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“El juego del calamar”

El juego del calamar es una serie original de Netflix, destaca por atípica, por disruptiva y por lo inquietante de su propuesta. La historia se basa en un juego donde personas llevadas al límite por las deudas y la penuria económica, compiten para obtener un premio millonario. El problema es que los juegos infantiles implementados castigan con la muerte a los perdedores.

La serie surcoreana es una dura crítica a la sociedad capitalista de aquel país, en donde las personas y la única forma de validación es el dinero. La desesperación lleva a los jugadores a participar en una competencia brutal en donde está en juego la vida y la fortuna. Los juegos, aunque parecen inocentes e infantiles, demandan de los participantes: estrategia, determinación y absoluto control mental y emocional; no incluyen segundas oportunidades y están movidos por la lucha por la supervivencia y la ambición.

El juego del calamar no es una serie distópica, es más bien una historia sobre la decadencia de un sistema que deja a los ciudadanos sin opciones ni puertas de salida. En ella está presente la exclusión y sus principales víctimas: un migrante que busca un golpe de suerte; un desempleado que trata de salir de la mala racha; una joven que tiene que hacerse cargo de su pequeño hermano sin recurso alguno para ello.

La serie nos muestra como un grupo de jugadores en condición de desgracia es cooptado por una oscura organización cuyas motivaciones no quedan claras, pero que los usa como piezas desechables para un espectáculo reservado al vip. El juego es el pretexto y la muerte el verdadero espectáculo. En la lucha por sobrevivir, los jugadores muestran lo mismo empatía y espíritu de grupo, que traición y capacidad para el engaño.

La serie rompe todas las convenciones del “thriller”. Es impredecible, con personajes complejos capaces de todo; actores de la vida cotidiana que protagonizan un evento extraordinario e inexplicable. Están ahí por su incapacidad de triunfar en una economía exitosa en apariencia, pero profundamente desigual como la surcoreana, donde las deudas son hoy en día la principal causa de suicidio.

“El juego del calamar” intenta ser el relato de una sociedad desesperada, de un modelo decadente lleno de efectos colaterales; en ese sentido, comparte el tono y la crítica social de películas como Parásitos -también surcoreana- mostrando de lo que son capaces las personas cuando son llevadas al límite. La serie funciona por su calidad y originalidad, mostrando que es posible ser un éxito comercial sin traicionar la propuesta creativa. Alcanzó, según cifras de Netflix, 111 millones de visualizaciones, convirtiéndose en la más exitosa de esa plataforma desde su lanzamiento en septiembre.

Inevitablemente El juego del calamar ha saltado a las redes sociales convertida principalmente en memes. Funciona como un referente, como un código compartido que permite el humor y el sarcasmo colectivo; pero su apropiación también ha causado alerta, en Bélgica; por ejemplo, un grupo de niños recreó uno de los juegos de la serie con castigos físicos incluidos. En el último capítulo la serie dejó la puerta abierta para una segunda temporada; el éxito global y su repercusión en redes sociales la convierte en un producto con gran potencial y con audiencias interesadas en su continuidad. Corea del Sur nos sigue sorprendiendo con series que revisan las aristas más críticas de su realidad.

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