Sólo para nostálgicos

Dos fallecimientos; una coincidencia

A lo largo de la vida de las personas existen coincidencias, como haber estado en la misma escuela y no haberse conocido, vivir en la misma colonia, etc.

El jueves 14 de este mes —septiembre— falleció a la edad de 56 años el caricaturista Nerilicón, su nombre Antonio Neri Licón, publicaba sus cartones en un periódico de la Ciudad de México, su trabajo fue más allá de nuestras fronteras y publicó en el New York Times.

Estudió Comunicación Gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y Diseño Gráfico en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Fue un caricaturista crítico, mordaz, su trazo dibujó a políticos, estuvo a favor del medio ambiente, sus cartones no tenían palabras, por sí solos eran un editorial.

En 1997 recibió el Premio Nacional de Periodismo en Caricatura. También fue reconocido con otros premios, como el Premio Nacional de Periodismo de México en 2005 y el Premio Internacional de Caricatura de la Fundación Hermenegildo Bustos en 2011.

Y un día después —15 de septiembrefallece otro artista a la edad de 91 años, el colombiano Fernando Botero, que asombró al mundo con sus esculturas y dibujos.

Desde niño se aficionó por el dibujo y los toros, un tío lo inscribió en una escuela de tauromaquia y de ahí nació la afición por plasmar toros y toreros en su obra.

Fue admirador de la obra pictórica de Diego Rivera y de David Alfaro Siqueiros.

Realizó estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid; inició su carrera como ilustrador de un periódico en Medellín.

En su obra los personajes son voluminosos, no le gustaba el término de ‘gordas’, en 1951 hizo su primera exposición en una galería en Bogotá.

En 1952, Botero recibió un premio en el Salón Nacional de Artistas, lo que le permitió viajar a Europa, radicó en Florencia, donde estudió en la Academia de San Marco.

En la década de sesenta incursionó en Estados Unidos, con una primera muestra en el Milwaukee Art Center.

En 1969 realizó su primera gran exposición en la galería Claude Bernard de París y en 1972 en la Marlborough Gallery de Nueva York. Al año siguiente se trasladó a París, donde realizó sus primeras esculturas en la Feria de Arte de la capital francesa.

En 1992 Botero exhibió treinta esculturas de bronce en los campos de Elíseos en París.

En 1992, exhibió en Madrid esculturas en el Paseo de Recoletos. Una vez finalizada, donó al Ayuntamiento la Mujer con Espejo que se encuentra en la plaza de Colón

En 1993, expuso algunas de sus esculturas de bronce en las calles más famosas de Nueva York. Esta exhibición se realizó en Park Avenue, con catorce esculturas, dos por cuadra. Además, Adán y Eva fueron instalados en la plaza Toref Fredman.

En 1997, cuando ya era un encumbrado artista, Botero donó a la ciudad de Medellín 23 de sus esculturas y se dio inició a la construcción de la Plaza que lleva su apellido y cambió para siempre la imagen esa ciudad.

En 1998 Fernando Botero realizó una extraordinaria donación a Colombia: regaló 123 de sus obras —dibujos, pinturas y esculturas—, además de 85 cuadros y esculturas de otros artistas mundialmente reconocidos que formaban parte de su colección personal.

Y dijo: “Si un regalo no le duele a uno, no es un buen regalo”.

En 2012, su obra llegó a Bellas Artes en la Ciudad de México, cinco esculturas estuvieron expuestas del 29 de marzo al 10 de junio, se calcula que fueron trescientas mil personas que acudieron a admirar su trabajo.

Botero fue pródigo en exhibir en donar y exhibir su obra, en Argentina disfrutan del Busto, una escultura de silueta inconfundible en el Parque Thays de Buenos Aires, en Chile, a la entrada al Museo de Arte Contemporáneo de Santiago el Caballo de Botero, una figura que bien podría evocar a los gauchos de la Patagonia. Panamá, Puerto Rico y en Caracas en el Museo de Arte Contemporáneo hay quince esculturas.

Y los nostálgicos recuerdan a estos dos artistas, cada uno en su espacio, que dejan huella con su obra.

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