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Ricardo Anaya. La desilusión

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Por: Edmundo González Llaca

Rabia, coraje y mucha indignación me provoca el tremendo error de Ricardo Anaya. Resulta que el adalid de la lucha contra la corrupción se da una vida totalmente impropia, alejada de lo que significa un representante popular y líder de un partido. Solo un ejemplo. Viaja a Estados Unidos cada fin de semana, más de lo que Usted y yo podríamos viajar cada semana a San Miguel Allende. Lamento personal y políticamente este traspié de Anaya, fue mi alumno y lo recuerdo serio, concentrado y con bagaje ideológico.

Políticamente representaba para su partido una figura honesta, vigorosa, valiente. Nada, simple simulación. Ahora se podrá hablar de tú con otros incongruentes: con López Obrador, que no tiene dinero, ni propiedades, ni nada que declarar. Con Ochoa, del PRI, que cobró una liquidación millonaria fuera de la ley. En el caso de Anaya mi desilusión es mayor. Una figura queretana de dimensión nacional se ha derrumbado.

Anaya. Empeorando el error

El problema de los políticos no es que cometan errores, sino que carentes de autocrítica, al tratar de enmendarlos los profundizan con nuevos pecados. Ricardo Anaya en un acto desesperado después de ser denunciado por sus gastos desmesurados, declara que no tiene los ingresos que reportó hace un año, sino que son el doble; 3de3 pero ya con pilón. Un ritmo de vida que demanda cerca de cinco millones de pesos mensuales se avala con los ingresos correspondientes. Ufano declara: “Así mis ingresos cuadran con mis gastos”.

Confianza viene de “fe” que tiene una asociación con la religión y Dios, se utiliza fundamentalmente para que los humanos confíen en la salvación eterna ¿Puede alguien confiar en una persona que no transparenta sus ingresos hasta que es denunciado? Mi estimado Ricardo no solamente actuó turbiamente, sino que no respeta nuestra inteligencia. Ve a la opinión pública ingenua y también tonta. No se vale.

Reconozco que me equivoqué

Reconozco que me equivoqué, estaba seguro que ganaría Hillary Clinton. Jamás me imaginé que las mujeres votarían por un misógino; tampoco pensé que los negros se inclinarían por un racista; ni que los latinos naturalizados votarían contra un persecutor de inmigrantes. No pensé que el alebrije, fanfarrón, mentiroso e ignorante de Trump sacara lo más oscuro del electorado cuando Estados Unidos fue el ejemplo de la claridad de la aurora democrática. No me pasó ni por aquí que la mayoría le entregaría su voto a un Ku Klux Klan cuando antes se lo habían otorgado a un afroamericano. Que el humor nos dé un respiro. Propongo a Videgaray, promotor de la visita de Trump a nuestro país, como embajador de México en Estados Unidos; propongo que el día de su toma de posesión le mandemos la cabeza de Vicente Fernández, por haber hecho campaña en favor de la Hillary. Aunque del odio de Trump nada nos salva.

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