Vendaval

De que pueden volver, por supuesto que pueden volver, decíamos la semana pasada.
El actual presidente de la República se hizo del poder con 30 millones de votos en un país partido en dos: 53 de cada 100 se inclinaron por su causa. Resultado de un movimiento social que acumuló dilatada resistencia a lo largo de lo que va del siglo, mezclado con desprendimientos de la élite, se hizo del poder teniendo a 47 de cada 100 en contra. Y se trata de un dato que no debe perderse de vista: nada menos que con 47 en contra, proporción similar a la que registran otras democracias del mundo. Dado que su base dura es de 15 millones y con los otros 15 millones está en diaria seducción, el presidente decidió gobernar desde la confrontación, lejos del discurso de ‘unidad nacional’ que los voceros del viejo régimen le demandaban.
Andrés Manuel López Obrador está viviendo prácticamente su último año y se nos irá volando con el debate de la sucesión y los reacomodos al interior del obradorismo y sus detractores. Su gobierno ha sido un vendaval que ha subvertido el orden. Así como su paso por la presidencia es apenas una estación en una lucha cargada de mesianismo, para la historia política del país su sexenio será un paréntesis que, dado el talante de caudillo con que ha ejercido la presidencia, habrá de cerrarse el último día de septiembre de 2024.
Las condiciones son irrepetibles y están asociadas al ánimo popular, por mucho tiempo excluido de los cálculos de las élites. Una encuesta de Buendía & Márquez, divulgada en diciembre de 2022, mostró un ángulo clave que, combinado con otros factores, explica la amplia aprobación del presidente. Aunque en seguridad y economía tenga baja aprobación, 70 de cada 100 dicen no verse perjudicados por sus políticas públicas y 51 dicen verse favorecidos. Y en cuanto a los atributos personales de AMLO, 66 de cada 100 dicen que representa un cambio y que aprecian su estilo de vida sencillo; 76 lo consideran honesto y 81 lo reconocen como un hombre trabajador.
Cuando la mayoría de mexicanos elogian que el presidente se levante temprano, a la misma hora que los cargadores de La Merced, que sea sencillo y se le entienda cuando habla, están acentuando características que responden a valores ubicados en las antípodas del político convencional. Hay que decirlo, es el fruto más refinado del sistema político mexicano, es un estratega sagaz, con olfato, hilos y botones. Su vigor físico, su apelación a la historia y su memoria personal son excepcionales virtudes. Sabe que la política son tiempos y que gobernar es decidir entre inconvenientes.
Aunque el bloque antiobradorista mantiene gobiernos estatales que representan 34 millones de habitantes (PAN, cinco estados; PRI dos, con un total de 20 millones, y Movimiento Ciudadano, dos estados y 14 millones de habitantes), lo irrefutable es que en sólo cinco años el movimiento regenerador arrebató a los partidos, que controlaron el poder político los 90 años anteriores, nada menos que 23 gubernaturas, y de cero pasó a 90 millones de gobernados. Ese es su capital territorial y presupuestal desde donde se librará la batalla que ya empezó.