¿Fin de nuestras soberanías?
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo
Desde el Consenso de Washington llevamos 26 años atrapados en un devastador laberinto. Múltiples indicadores económicos evidencian que las recetas neoliberales no sólo no han mejorado las condiciones de nuestro país, sino las han empeorado considerablemente. (“La deuda que todos los mexicanos debemos de pagar: entre la histórica irresponsabilidad, el despilfarro y la corrupción gubernamental y la avaricia de los prestamistas internacionales” UNAM/CAM, 02/2015).
En el debate ideológico, algunos consideran (entre ellos, Obama) que la crítica al neoliberalismo se debe a la ignorancia, a la desinformación y a la “mala prensa que cuestiona, sin saber”. Si en México dicho modelo no ha funcionado, se debe a la tremenda incompetencia, irresponsabilidad y corrupción del Estado. Esto, sin embargo no es toda la explicación. Diversas investigaciones económicas y sociológicas de muy alto nivel, han mostrado que el capitalismo, en su última etapa, agrava las tremendas desigualdades sociales, el cambio climático e incluso pone en peligro la vida humana. (“Pensar desde la resistencia anticapitalista y la economía” CIESAS).
Frente a estos desafíos, diversos discursos abren la disyuntiva hacia dos opciones posibles: 1) una mayor integración al sistema dominante, que obliga a renunciar a las propias autonomías políticas e identidades culturales (más de lo mismo, pretextando que los movimientos contraculturales no han permitido el suficiente despliegue de la “benéfica modernidad”), y 2) la exigencia de construcción, ampliación y fortalecimiento de espacios de soberanía y democracia, así como la necesidad de articularlos, para frenar todo fundamentalismo, incluido el neoliberal.
El Acuerdo Transpacífico (ATP), (recientemente concebido en secreto por los representantes de 12 países, incluido México), es ejemplo de la primera opción. Obama (quien muy pronto desilusionó a los veían en él, una promesa de un cambio, en la política estadounidense) aplaude dicho acuerdo y asegura que “beneficiará a empresas y trabajadores” de SU país (léase aquí a las grandes corporaciones trasnacionales que dominan el mundo y que sólo lloraron lágrimas de cocodrilo, frente a las recientes críticas del Papa Bergoglio). “No dejaremos a países como China escribir las reglas de la economía global”, advierte.
Del gobierno de México, sin proyecto de nación soberana, no podíamos esperar otra cosa que su abyecta subordinación a tal medida, envuelta en el papel celofán de los discursos cupulares: Peña Nieto y la nueva Secretaria de Relaciones Exteriores (que no saben nada de economía) declaran que el ATP “se traducirá en mayores oportunidades de inversión y empleo bien remunerado para los mexicanos”. Habremos de preguntar a quienes se refieren.
Oxfam reveló que en 2015, 80 personas en el mundo poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. Sobre México, la investigación de Gerardo Esquivel (también de OXFAM): “Desigualdad extrema en México: concentración del poder económico y político” deja claro que nuestro país es uno de los más desiguales del mundo y que menos del 10% de la población concentra el 64.4% de su riqueza nacional.
Hoy se repite la misma lógica que guió, hace 500 años, la colonización del mundo por parte de Europa. Ella dividió al globo en dos zonas: “la del Ser” (al Norte-Occidente) y la del “No ser”, (al sur). El oriente (como ahora China) fue considerado “el extraño enemigo”, un mundo peligroso, por tener autonomía e identidad propias, y no estar dispuesto a subordinarse a la “superioridad” occidental.
La misma subalternidad (Gramsci) del Gobierno Federal (¿federal?), se repetirá seguramente en los gobiernos estatales y municipales, sin importar las diferencias partidistas, ni el principio de soberanía de los estados y municipios, consagrado por nuestra Carta Magna.
Con tantos tratados neoliberales, Pancho Domínguez, Marcos Aguilar y demás presidentes municipales queretanos tendrán cómodas justificaciones por no atender las principales demandas de la población.
¿O podremos esperar de ellos, un sano ejercicio soberano frente al gobierno nacional?
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