Frente al proceso electoral, la otra convocatoria (II)
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo
¿Qué opciones tenemos frente al actual proceso electoral? Los partidos dominantes (PRI, PAN, PRD) y sus engendros (PVEM y Panal) se han ganado a pulso el repudio popular, por su falta de compromiso social, por su voracidad, corrupción, frivolidad, crasa ignorancia política, sumisión al Gran Capital; por su falta de imaginación para hacer propuestas alternativas; por la violencia (simbólica o directa) que ejercen impunemente contra la población…
A esos partidos no les importa romper sus propias reglas; pretenden estar “por encima del bien y del mal” y el reclamo popular no les cala. La denuncia de Javier Sicilia de que “el PRI no es un partido político, sino una cultura delincuencial que ha penetrado a todos los partidos”, se ratifica con la vergonzosa impunidad de que goza el PVEM, (tramposo, hasta el escándalo), o con personajes como el magistrado Leonel Sandoval, quien, con tal de que su hijo (del PRI) gane una alcaldía, se declara “dispuesto a realizar actos ilícitos…, al fin y al cabo, el Tribunal Electoral nos hace la tarea”… “sólo hay que actuar con discreción para no ser descubiertos” (¡sic!). (Reforma, 13/04/2015).
En Querétaro, la lucha partidista descubre probables actos de corrupción de los candidatos en turno. Es difícil reconocer a un honrado. Extrañan partidos o candidatos “de oposición”, como el PT que, aliados al PRI o a Loyola, pierden credibilidad, o como el MC, descubierto como jugoso negocio familiar.
Raúl Vera, reconocido activista, advierte: “Basta ver los promocionales de cada partido, para que nos demos cuenta, lo que significa para ellos el mundo: ganar a como dé lugar, sin ideario político, sin proyecto, y sólo aventándose lodo. No hay un esfuerzo de educación al sujeto público para participar en una democracia como debe ser”. Algunos venden sus servicios para “profesionalizar” a los candidatos y mejorar sus campañas; pero, a mayor profesionalización (mercadológica), menos cercanía con el pueblo, más sofisticación del engaño y menos democracia.
Tal desastre explica bien el creciente movimiento por el boicot electoral. Es inevitable coincidir con él, en su crítica a los partidos. El enojo y desánimo popular son tales, que muchos creen, que el abstencionismo será el ganador. Sicilia asegura que “ya están dadas las condiciones para el boicot electoral” y trabaja, incansable, por convencer a más gente de no votar. Quizá tenga razón para algunos lugares, como los municipios zapatistas o Cherán, Michoacán. Sin embargo, no todos están tan concientizados ni organizados. El “Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México” (IFE-Colegio de México) evidencia la crisis de confianza (no sólo en la autoridad, sino en el prójimo), que padecemos los mexicanos, así como el desencanto general por la democracia en nuestro país.
No obstante, según las encuestas, el PRIAN sigue estando en las “preferencias” de una parte importante de la ciudadanía, porque muchos no distinguen entre PRI y gobierno; porque creen tener compromisos con el primero, al recibir apoyos de PROSPERA; por ser concesionarios del Estado; por ser burócratas o pertenecer a un sindicato “oficial”; por inercia (“siempre he votado así”); por falta de autoestima (“yo, con el más poderoso”) o, también, por creer que el PAN es real oposición.
Nos enfrentamos a un gran monstruo (“a la hidra capitalista”, según los zapatistas), frente al que habremos de desplegar nuestras mejores estrategias para vencerlo.
En lo personal, no creo que abstenerse o anular la boleta sean opción. Los abstencionistas no se distinguen de quienes no fueron a votar, por andar trabajando, por enfermedad, por olvido, por el futbol, porque perdieron su credencial, o por simple flojera. Anular la boleta evidencia mejor el descontento social; sin embargo dicha expresión difícilmente sacudirá a los políticos insensibles (la mayoría).
Ningún país, en la historia, ha logrado un cambio por la abstención o el voto nulo, y de muy poco servirá un boicot, si la gente que participa en él no tiene claro, qué hacer después; si no está suficientemente organizada, para regirse autónomamente con respecto al poder formal; si su estructura no tiene solidez.
Dejar de votar o anular la boleta es cómodo y tranquiliza la conciencia. Participar activamente para frenar al gran poder, no lo es. ¿Qué hacen los ciudadanos críticos, al respecto? Habremos de irrumpir en el Congreso local para obligar a los legisladores a asumir las demandas populares (ya varios candidatos ofrecen bajar el sueldo de los altos funcionarios); obligarlos a dar autonomía y capacidad de gestión a los consejos de participación social, que deben operan sin paga, para no corromperse, ser nombrados por los propios vecinos y participar activamente en el diseño y vigilancia del ejercicio presupuestal.
A diferencia de los abstencionistas o anulistas, que creen que “todos son igualmente corruptos o corruptibles”, yo creo que no son iguales los partidos dominantes y sus apéndices, que otros que están surgiendo, impulsados por gente que trabaja arduamente por el cambio.
Además de la organización popular, requerimos aliados en espacios formales que frenen a los voraces formales. Por supuesto que apoyar y exigir a los incipientes partidos de oposición (a Morena en primer lugar), que hagan su tarea, tampoco es suficiente.
La mejor convocatoria, sigue siendo la de la Nueva Constituyente, la única que considero capaz de transformar al país (http://constituyenteciudadana.org/).
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