Se dice en el barrio

Todo está cambiando

“Hace dos años qu’estoy con Mercedes… Pero no me malentienda, Claudio. Vengo de cerquita di’Amealco, di’una ranchería onde la gente s’está muriendo de sed y hambre, no hay trabajo, unas companías si’apoderaron de los pozos de las comunidades y los vecinos andan muy enojados. Mi’urgía ganar algo pa’ mantener a mis apás, ya mayores, que se quedaron cuidando a m’hija, de doce años; ellos ’ora comen lo que unas gallinitas y la poca cosecha les dan, pero se necesita dinero pa’ medecinas, ropita, herramientas y todo lo demás. Cuando alguien me dijo qu’en Querétaro si’abría una fábrica, rumbo a San Luis, vine corriendo pa’ ver si me contrataban. Mi’aconsejaron venir con doña Meche, que quedó viuda después de cincuenta años y, pa’ mantenerse, rentó un cuartito, en el que vivo, pos’ no puedo pagar más con lo que gano como encargada del aseo…”.

La interrumpió Claudio para decirle: “A mí también me hablaron de ella. Llegué preguntando por doña Meche, y me rentó esos tres cuartos, con su baño; dijo que es donde vivían ella y su marido. Me metí con mis hijos y mis cosas”.

Luisa siguió la narración que interrumpió Claudio: “tons’, doña Meche me dijo que podía usar su estufa pa’ cocinar, y comer en su mesa. Por eso, uste’ me ve allí en el desayuno o en la cena”. Se detuvo un instante y añadió: “Uste’ no es de aquí, ¿verdá’?”.

Ruborizándose, Claudio dijo: “Perdona, Luisa. Apenas estoy conociéndolas y, al verlas juntas, supuse que ustedes eran madre e hija, o pareja. Y tienes razón: soy de México. Ana y yo nos casamos allá, en Tacuba; rentamos una casa en Tlalnepantla: allá trabajábamos los dos. Vivíamos siempre alegres, como matrimonio joven. A los dos años nació Yénifer, y la familia entera se puso feliz. Dos años más y nos llegó Íker, quien terminó el cuadro: apenas dio sus primeros pasos, y desde entonces quería andar brincando con Yénifer. Pero nos sentíamos mal porque yo ganaba muy poco en el taller mecánico, y a Ana no le iba mejor acomodando mercancía en el supermercado”.

“Es cierto, Claudio. Yo ando sin saber qué hacer, pues mi Beti acaba de cumplir quince años, trae problemas de mujer, y mis papás ’tan preocupados. Dicen que ’ora es cuando más me necesita m’hija y me piden que regrese. ¿Qué hago?, ¿dejo mi trabajo?, ¿de qué vamos a vivir? …Pero uste’ m’estaba platicando, Claudio, qu’estaban muy a gusto los cuatro. ¿Por qué, pues, está uste’ aquí, con sus hijos? No me vaya a decir que se le murió doña Ana”.

“¡No, Luisita! En Tlane la cosa iba de mal en peor, pues, con eso de la automatización electrónica, cada vez había menos trabajo, pero llegaba mucha gente de fuera, buscando chamba. Por pobreza, discriminación y represión, muchos salimos a la calle a protestar. Usted podía ver marchas a cada rato, hacia la presidencia municipal o recorriendo las principales calles; reclamábamos igualdades y derechos. Salieron mujeres, grupos de ‘lgbttt’ (o no sé cómo se diga), de sindicatos, de madres solteras y hasta de ancianos, para exigir atención”.

“Aquí también ha habido marchas de ésas, Claudio; muchos están protestando… No sé qué pasa en Clanepancla, o de donde usté’ viene, pero aquí la gente reclama porque es descriminada: no se les da buena atención médica a todos o no tienen seguro social, en las cárceles se maltrata a la gente, anque ni siquiera l’hayan declarado culpable después de diez años d’estar allí guardada; la gente jodida que viene de otros países es mal vista y la corren de todos lados”.

“Pos sí, Luisa; hoy hay exigencias de ésas donde quiera. Participé en marchas, plantones y reuniones de grupos para ver qué más podíamos hacer, además de exigir que se nos respeten nuestros derechos humanos. Hoy ando acá, en Querétaro, pero no porque mi mujer se haya muerto, sino porque terminé enamorándome de Saulo, otro trabajador del taller; cuando él y yo nos dimos cuenta de que nos atraíamos, hicimos muchas cosas para no cometer barbaridades. Hasta fuimos al psicólogo, aunque no se pudo remediar nada. Decidimos vivir juntos. Pero, cuando se lo platiqué a Anita, ella se enfureció y me corrió de la casa. Por eso me tuve que venir, y mis hijos decidieron acompañarme, para no dejarme sin apoyo. Saulo acaba de pedir su cambio de Tlane, y espero que pronto llegue para vivir con nosotros”.

“Lo entiendo muy bien, Claudio. Pero me preocupa también Anita; y usté’ bien sabe qu’en México les va muy mal a las mujeres que viven solas”.

“Precisamente por eso les estoy pidiendo a mis hijos que se regresen con su mamá, para acompañarla”, respondió Claudio, cabizbajo.

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