La llegada de los outsiders

En el campo de las campañas y la comunicación política, se conoce como outsiders a los candidatos que provienen, no de los partidos políticos o de las elites políticas, sino de la ciudadanía, las organizaciones sociales, el sector empresarial, deportivo o de entretenimiento.
El rechazo a los políticos y el establishment por parte de los electorados abrió espacio para candidatos que se muestran disruptivos o antisistema. Candidatos que no militan formalmente en los partidos o que no comparten su cultura política o los valores propios de la marca partido. Los outsiders suelen ser anticonvencionales, irreverentes y cuestionan las estructuras de poder y el statu quo político. Los outsiders reniegan de la política y de sus prácticas, se definen alternativos y rebeldes, lo que resulta tremendamente atractivos para los votantes.
Los outsiders se presentan como opciones novedosas, como ciudadanos no contaminados con los vicios de la política y por la agenda partidista. Representan el cambio, la llegada de la ciudadanía al poder, la autenticidad y la esperanza de electorados repetidamente defraudados por los políticos de siempre. Suelen además atraer mayor atención por parte de los medios convencionales y de las redes sociales. Los outsiders tienen la posibilidad de llegar a nichos de electorado difíciles de impactar desde la política convencional, como los jóvenes, los indecisos o los abstencionistas.
En todo el mundo han surgido candidatos outsiders que disputan el poder a los políticos profesionales de larga trayectoria o dilatada carrera partidista. Los ejemplos son cada vez más numerosos cercanos; el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ganó la elección siendo un candidato independiente y prometiendo romper con la vieja política y combatir la corrupción presente en el sistema de partidos en su país. Bukele hoy en día cuenta con un noventa por ciento de aprobación por parte de sus gobernados.
Un clásico de outsider es Donald Trump, quien utilizó su fama como empresario para articular una narrativa de cambio y de lucha contra el sistema. En contraste con Trump se encuentra Volodomir Zelensky, presidente de Ucrania. Proveniente de la comedia y sin una trayectoria dentro de la política profesional, no sólo pudo ganar la elección, sino ha logrado convertirse en un símbolo de liderazgo y resistencia enfrentando la invasión rusa a su país.
Un caso reciente es el de Javier Milei, candidato a la presidencia de Argentina. Economista histriónico y polémico se declara libertario y enemigo de la clase política que ha impedido a Argentina ocupar el lugar que merece en el concierto internacional. Milei sorprendió en las recientes primarias argentinas siendo el candidato más votado, lo que lo perfila como una fuerte opción para las elecciones presidenciales de octubre del presente año.
Respecto a casos mexicanos podemos mencionar un ejemplo de absoluta actualidad Xóchilt Gálvez, empresaria que ha mantenido una conducta independiente, no determinada por la línea partidista o la agenda de partido.
Hay quien ha sabido venderse como un outsider sin en realidad serlo. AMLO ha vivido de los partidos, el sistema electoral y el presupuesto gubernamental, sin embargo, a través de una narrativa de lucha por el pueblo e identificación con los pobres logró llegar a la Presidencia de la República bajo la etiqueta outsider, misma que pretende mantener en su ejercicio de gobierno.
Para bien o para mal los outsiders son una realidad, una especie exitosa en el complejo ecosistema electoral que ha sabido apretar los botones adecuados para conectar con electorados desilusionados de la política, la democracia misma y los partidos como representación y gestores del cambio. La personalización de la política ha encontrado en el outsider su mejor opción, en un contexto donde la comunicación política centra sus líneas estratégicas en destacar el carisma, la autenticidad y la dimensión humana de los candidatos.