Día Ciento quince
Bitácora de Viaje
(de Estudios Socioterritoriales)
Por: Manuel Basaldúa Hernández
Nos metimos en la panza del molino de viento una fría mañana del mes de abril. El sol se traslucía por los orificios de las ventanillas haciendo que todo fuera dorado. El ruido producido por los maderos era intenso, crujían hasta el estremecimiento cuando rozaban uno contra otro. El mecanismo de operación del molino seguía siendo rudimentario, sólo en forma demostrativa para los visitantes. Y nos encontrábamos ahí, en un lugar de La Mancha, donde siempre quiero verme y acordarme.
Estoy muy agradecido con mi amigo Juan José Gutiérrez Álvarez, quien gestionó una serie de pláticas y conferencias para que las impartiera en la Universidad de Córdoba y de Granada. Y gracias a este viaje pudimos recorrer algunos rincones importantes e interesantes de ese país ibérico. Estando en España, nos fuimos a conocer esa región manchega porque quedaba en nuestro paso rumbo a Madrid. La ruta del Quijote es espectacular y asombrosa. Contiene mucha carga de leyenda y de invenciones, pero su peso histórico lo mantiene y lo vincula íntimamente con la obra de Cervantes cada rincón de La Mancha. Ahora, en este año, se cumple el 400° aniversario de la edición de la segunda parte de una obra que es fundamental para la cultura universal, y particularmente la hispanohablante: “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”, escrito por Miguel Cervantes Saavedra. El primero, escrito en el año 1605, y el segundo, del que festejamos el 400° aniversario, en 1615.
Pisamos la región manchega, y nos emocionó estar en el poblado pequeño pero muy emblemático: Consuegra. Este lugar habitado también por enormes pajarracos que anidan en las torres de las iglesias, que construyen unos nidos donde fácilmente una persona puede caber cómodamente en esos entresijos de varas, pastura y hojas de rama, hacen que las cigüeñas sean parte de la estampa urbana. Ahí visitamos una posada. La posada mas austera que pude haber conocido. Pero sólo en términos físicos, por la sobriedad de su construcción, siendo una hacienda en forma rectangular, con un enorme patio central, un zaguán que daba paso a ese patio de dos pisos, y con techos de madera, sus paredes de cal y canto, blancas como el plumaje de las cigüeñas y contrastando con sus colores verdes secos y azul añil. La importancia de la posada radicaba en la vieja creencia de que ahí, justo en ese lugar, había pernoctado el caballero de la triste figura.
Si uno ponía atención, se podía imaginar los sonidos producidos por los metales de la armadura del Quijote, la agitación de la respiración de Sancho, su fiel escudero, y el chocar del piso con las herraduras del caballo fiel, Rocinante. Disfruté mucho encontrarme en el poblado de Consuegra, compartiendo el espacio físico, aunque no el tiempo y el momento, con el personaje más emblemático de la cultura española. Identificándome con la acción imaginativa de Miguel de Cervantes, para burlarse un poco de aquella literatura de caballería, desmitificando la corriente literaria sagrada de aquellos tiempos.
En esta fase histórica donde la predominancia es la tecnología, las redes sociales, lo virtual, lo etéreo, tiene un valor mayor el contacto físico, la evocación. Por eso creo que el turismo es una parte fundamental en el desarrollo de los lugares, de las regiones y de las comunidades, que deben explotar ese recurso. Consuegra y la región manchega tiene un ejemplo extraordinario en este sentido. El rescate y mantenimiento de los lugares, las construcciones y los espacios deben ser un modelo a seguir. La articulación con la economía regional, como se ve en nuestra Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y en particular en nuestra Licenciatura en Estudios Socioterritoriales, nos permite vislumbrar la teoría sobre el aprovechamiento de tales recursos.
Sigo asombrado con la existencia de los molinos de viento. Le doy la razón a ese personaje que actuaba como alguien sin razón, imaginando, soñando, alucinando, tremendos y enormes monstruos a los que había que combatir. El ingenioso hidalgo Don Quijote tiene ya sus primeros cuatrocientos años de existencia. Este viaje es uno de los que atesoro, igual que mi amistad con Juan José, que me permitió ver las llanuras manchegas, y construir una estampa casi onírica.
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