Eutanasia, matrimonio gay, aborto, tauromaquia y otros demonios
Por: Rafael Vázquez
Pareciera ser que los derechos de las mal llamadas “minorías” son una discusión que tiene que ver con aspectos morales. Los argumentos esgrimidos a favor y en contra suelen coquetear con el ámbito religioso y ético, pero; ¿cuál es el inicio de estas discusiones aparentemente tan modernas?
Marx y Engels en 1848 publican “El Manifiesto Comunista”, un tratado en el cual se exploran básicamente dos ideas; por un lado explican que la determinación de nuestro derecho, la sexualidad, la ética y el Estado no son fortuitos y neutrales, si no tienen entre sus reglas y normas tendencias que coadyuvan a generar diferentes dinámicas, ya sea para la emancipación o para la esclavización de la clase trabajadora, a esto le llamaron materialismo histórico. La segunda idea habla sobre la explotación del hombre por el hombre, encuentran que así como el esclavista era dueño del trabajo de su esclavo, hoy en día los trabajadores venden su fuerza de trabajo para beneficio del dueño de los medios de producción.
Así como en la época esclavista el dueño del esclavo era legalmente dueño de la prole de éste, para mediados del siglo XIX era necesario reemplazar generación tras generación a la fuerza de trabajo para generar plusvalía, es decir, riqueza.
Por eso no es de sorprenderse que esta clase privilegiada prohibiera legalmente todo aquello que no fuera orientado al aumento de la población. Esta legislación orientada a la “defensa de la vida” comenzó por motivos exclusivamente económicos. Las leyes de la época prohibían la eutanasia, la homosexualidad, el suicidio, el aborto y los métodos anticonceptivos… ¿Suena familiar?.
El materialismo histórico desenmascaró a esta legislación orientada hacia la preservación de la explotación; el ámbito legal al servicio de los intereses y las necesidades de una clase burguesa explotadora.
La defensa de la vida suele ser aún hoy en día el argumento propuesto para mantener estas prohibiciones, especialmente aquellas que restringen a la mujer el decidir sobre su propio cuerpo. Pareciera ser que la tesis principal de este argumento es meramente ética, sin embargo: ¿Por qué nuestras legislaciones no contemplan la defensa de los animales y el medio ambiente como respeto primordial a la vida?
La deforestación de miles de hectáreas de bosques y la explotación minera a cielo abierto son prueba de que no hay un respeto por los ecosistemas y la vida que existe en ellos, y eso sin contar con las poblaciones indígenas a lo largo del continente que son desplazadas, condenándolas a la desaparición de sus formas ancestrales de vida.
Más cínico aún es la aceptación de la tortura de los animales como un hecho permitido, incluso en el caso queretano, se le nombra “Patrimonio inmaterial” a la matanza pública de toros. Y no es raro entendiendo los intereses económicos de los empresarios ganaderos atrás de la llamada Fiesta Taurina.
La incongruencia es palpable, la dinámica legislativa de hoy en día está al servicio de los intereses económicos por sobre todas las cosas.
¿Cuánto ha cambiado desde el siglo XIX? Desafortunadamente no mucho, sigue habiendo un bloque cerrado, compacto, que pareciera ser defiende estos intereses económicos a ultranza de la mayoría de la población. No es raro escuchar en boca de los antiabortistas una defensa férrea de tauromaquia y si se les pregunta sobre los derechos de la comunidad LGBT esgrimirán también argumentos en contra de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, por ser “antinatural” y por la incapacidad de concebir hijos.
Hace falta crear una agenda legislativa que trate estos temas de fondo, eliminando los tabúes y los intereses económicos para pensar realmente en el beneficio de la población.
Pero sobre todo hará falta reflexión por parte de los ciudadanos para elegir representantes que realmente velen por los intereses de la mayoría de la clase trabajadora y no se orienten a favorecer a una minoría empresarial que busca preservar sus privilegios, así como lo viene haciendo desde hace cientos de años.
La organización ciudadana es vital; hay que darse cuenta de que la conquista de derechos para los hombres y su ecosistema es una misma. Y que su discusión es tan vedada porque toca el corazón de las actuales leyes capitalistas neoliberales en el cual el lucro y el dinero están sobre la dignidad humana y el respeto a la naturaleza.
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