El último arrebato

Escolásticas

Fue hacia finales de los años ochenta del siglo pasado cuando escuché por primera vez el nombre de Escolásticas e imaginé que aludía a algún espacio monástico de una ciudad monástica como Querétaro. Después supe que no, que se trataba de una comunidad donde tenía una hacienda el entonces poderoso economista Pedro Aspe, uno de los cerebros del neoliberalismo mexicano bajo Carlos Salinas de Gortari, en cuyo gobierno ocupó precisamente la Secretaría de Hacienda.

Si atraviesa uno la avenida principal del pueblo, perteneciente al municipio de Pedro Escobedo, a una hora de la capital del estado, podrá encontrarse otra razón por la que este pueblo es bien conocido, pues es notable el arte de los cantereros locales, en una infinita variedad de figuras: alguna virgen, algún emperador romano o algún animal mítico, en medio de numerosas piezas de ornato, todo de cantera.

Pero hoy Escolásticas ha sido noticia por otra razón: es el epicentro de uno de los 15 conflictos ambientales que bullen en Querétaro. Resulta que, tras el confinamiento de la pandemia —que incluyó el cierre de las áreas de esparcimiento público— cuando la gente quiso volver a Los Sabinos, una reserva natural poblada de ahuehuetes milenarios, alimentados por manantiales, alguien les informó que ese espacio comunitario ya no les pertenecía, que al dueño de la hacienda no le había bastado su hacienda y que ya se había adueñado de esa especie de alameda de la comunidad.

Cuando la gente se resolvió a recuperarla se desató la represión policiaca y once personas fueron llevadas a prisión en medio de un excesivo despliegue que incluyó perros y armas, operativo que se comprende si sabemos que el empresario José Dolores Torres, dueño del casco de la hacienda, cuenta con el respaldo del alcalde priista Amarildo Bárcenas pero también, según el diario La Jornada, le favorece la bendición del cacique panista Diego Fernández de Cevallos.

El 13 de junio, cuando Escolásticas perdió la paz, la comunidad mostró su espíritu aguerrido y hoy lo vemos defendiendo lo que es suyo, y así seguirá hasta que lo del pueblo sea devuelto al pueblo. Ni el miedo ni las pesadillas nocturnas han amedrentado a los pobladores. Es preciso que sean liberadas las tres personas que continúan en prisión (la delegada Trinidad Osornio y los vecinos Jonathan Fajardo y Alejandro Uribe) y que los cargos (daños, lesiones y motín) les sean retirados a la totalidad de las personas que fueron detenidas. Es preciso que Los Sabinos vuelvan al disfrute de la comunidad. Sólo entonces se restablecerá la paz.

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