El país de uno
Por Daniel Muñoz Vega
Suelo tener el mal hábito de comprar revistas que luego ni leo. Ahí me veo de vez en cuando hojeándolas en algún Sanborns; después de revisar lo que hay, viene el maldito proceso de compra para llevarme cuatro o cinco; por cierto, ¿por qué Sanborns no da facturas digitales? Aprovechando mi estadía en dicha tienda, a veces me como una tostada de pata o unos tecolotes, esos molletes que tienen chilaquiles. Otras veces simplemente me tomo un café americano. ¿Comprar películas en el Sanborns? El otro día me encontré el documental Inside Job y mi ansia por verlo me doblegó para comprarlo, caro por supuesto.
El otro día salí del Sanborns y me dirigí a Mix Up. Soy fanático de la serie How I met your mother, he comprado dos temporadas en esa tienda, mi hermana me regaló otra que compró ahí mismo. ¿Algún CD? ¿Quién compra CDs todavía? Algún despistado como yo. ¿Nunca te has metido a ver series gratis por Internet? No. ¿Eres consumista? Más o menos, no mucho.
Me dirijo una vez al mes a pagar los teléfonos de mi oficina. A Telmex claro. La última vez, ahí estaba yo en la fila para pagar, acordándome del libro El país de uno de Denise Dresser. Tengo cuatro líneas telefónicas, en una pago Infinitum y en otra pago una computadora que saqué a plazos. Qué güey, verdad, de hecho escribo estas líneas en dicha computadora.
Eso sí, no tengo una cuenta en Inbursa. Menos mal.
Soy antiimperialista pero de vez en cuando (casi diario) disfruto de un café en el Starbucks. La última vez que estuve ahí (la penúltima más bien, ya que estas líneas las escribo desde el Starbucks que está en Calzada los Arcos, Qro.) mi Blackberry dejó de funcionar. Se le fundió la pantalla. Ya había resistido más de 20 fuertes caídas. Era momento de refrendar mi pacto con el diablo. Saqué un iPhone por tan sólo mil 900 pesos (gracias a mis puntos del círculo azul de Telcel) firmando. Estando frente a los papeles para firmar el nuevo plan, un diablo con la cara de Emilio Azcárraga se me apareció a un costado de mi oreja derecha, me susurraba que no firmara, que esperara hasta el 7 de febrero para firmar, día de plazo para que la Cofeco (Comisión Federal de Competencia) anuncie su fallo respecto a la alianza Iusacell-Televisa (el día de ayer 1° de febrero se les notificó a los involucrados el fallo, el cual dice que no se podrán fusionar) curiosamente a un costado de mi oreja izquierda se me apareció un ángel con la cara de Denise Dresser que me decía lo mismo: no firmes. Me sacudí la cabeza para desaparecer a ambos y firmé para disfrutar de la maravillosa tecnología de Apple.
Salí del centro de atención a clientes de Telcel con mi juguete nuevo, acordándome nuevamente de El país de uno. Desde mi particular punto de vista, el libro me parece el diagnóstico más exacto de lo que le pasa a este país; de hecho creo que es más exacto que el diagnóstico que tiene López Obrador acerca de México. En el libro la doctora Dresser arremete fuertemente contra la clase política y empresarial. López Obrador, al igual que muchos personajes de la política, son el blanco de sus críticas. Con respecto al Peje, Dresser desea con extrema pasión que nunca logre ser Presidente. Ya ni les cuento lo que piensa de Peña Nieto, de Fox, de Calderón, de Elba Esther, etc.
Percibo una contradicción en mi cabeza. Concibo que la doctora Dresser tiene razón en muchas cosas, hasta en la crítica que le hace a AMLO; sin embargo, no toma en cuenta que lo más cercano a una solución al México de privilegios, es sin duda el proyecto de López Obrador. Yo no tengo ningún conflicto en votar por él. De hecho creo, desde mi muy subjetiva visión del entorno, que AMLO es lo más congruente ante la realidad política y social de México.
Me gustaría escuchar en algún foro a Denisse Dresser. Si hubiera un breve espacio para una sesión de preguntas y respuestas, le preguntaría cuál es la compañía celular que tiene contratada, esperaría que me dijera la que sea menos Telcel. Si así fuera, su dura crítica contra nuestra economía monopólica tendría extrema congruencia. Dresser es sin duda, una legítima incendiaria que quizá no encuentra una salida lógica a su visión del país; no comparto su idea de votar por nadie, ni de desconocer a la clase política en las urnas. Entiendo que la clase política es despreciable, pero no votar o votar en blanco perjudica a nuestra incipiente democracia. Lo que hay que encontrar es el mecanismo para exigirle a nuestra clase política. Cambiar al Estado desde un poder ciudadano. Utópico quizá, pero así lo creo.
Mientras esperamos el berrinche que harán Azcárraga Jean y Salinas Pliego por la negativa de la Cofeco para fusionarse, percibo que las campañas siguen tibias, Josefina se posiciona dentro del panismo, EPN sigue de luna de miel acompañado de su hueco discurso y el Peje sigue moderado. Azcárraga y Salinas Pliego ya no compiten ni en un América vs Morelia. Yo con mi plan de Telcel a 24 meses sigo admirando a la doctora Dresser y sigo pensando en votar por López Obrador.