Es su ruina, no la del país

Se les llamaba “pregoneros del desastre” porque sólo veían diluvios y conflagraciones. Actualmente son legión, han saturado las ondas hertzianas y firman libros cargados de los nubarrones de su tristeza al saberse lejos del régimen que los consintió, miserablemente arrojados a la desolación y la orfandad. Los títulos desmesurados de sus libros hablan de sus personales estados de ánimo: Regreso a la jaula: el fracaso…, El destructor, Ladrón de esperanzas, El país de un solo hombre, Y mi palabra es la ley, México en el precipicio e Historias de cómo dinamitar un país.
Dibujan un país en ruinas, que se cae a pedazos, que se encuentra a las puertas del apocalipsis. Si el peso se fortalece, mal. Si viene Tesla, terrible. Si el presidente tiene alta aprobación, pésimo. Si se hace un alegato soberanista, claman porque la potencia del norte invada el país. Así es, como dijo un expresidente del viejo régimen: “ningún chile les embona”. Y ya que citamos voces de los suyos, recordemos que un exlíder del prianismo ha reprochado a ese vocerío que el discurso antiamlo hace rato que dejó de dar frutos, es más, nunca les dio frutos. No han entendido que el presidente sigue poniéndoles la agenda y el ritmo, y en lugar de imaginar un proyecto alterno, desayunan amlo, comen amlo, cenan amlo, sueñan amlo y cagan amlo.
Tres referencias de esta última semana para que ese coro documente su pesimismo. Primera, tras visitar el país, el presidente de la consultora internacional en riesgos políticos Eurasia Group, Ian Bremmer, escribió que el actual presidente “no ha sido tan malo como lo esperábamos” y que “el enfado de las élites con esta administración” se debe a que han perdido influencia política. Segunda, el director general de HSBC, Jorge Arce, sostuvo que el país no atraviesa catástrofe económica alguna, antes bien “ha salido bien librado y fuerte” de las crisis inflacionaria y de salud que azotan al mundo. Un banquero más, el director de Santander, Felipe García Ascencio, dijo esta semana que la economía “viene más fuerte de lo estimado” y los inversionistas extranjeros y nacionales lo tienen claro: “México es el lugar que debe recibir todas las inversiones este 2023”.
Las voces del desastre, estimuladas por una rabia ciega ubicada en las antípodas de la razón y que se hacen pasar por análisis, no son sino síntoma del dolor que vive ese estamento que extraña los cariñitos del viejo presidencialismo, y están a tono con la molestia del sector privado que, entre otras novedades, ahora sí paga impuestos. Tuvieron en el pasado la capacidad de imponer su discurso como el discurso general, presentando su interés como el interés de todos, sin pugna de por medio. Era impuesto, simplemente, a través de sus instituciones. Hoy la derecha, tanto en su élite como en los estratos subalternos, que también existen, ha tenido que asumir la pugna, y sus lamentos y sus libros son parte de la pugna. La ruina y la catástrofe son su ruina y su catástrofe, no la del país. Ni abismo ni destrucción ni fracasos ni jaulas, simplemente se trata de que se están sentando las bases para que cambien los términos de la ecuación. En buena hora.