Se dice en el barrio

Sin nombre

No me interrumpa pa’ decirme que ya conoce est’historia. Sé muy bien que se l’han contado millones de veces, aunque pue’que hayan sido otras versiones o referidas a otra gente. ¿O qué?, ¿piensa que le cuento a usté siempre lo mismo, sólo sancochado de otra forma, o que una debe hablar sólo de hechos “probados científicamente”, y que lo que se diga diferente es mentira? ¡Nada! Cada quien cuenta las cosas como las vive.

Pa’ no tener que repetirlo, aclaro que ella se llama Sin nombreDesd’el principio le pedí a usté que no me fuera a interrumpir, y ahora me exige que no siga porque me refiero a la que no tiene nombre. ¿Qu’entons pa’ qué hablo de ella, si ni nombre tiene? Pos por lo mismo: porqu’es la que v’allá, en la calle d’enfrente, caminando, aunque usté no la ve cuando pasa por aquí y se hace a un lado pa’ no chocar con uste. Así es ella: invisible y fantasmal. Podría’star entre nosotros, y ni cuenta nos daríamos; pero no porqu’ella se esconda, sino porque, la verdá, parece que a nadie l’importa. Hay millones en el mundo que tampoco tienen nombre, andan vagando en las calles, porque no tienen casa o, mejor, porque el concreto de la calle es su madre, su padre, su hermano, su todo.

Con decirle que los papás de Sin nombre ni siquiera se dieron cuenta de cuando la encargaron o de cuando nació. Sólo, de repente, ya´staba allí, con berridos que a una la dejaban sorda; y, como no aguantaron sus gritos, tons la tiraron al bote de desperdicios.

¿Por qué dice usté que nadie, en su sano juicio, podría tirar a su hijo al basurero? Ése es el punto: creemos que los demás piensan como usté o como yo, como si cada persona fuera ejemplo de lo normal y, por tanto, todos juzgáramos igual; pero no; resulta que cada cabeza es un mundo, y que lo que le preocupa a usté no es algo que les importe a otros. No hay un solo molde de vida humana; ésta tiene muchas formas, aunque nos movamos como si los demás opinaran lo mismo que yo. No se dan cuentan de que cuando se supone que “lo que yo pienso” va a ser seguido por todos, es como si yo fuera modelo pa’ los demás y que, por tanto, todos estuvieran di’acuerdo con mi pienso.

Yo y usté vemos algunos asuntos del mismo modo. Por eso pensamos en ésos que buscan casas albergue donde rescaten a niños a los que les han matado a sus papás y han quedado huérfanos. Pero muchos ni cuenta se dan de que eso pasa en tantos lados… ¡Hast’aquí, en medio de nosotros! Explíqueme usté, si no, cómo hay gente que quiere meter drogas a escuelas pa’ venderlas a los chamacos.

Le quiero confesar que, antier, en una reunión, nos explicaron que hay millones de niños que viven solos, en las calles. Con decirle que la gente ni siquiera se da cuenta de ellos; no están en los censos, porque no hay manera de contarlos: como no tienen casa, siempre se’stán moviendo, se quedan donde pueden (debajo de puentes, frente a la cortina de una tienda, en la entrada del mercado, en la calle). “Ellos sí que no tienen raíces”, dijeron; interrumpí al ponente y grité, convencida: “¡nadie de nosotros tiene raíces!, no somos plantas”; entonces, me dijeron en el micrófono: “Sí tenemos raíces, pero no como plantas; nuestras raíces son culturales, familiares, sociales. Los niños de la calle no las tienen; como si hubieran caído en un agujero negro”; al principio no entendí, hasta que explicaron que en el universo hay agujeros negros que se estudian en astronomía, y que nada, ni la luz, puede escapar de ellos; como si tragaran planetas y energía del espacio”. La mera verdá, seguí sin entender, pero lo que sí capté es que, al caer un planeta en un agujero negro, desaparece, porque es devorado pa’ siempre. Eso pasa con los niños de la calle: no tienen casa, ni familia, no tienen escuela ni futuro, no pueden reclamar sus derechos, pues están totalmente indefensos y son invisibles, como que cayeron en un agujero negro de la sociedá. No hay nadie que los cuide y proteja, los ayude a crecer, les ofrezca espacios para educarse, jugar, alimentarse, recibir cariño e identificarse con una sociedá. Como si se los hubiera tragado un agujero negro.

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