Alrededor del fuego

Doña Sabina nos invitó a su casa; fuimos llegando al oscurecer. Nos pidió que colocáramos las sillas en torno a la fogata. Los niños se sentaron en el suelo de tierra; los mayores en nuestro asiento. Las nietas de la señora llevaron platos y tazas en un huacal, la olla tamalera, atole de leche y tepache. Ya que nos servimos y mientras comíamos, nos pidió que nos presentáramos. Éramos vecinos y ya nos conocíamos, menos dos señores: Chago y Silverio. Después, Sabina tomó la palabra.
Señaló al hijo mayor de su sobrina: “Chago y su amigo Silverio”, dijo, señalando al otro, “acaban de salir de la cárcel, en Chihuahua. Hace casi 20 años los metieron porque asaltaron un tren. Ahora regresaron al barrio para estar con los suyos y sentirse protegidos. Me pidieron que los deje estar conmigo unos días, en lo que se acomodan, porque resulta que ya casi no conocen a nadie”.
El sobrino de Sabina, con la cabeza casi entre las rodillas, dijo con voz temblorosa: “la verdad es que Silverio −aquí presente− y yo nos conocimos en la primaria. Mantuvimos nuestra amistad todo este tiempo, después de salir de la escuela. Como muchos jóvenes, teníamos sueños guajiros: ser ricos y vivir a nuestras anchas. Después de andar rodando, decidimos pasar juntos al otro lado, y trabajar en Laredo o Brownsville; decían que allá se gana dinero fácil con los turistas. No sabíamos que, por ser mexicanos, éramos mal vistos. Tuvimos que escondernos de la policía, y hacíamos algunos trabajos sueltos. Nos agarraron y regresaron a la frontera. De allí, fuimos a Chihuahua. Se nos ocurrió asaltar el tren. Pero nos atraparon y metieron a la cárcel. En 20 años no nos hicieron juicio. Una abogada que andaba por allí nos ayudó a salir, con la condición de que fuéramos a sus reuniones”.
No terminaba Chago todavía, pero todos volteamos a vernos; nos preguntábamos qué hacíamos en esa reunión, con ladrones y expresidiarios.
En eso, Silverio tomó la palabra: “… la abogada llevaba años trabajando en las cárceles. Dijo que, cuando comenzó su carrera, pensaba que la justicia se imponía por sí misma; pero que, pronto, se dio cuenta de que «poderoso caballero es don Dinero». Dijo que, cuando era joven, se inauguraron en México cárceles a las que llamaban «modelo», porque no buscaban castigar al delincuente, sino su reinserción social. Pero pronto se dio cuenta de que, aunque en la prisión hay asesinos, ladrones y gente malvada, la verdad es que casi el 70% de los que están allí no son los agresores que se cree; más bien, son inocentes que lleva años esperando inútilmente que se les abra juicio; en su mayoría, ni siquiera saben por qué están allí; son frágiles, ignorantes, son acusados de delitos para ocultar las faltas de ricos y poderosos y dejarlos libres de responsabilidad, que son los que de veras dañan a diestra y siniestra”. Silverio tomó fuerzas para añadir: “las cárceles en casi todo el mundo están atascadas por «chivos expiatorios, inocentes»”.
Interrumpió doña Sabina: “es cierto. Mis amigos policías cuentan que a diario ven la impunidad de sus jefes o de amigos ricos. Culpan de sus faltas a inocentes; el sistema les echa la culpa, para que los poderosos no den la cara. Muchos inocentes son castigados por delitos que no cometieron, pero están en la cárcel; tienen que lidiar con una justicia equívoca. También, otros se mueven como sonámbulos en las calles, en el trabajo, en las fábricas, en las parcelas, en la vida…, si es que lo que viven es vida”.
Había niños en el grupo, pero no nos detuvimos para comentar esta condición de injusticia básica, de opresión, de ignorancia. Se vive como impotencia, fanatismo religioso, energía enajenada, gente pobre de conciencia y ajena a la destrucción del mundo.
Deseando otro estilo de vida, con alguna esperanza, regresamos a nuestras casas cuando se apagó la fogata.
No quisimos sentirnos incapacitados o derrotados. Gracias a Chago y Silverio, después de la reunión nos hemos vinculado con organizaciones de otras partes del país, para, en nuestros espacios, construir un mundo bueno para todos, los de ahora y los que vienen.