Se dice en el barrio

No pasa nada

“Meche llegó agitada; hacía grandes esfuerzos por tranquilizarse. Desde que entró, se me figuró que traía algo. Por eso me le acerqué y le eché el brazo izquierdo, para abrazarla, y con la derecha empecé a alisarle el pelo. Como que eso fue lo que le abrió la llave, pues lueguito soltó el llanto. La vi tan inquieta que me alarmé de a deveras”.

–“¿Pos qué te pasó, m’hija? Cuando te fuistes a trabajar ibas muy contenta; si hasta te veías entusiasmada cuando me dijistes que, aunque no sabías cocinar bien todavía, querías preparar el chicharrón prensado que tu patrona compró ayer en el mercado. ¿Qué?, ¿no le gustó? Si quieres, yo te paso otra receta, más mejor”.

–“No te asustes, manita. A doña Magos le encantó el chicharrón que cociné con epazote y un caldillo de jitomate con chile serrano, como me recomendastes; después, como plato principal, serví un caldo de gallina, con pierna y muslo. Pero vengo muy asustada, por otra cosa… Fíjate que iba saliendo de la casa de los patrones y, como ya estaba escureciendo, no se veía con claridá”.

La Nena detuvo su narración y abrió la boca como para tomar aire; es que creía que se iba a ahogar, aunque ya estaba más tranquila. Contarle a su hermana Caro lo que le había pasado la calmaba. Con nuevos ánimos continuó:

“Resulta que abrieron un joyote en la coladera que atraviesa la avenida, para arreglar el drenaje que recibe el agua de las casas y de la lluvia. Le pusieron un letrerote amarillo, que pa’que los coches no se fueran a caer. Pero la de malas: una camioneta blanca, con cristales ahumados, llegó y se clavó de cabeza; nomás quedaron de fuera las ruedas traseras y la cajuela. Yo misma vi la camioneta, cuando ya estaba en la zanja, aunque no pasaba yo por allí cuando merito se dio el accidente. Ya se había juntado un montón de gente, y varios contaban las cosas de diferentes maneras. Pero una señora, que cuando el auto cayó venía en sentido contrario, empujando el carrito con su niño en la calle, bien que se dio cuenta de todo. A los de la patrulla les dijo que el conductor no manejaba bien, pues venía como haciendo “eses”, y a ratos hasta se subía a la banqueta; le pegó en un costado a un coche que estaba estacionado, volvió a arrancar el motor, pues se le había parado, y al hacerse para atrás aventó una moto que iba pasando, luego le pegó al muchacho de la bicicleta y, finalmente, cayó en la zanja”.

Meche le pidió a su hermana un bolillo, “para el susto”, y se preguntaba qué habría pasado si mata al de la moto y al de la bici y atropella a la señora con el niño. Después de dos mordidas al pan, siguió contándole a Caro:

“Fíjate que llamaron a la grúa, y sacó de la zanja la camioneta. Cuando abrieron la puerta, al volante estaba una señora como de 40 años; no se veía golpeada, pero sí muy confundida. Cuando los policías le pidieron sus documentos, ella les gritó si se daban cuenta con quién se metían: que ella tenía un cargo en el municipio, y venía precisamente de una reunión de trabajo. Cuando los de la patrulla le preguntaron dónde había sido la reunión, ella dijo que allí cerquita; los policías insistieron en saber dónde y, después de mucho ‘hacerse del rogar’, ella confesó que había sido en una cantina ‘de aquí, a la vuelta’. Después llegaron unos señores, de traje elegante, y se llevaron a un lado a los policías, para hablarles. Fue cuando dejaron libre a la ‘ñora’del accidente, pues dijeron que ‘estaba cumpliendo las funciones de su cargo, cuando lo de la zanja’, vino la grúa y se llevó la camioneta; los señores elegantes metieron a la funcionaria al coche que ellos llevaban, y se fueron. Así de sencillo”, remató Meche.

“Al día siguiente, mientras desayunábamos chilaquiles con frijoles negros, al volver a hablar de lo del día anterior, la Nena me dijo que, aquí, hay dos clases de personas: las que pueden hacer lo que les venga en gana…, hasta atropellar a otros, amparándose en cargos o dinero; pero hay otras personas, que se la pasan trabajando todo el día por unos cuantos pesos y, cuando necesitan, nadie las toma en cuenta, o hasta las meten en prisión”.

“Entonces despedí a mi hermana y, en mi intimidad y con el mayor fervor, le pedí a Dios que me la regresara con bien, en la noche”.

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