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Guerra sucia digital

Mientras la campaña negativa muestra su procedencia y se da en los márgenes legales de la elección, la guerra sucia actúa desde la oscuridad y el anonimato.

La guerra sucia digital es la estrategia recurrente en los procesos electorales hoy en día. Esta práctica no se circunscribe a las elecciones de gran formato, está presente tanto en procesos federales, como en contiendas locales. Victorias como la de Donald Trump, Jair Bolsonaro o el Bretxit comparten una fuerte presencia de fake news, contenidos de odio y narrativas polarizadoras.

Desde el marketing político se establece una diferencia entre campaña negativa y guerra sucia. La campaña negativa se basa fundamentalmente en acciones ocasionales para evidenciar la incapacidad de un candidato para ocupar el cargo en disputa. Pretende revelar información que el elector debe conocer acerca de las incongruencias o la falta de solvencia moral o profesional del candidato aludido.

En contraste, la guerra sucia no apela a información real y comprobable; por el contrario, exagera, inventa y pretende confundir con el objetivo de socavar la credibilidad del candidato. Mientras la campaña negativa muestra su procedencia y se da en los márgenes legales de la elección, la guerra sucia actúa desde la oscuridad y el anonimato.

La guerra sucia no tiene límites, recupera lo mismo escándalos de corrupción que aspectos de la vida privada de los candidatos. Se presenta con mayor frecuencia en momentos en donde los candidatos rezagados atacan al líder con el objetivo de pararlo como sea. Las redes sociales sirven eficientemente a estos fines, pues no están lo suficientemente reguladas y tienden a viralizar aquellos contenidos de corte amarillista o escandaloso.

La guerra sucia no sólo tiene una eventual incidencia sobre el resultado electoral, también afecta la estrategia de los candidatos y el ‘timing’ de la campaña. Busca sacar de su eje al candidato agredido, manteniéndolo ocupado en una dinámica de defensa y desmentidos. Las campañas implican una lucha por la agenda, por los temas a tratar. La guerra sucia promueve la confusión y pérdida de balance, obligando a la víctima a una lucha constante por mantener su reputación.

Las redes sociales se han convertido en espacios para la agresión fácil e impune a instituciones y candidatos. Las cuentas falsas, los trolls y el coro de replicantes tienen como objetivo la estigmatización del contrincante y su involucramiento en escándalos y controversias; como munición digital están los memes, la edición de video, las fotografías, la filtración de audios, las cuentas falsas y las teorías de conspiración.

La guerra sucia puede causar daños irreversibles en una campaña, pero también puede tener un efecto boomerang cuando la parte agresora es castigada por un electorado que percibe sus acciones como ilegitimas o poco éticas. Las estrategias polarizadoras enturbian los procesos electorales y dejan la idea en los votantes de que la política es una práctica sucia de la cual hay que alejarse.

Las campañas electorales en cualquier formato o dimensión incluyen guerra sucia, el ataque vendrá tarde o temprano, por ello los equipos de campaña tienen que contemplar estrategias de contención y manejo de crisis.

El electorado por su parte, debe de estar alerta y cerciorarse de la veracidad de los contenidos digitales, privilegiando la información proveniente de fuentes oficiales. El votante deberá estar consiente de que hay actores en la elección que buscarán posicionar a su candidato a partir de prácticas poco éticas y ataques infundados: una elección es un campo de promesas, pero también de puñaladas por la espalda.

En época electoral las redes muestran dos facetas, una como plataformas de información y participación política, la otra como el escenario donde se libran batallas encarnizadas por el voto y la narrativa. Los infundios tienen un margen de rentabilidad, mientras la aclaración llega, algunos ya han comprado la versión y la han hecho suya.

Con la guerra sucia todos pierden, pero la afectación máxima es a la confianza en la democracia y la elección libre de la mayoría. En los procesos electorales en curso y los que vendrán debemos mantener una actitud responsable, a fin de no participar en ninguna forma o medida en acciones de guerra sucia o uso destructivo de las redes sociales.

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