Opinión

El mito de la enfermedad mental

Punto y seguido

Por: Ricardo Rivón Lazcano

rivonrl@gmail.com

Pronto pasó por la agenda mediática queretana el tema de la salud mental. Momentos de la sociedad del espectáculo, cifras que poco o nada dicen, mensajes con esa cualidad mágica de encajar suavemente en la opinión pública.

Hasta una iniciativa de ley se discutirá, dicen en la Legislatura local, para “busca dar certeza en materia de salud mental a la sociedad queretana, en donde se encuentra rezagado el tema por parte de las autoridades correspondientes”.

Observando con cautela y serenidad intencionada, tendríamos que proponer que la salud mental no brilla por su presencia en los liderazgos formales e informales de nuestros políticos y gobernantes. Tampoco, desde luego, y más cerca, en los comandos de organismos académicos como nuestra universidad. No es necesario, en el mismo sentido, preguntarse tanto por la salud mental de las familias, empresarios, sacerdotes, maestros, periodistas por supuesto y un largo etcétera para conjeturar que, coloquialmente dicho, estamos fritos.

Hay una trampa no tan sutil cuando hablamos de salud mental y se ofrecen cifras y remedios, presupuestos, leyes y políticas públicas. La pequeña trampa consiste en asumir que uno no padece la ausencia de ese bien; son otros los afectados.

¿Qué tan saludables, mentalmente hablando, son los promotores de la salud mental?

Un viejo libro publicado en inglés a principios de los revolucionarios años sesenta del siglo pasado, traducido por Amorrortu en los noventa, puede ser, no sin dificultad, pertinente para abrir el panorama “mental” de las discusiones, debates o simples reflexiones en torno al tema. Valdría la pena para no apresurarse en la toma de decisiones. Creo que el libro sigue vigente.

‘El mito de la enfermedad mental’, lleva por título, y el autor Thomas S. Szasz. Acceso libre en internet.

Szasz se refiere permanentemente a la función del psiquiatra de su tiempo, función que por supuesto conserva en la actualidad, pero con una ampliación cooperativa de otras especializaciones y avances técnicos y de conocimiento.

He seleccionado los párrafos que siguen de uno de los traductores de Szasz al español, Antonio Escohotado.

-La propuesta de Szasz –que la enfermedad mental es un mito, y que los psiquiatras no se enfrentan con patologías, sino con dilemas éticos, sociales y personales- cobra su sentido pleno a la luz de aquello que él considera saludable. En vez de suscribir pautas de acción (“reglas de juego”) que fomentan la puerilidad y la dependencia, el psiquiatra debería basarse en aquellas que apoyan lo contrario: “reglas que subrayan la necesidad de que el ser humano se esfuerce por alcanzar maestría, responsabilidad, autoconfianza y cooperación”.

– En definitiva, la clientela de psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas está formada ante todo por individuos que no quieren renunciar a juegos aprendidos en fases tempranas de su vida, siguiendo un triple esquema de conflicto. Unos se aferran a las reglas antiguas, rebelándose contra los retos que plantea aprender las actuales; otros tratan de superponerlas, mezclando juegos mutuamente incompatibles, y otros se aferran al generalizado desengaño, “convencidos de que no existe ningún juego digno de ser jugado.”

– “Se diría que el hombre moderno hace frente al problema de elegir entre dos alternativas básicas… Una es desesperarse a raíz de la utilidad perdida o el rápido deterioro de juegos penosamente aprendidos. La otra es responder al desafío de la incesante necesidad de aprender… y tratar de hacerlo de manera satisfactoria”.

-La educación religiosa en edades tempranas atrofia el futuro mental del individuo: Mirado de cerca, el principio de tener fe y despreocuparse del resto –que se expone paradigmáticamente en las palabras de Jesús, cuando propone ser tan imprevisor como los pájaros o las plantas- contienen una invitación al descuido, la pasividad y la incompetencia.

-El terapeutismo coactivo sigue siendo una forma de jugar torpe o tramposamente el destino de insondable libertad y comprensión aparejado a la condición humana. A nivel singular, lo mismo sucede con los males nerviosos, luego llamados enfermedad mental, que de un modo u otro pasan por alto nuestra capacidad de aprendizaje.

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