Día Ciento cinco
Bitacora de Viaje
(de Estudios Socioterritoriales)
Por: Manuel Basaldúa
La migración es un fenómeno fascinante que ha acompañado al hombre desde su aparición. La movilidad es una de las cualidades que tienen los grupos sociales. Gracias a esta lenta, pero impasible acción de moverse, el hombre se dispersó en todos los continentes, como si fuera semilla de una flor de diente de león. Fue dejando sus rastros no sólo con la caza, sino también con los apuntes etnográficos primitivos en las rocas de las cuevas, platicando sus aventuras por la forma de atrapar a sus presas. La migración del hombre también ha tenido referencias bíblicas, el movimiento de pueblos nos indica la búsqueda del bienestar o sacudirse calamidades del lugar de origen. Atribuyéndole cosas fantásticas, religiosas, la justificación del éxodo fue la palabra de Dios, la búsqueda de una tierra divina. Más adelante, fue la búsqueda de El Dorado. En Meso y Aridoamérica, la búsqueda fue desde Ixtlán para encontrar un águila devorando una serpiente y ahí establecer su pueblo. Y así sucesivamente, encontraremos referencias con las que el hombre justifica o encuentra un pretexto para moverse de un lugar a otro.
La esperanza es lo único certero que puede tener el migrante. En los últimos años, convertido en un fenómeno social devenido a proceso social, casi alcanza el nivel de institucionalización dado la frecuencia, la intensidad y las asombrosas hazañas por las que atraviesa y experimenta el migrante. Son épicas las travesías, que convierten en héroes a quienes las llevan a cabo, y en transporte a casi cualquier objeto. Los gitanos, montados en caballos de chatarra entre expulsados de los países bizarros de Europa del Este hacia la Europa central, han significado el icono de la migración. En California, todavía se encuentran integras las calles empedradas con meticulosidad hechas con la mano de obra china, un artesano tributo a una tierra que los explotó durante décadas, pero que les abrió las puertas para establecer sus barrios. En España, las frágiles embarcaciones -casi del grueso de la cáscara de una nuez- que usan los africanos para salir de su continente, son confiscadas para tirarlas a la basura. Pero en ella pudieron escapar docenas de hombres y mujeres que muchas veces mueren en el intento.
En Florida, llegan los despojos de las llantas del negro caucho de los valientes que buscan la libertad que en Cuba dicen no tener. Pero tienen que pagar el costo de una travesía por el mar caprichoso y traicionero del Golfo de México antes de llegar a la Unión americana. En América, la atracción siempre es hacia el norte. Y Estados Unidos se ha convertido en la Meca moderna que ha tolerado y aceptado la inmigración de más de 20 millones de personas en los últimos años. Pero la novedad y el asombro del mecanismo de migración reciente tiene como referente a una sierpe metálica, que ha sido bautizada como “La Bestia”.
El ferrocarril elevado a ser mítico, es la balsa terrestre de miles de centro americanos que buscan afanosamente llegar a Estados Unidos. De esas personas que dicen inconscientemente, de manera ciega y mecánica que persiguen “el sueño americano”. Aunque saben perfectamente que es una pesadilla dentro de otra pesadilla.
Esta torre de marfil horizontal lleva en su cresta migrantes de Brasil, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador, y de los demás países en los cuales parece que mueren de hambre sus pobladores, incluyendo los nuestros de los estados del sur, como Chiapas, Oaxaca o Yucatán. En cuestiones proporcionales, mueren en el intento de la travesía un poco más de 1,300 de personas. Pero esos 1,300 muertos son una mínima parte de los 250.000 que van casi ofreciendo su vida. En el trayecto, los migrantes sufren toda clase de calamidades, desde las mutilaciones de sus cuerpos, que muchas veces les cuestan la vida, hasta los asaltos, robos, engaños. Luego, la perversidad actúa, hasta llegar a las patologías sociales. Las violaciones de mujeres son disfrazadas por las acciones promiscuas llevadas a cabo entre los migrantes, que indolentes son llevadas a cabo.
En Estados Unidos, en la conquista del Viejo Oeste y la migración por la enfermiza fiebre del oro, el tren fue fundamental; fue el símbolo de la colonización y del progreso. Ahora, la Bestia simboliza lo contrario. Significa el despoblamiento de barrios o naciones que huyen de la miseria, provocando más miseria a su paso. Los gobiernos involucrados refieren que invierten miles de millones de dólares en la contención de la migración. La migración también ha provocado problemas concomitantes que se van acrecentando y agravando de acuerdo a las coyunturas políticas de las administraciones gubernamentales de los distintos países. Lo que a veces deja la impresión de que tantos millones de dólares son invertidos en reproducir la pobreza. Contrastan con los montos generados por las remesas enviadas por aquellos que sí han logrado rebasar la frontera norteamericana, y que hipócritamente, los gobiernos locales presumen del crecimiento de esos flujos económicos que significan inversiones locales.
La necesidad de explicar algunas fases del éxodo, o de las migraciones humanas, nos permite conocer las imbricadas redes sociales y económicas del hombre, así como sus míticas acciones.
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