Ciberactivos

El desastre Facebook

La falla generalizada de las plataformas más importantes del grupo empresarial Facebook puso en jaque a los usuarios y a la empresa, que tuvo que enfrentar un apagón de más de 6 horas antes de poder atinar a resolver la situación. Los internautas afectados en México fueron más de 80 millones, mientras que a nivel mundial la cifra alcanzó los 3 mil 500 millones, casi la mitad de la población mundial.

La caída de plataformas digitales tan importantes como Facebook, WhatsApp, Instagram y Messenger, nos recordó nuestro estado de hiperconexión y dependencia de estas tecnologías para lo laboral y lo meramente cotidiano. Nuestras actividades están enlazadas a la comunicación digital, a su inmediatez, movilidad, omnipresencia y dinamismo. Nos permiten participar de la cultura colaborativa y de la virtualidad en tiempos de pandemia.

La convergencia entre plataformas digitales y la sinergia que logran entre sí, nos ha llevado a organizar nuestra vida en torno a ellas: para qué llamar si podemos mandar un mensaje, o lo que es mejor, un audio; para qué ver televisión si podemos enterarnos de la actualidad por Twitter; qué historia podemos contar sin Instagram; cómo contactaremos a ese compañero de la adolescencia si no tenemos Messenger.

Para los internautas el mundo dejó hace tiempo de dividirse en online y offline, no hay utilidad en diferenciar estos planos y menos cuando el teléfono celular, más que un gadget, es una extensión casi orgánica que nos permite administrar tanto lo personal, como lo público. La investigadora del London College Communication, Zoetanya Sujon, autora de La era de las redes sociales (2021), sostiene que “Facebook se ha convertido en una especie de nevera, es importante en nuestras vidas, pero no pensamos en ello”.

Facebook enfrentó una semana negra, primero fueron las revelaciones de Antigone Davis, exjefa de seguridad de Facebook que evidenció los efectos nocivos de Instagram y Facebook en jóvenes y niños, así como el desempeño algorítmico de estas plataformas que acaba por promover la desinformación. Como si esto no fuera suficiente, vino una segunda crisis, la caída histórica de todo su ecosistema de plataformas digitales, que sumió a la empresa en el caos y el desconcierto total.

Facebook está en un proceso de crisis que lejos de resolverse se agudiza. Lo que empezó con el escándalo de Cambridge Analytica, continúa con renovados escándalos y denuncias. Al parecer la empresa de Mark Zuckerberg es incapaz de atender las necesidades de seguridad de los usuarios y de asumir un compromiso social verdadero. Zuckerberg parece responder sólo a los accionistas, sin más religión que el dinero y sin más plan que crecer y crecer sin que medie planteamiento ético alguno. Es una realidad que las empresas digitales de estas dimensiones han comenzado a volverse un peligro real para los usuarios, sobre todo para la población juvenil. El impulso que han dado a los contenidos virales y polémicos ha incentivado la polarización y la desinformación. Facebook es, hoy por hoy, una amenaza para la democracia, la deliberación y el debate, pues se ha constituido en un escenario donde prima la emocionalidad sobre la civilidad. Resulta urgente una demanda social contundente para que Facebook cambie sus prácticas y su enfoque de una vez por todas.

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