Opinión

Día Ciento veinte y dos

Bitácora de Viaje (de Estudios Socioterritoriales)

Por: Manuel Basaldúa Hernández

Sábado Distrito Federal, sábado distrito federal. –léase esta frase con el ritmo y el sonsonete de Chava Flores-. Los cambios territoriales y de nomenclatura han sido constantes en nuestro país. La geografía se conocía hasta mediados del Siglo XX con los siguientes datos: 29 Estados, dos territorios y un Distrito Federal. El más emblemático era el territorio de Baja California. En el año de 1952 se creó como el Estado libre y soberano, con autonomía para gobernarse, e independiente en sus decisiones sobre su futuro.

Otro de los territorios de México fue asignado el de Quintana Roo. En el año de 1931 la transformación de tal territorio se expandía y se reconfiguraba con Yucatán. Ese estado atrajo la administración de esas tierras e islas, y la anexión tal como se había hecho mantuvo la identidad de aquellos pueblos como un reducto maya que se aferraba no sólo a su cultura ancestral, sino a la separación de lo que se llamaba México, concebida por aquellos naturales como lejana y forastera. Durante muchos años, incluso en una época no muy lejana, al estilo de los griegos que se referían de “barbaros” a quienes no fueran de su tierra, los Yucatecos y los de quintana Roo se referían a los demás como “mexicanos”

Tanto  Baja California,  Quintana Roo y Yucatán fueron poblados con gente llevada de otras entidades. Baja California sur, principalmente La Paz y Los Cabos fue habitada por gente de Tlaxcala. Cuando se divide la Baja en norte y sur, esta última parte se quedó con los tlaxcaltecas, en tanto que los sonorenses, de Chihuahua, Durango y otras entidades se fueron a la Baja Norte. Ahí aprendieron el manejo del mar, a pescar y a convivir con la arena, con la fauna extraordinaria del mar de Cortez y de las migraciones marinas de América del Norte.

A su vez, La península de Yucatán fue poblada con trabajadores que llegaron de la parte norte de Veracruz, de Tamaulipas y hasta de San Luis Potosí para la explotación de la madera de los bosques yucatecos, y para la explotación de un material que estaba siendo la sensación y que llamo la atención de un norteamericano de apellido Adams; el chicle.

El territorio del interior tiene una historia interesante. No me detendré en esta ocasión en el caso, pero la conformación del Estado de México abarcaba una enorme extensión. El Distrito Federal tiene sus antecedentes desde 1824, cuando se decreta que el área donde se ubicaba La plaza Santo Domingo, fuera la administración que concentrara los poderes de esta entidad mexicana. Pero sus límites presentaron varias dificultades al dejar fragmentados otros territorios. Después se fue ampliando, y su nomenclatura se fue modificando, incluso desaparece esa asignación y la convierten en Departamento. En el año de 1847 cobra la figura de Distrito Federal y dentro de ese territorio se establecen y asientan los máximos poderes de la nación. Después de pasar por varias reformas y modificaciones de leyes y territorios, la extensión que anexaba villas, pueblos y comarcas, el mapa del Distrito, que contenía en su interior a la ciudad de México, la figura geométrica queda tal como la conocemos actualmente. Primero Juárez y después Porfirio Díaz le hacen esas modificaciones definitivas, para dejarla históricamente con ese tamaño. En resumen, el espacio que otorgó el territorio del Estado de México dio origen al Distrito, que ya con Juárez y Díaz, con su epíteto de Federal, ayudo a definir su personalidad. Desde entonces, de forma histórica, esa zona concentro la presencia de los poderes máximos de la administración de México. La seguridad y la disposición de recursos  ocasionaron que más poderes y funciones de gobierno buscaran sus sedes respectivas. La ciudad de México empezó a experimentar una concentración de grupos de población en forma excepcional. La Ciudad de México se convertía en una paralela del Distrito Federal, y a su vez, el Distrito Federal contaba con el entorno de la Ciudad de México.

El Distrito Federal vivió una simbiosis con la Ciudad de México. La centralidad era una práctica estridente en nuestro México contemporáneo. La densidad de población no era una simple aglomeración, era una característica que le dio la personalidad a la ciudad. Se convirtió la ciudad en un personaje, pero también en un territorio con vida propia. Articulado con el territorio que le cedió de manera primigenia su espacio, el territorio del Estado de México, es ahora una nueva entidad.

Las cosas no son tan sencillas, todavía faltan algunos pasos. Pero la propuesta ya está en marcha, y en el año 2017 a más tardar tendrá ya su status de Estado. Así que tendremos una constitución nueva, y el Estado más reciente de nuestra Federación. Las referencias al Distrito deberán ser repensadas. La geopolítica es el lugar para la creación de estos nuevos espacios.  Pero tendrá que resolver algunas cuestiones antes de concretarse. Del nuevo estado, su capital no será solamente esa, sino que buscara ser la capital de todo el país. Sus municipios serán tomados de las Delegaciones, donde se instalaran los nuevos Ayuntamientos. Ni tardos ni perezosos los del “Deforma” ya tomaron cartas en el asunto, y han señalado que ahora pasarán a ser “provincia”, y que Tepito, será un lugar para que se gestione como “Pueblo Mágico”. La concentración de poderes, de Embajadas, de empresarios, de artistas, de literatos, contribuirá a que El DF vaya tomando algunos tintes de “provincia”.  El ejercicio de la creación de la entidad más nueva en nuestro país nos demuestra que el territorio es dinámico y tiene una carga social inusitada.

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