “El imperio de la televisión en materia de noticias comienza su agonía a fin de siglo. Si la imprenta democratizó el conocimiento, si la cámara de video le dio al ser humano miles de ojos para mirar al mundo, las nuevas tecnologías digitales ofrecen al periodista de hoy cientos de brazos, piernas, oídos y ojos para inventar una nueva manera de documentar la historia de todos los días y de transmitirla, a velocidades antes inimaginables, a todo el planeta a través del ciberespacio”.

Otro suceso confirmó que este diario mantenía su pulso certero en el latir de un mundo que gracias a la interconexión digital estaba efectivamente constituyéndose en la aldea global preconizada décadas atrás por el sociólogo canadiense Marshall McLuhan. A inicios de la década pasada, Wikileaks eligió a La Jornada como el vehículo mexicano para divulgar los hallazgos que resultaron de expurgar cientos de miles de cables diplomáticos confidenciales del gobierno de Estados Unidos, que encueraron los métodos ilegítimos de dominación de la declinante superpotencia. Reconocimiento al Payán periodista por una vida agitada por la pasión de vivir a plenitud cada uno de sus días, sin saltarse uno solo, sin renegar de uno solo.

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