Opinión

Hacia una epistemología para comprender el otro lado del espejo

Por: María del Carmen Vicencio

A través de milenios, la humanidad ha ido estableciendo vínculos entre el tiempo, el espacio, los colores, la política y la religión. Esos vínculos organizan en metáforas los modos de pensamiento, formando clases de objetos que incluyen y excluyen, dicotomizándolo todo: Arriba está el cielo, abajo el infierno. Arriba están los pudientes, abajo los jodidos.

Arriba es el norte, el progreso; abajo está el sur, el subdesarrollo. A la derecha, los conservadores y, a la izquierda, los disidentes. Llamamos “siniestro” a lo aciago, funesto o traicionero y “diestro” al lúcido, hábil y capaz. Lo bueno es blanco (WASP), lo malo es negro. El progreso es hacia adelante, la involución, hacia atrás. Lo grande es mejor que lo pequeño, y lo rápido, mejor que lo lento (¿no importa si el resultado es un pastel, quemado por fuera y crudo por dentro?).

Internalizamos, desde la cuna, estas relaciones colonizadoras, a través de la interacción con nuestros mayores, y poco a poco se van integrado de tal modo a nuestra psique, que cuestionarlas nos resulta tan inconcebible, difícil o peligroso como amputarnos una parte del cuerpo. Pero, ¿quién dice que ésas son las relaciones “correctas”, “verdaderas” o mejores que podemos establecer? Como seres sociales que somos, estamos atrapados por la lógica dominante, y valdría la pena, de vez en cuando, intentar ver “lo obvio” con otros ojos, con ojos de curiosidad, de asombro o de niño (como dice Tonucci, el reconocido educador-urbanista italiano).

Así, si seguimos a Alicia en el País de las Maravillas, podremos descubrir, al otro lado del espejo, que el mundo al revés es el nuestro. Por eso Eduardo Galeano, en su libro Patas arriba (Siglo XXI), dice que “si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana”.

En este mundo al revés, aprendemos a ver como “natural” lo que no lo es. Así, por ejemplo, diversos hombres de negocios o dirigentes políticos suelen hablar de la tasa “natural” del desempleo, o de que la “vocación natural” de la ciudad es el crecimiento irrefrenable, o de que “la naturaleza” compensa a los más aptos y castiga a los inútiles (como decía Rockefeller). El mercado también se rige por leyes “naturales” y no necesita haber Estado que regule nada, pues la “mano invisible” será la que se encargue de todo (como decía Adam Smith y dice ahora Milton Friedman).

En el mundo del revés (o sea el nuestro), “caminar es un peligro y respirar es una hazaña (sigue Galeano). Quien no está preso por la necesidad, está preso por el miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen”.

En este mundo, los ricos y los grandes empresarios ¡no pagan impuestos! A tal grado no lo hacen que Warren Buffet, el segundo entre los más acaudalados de los EU, con 45 mil millones de dólares, afirmó una vez que: “Mientras la mayoría de estadounidenses lucha por pagar sus cuentas, nosotros los mega-ricos, seguimos con extraordinarias exenciones fiscales. Éstas y otras bendiciones nos son dadas por legisladores en Washington que se sienten obligados a protegernos como si fuéramos… especies en peligro.” (La jornada, 16 agosto de 2011)

Por eso es tan importante escuchar lo que dicen los que están del otro lado del espejo. Uno de ellos es Boaventura de Sousa Santos, uno de los sociólogos más discutidos de nuestros tiempos y promotor de la “Epistemología del Sur” (Siglo XXI) y al que ya me he referido en otras ocasiones. Este autor denuncia precisamente la tendencia dicotomizadora del pensamiento occidental y la crisis del paradigma científico-capitalista dominante, que imposibilita reconocer la complejidad de la realidad y por eso provoca un “epistemicidio”, al destruir todas las formas de conocimiento, diferentes a la hegemónica.

En su propuesta, “el sur” no es precisamente un lugar geográfico, sino más bien, esas formas de comprensión de la realidad, que han sido claramente negadas o menospreciadas por “el norte”. Su propuesta apunta a construir lo que él llama una “sociología de las ausencias”, basada en las alternativas de conocimiento que nunca llegaron a ocurrir, en lo que está detrás de los silencios obligados, o en las aspiraciones que el paradigma dominante ha prohibido, por considerarlas “inferiores” o “primitivas”.

Esta epistemología es la única que nos permitirá reconocer las partes oscuras de nuestra humanidad, hacer visible lo invisible y comprensible lo que no nos cabe en la cabeza.

Nos permitirá también reconocer las lógicas detrás de la rebeldía.

Como dice Calle 13 en su canción: “Vamo’ a portarnos mal”: “Los incomprendidos del nuevo testamento/ tenemos nuestras reglas, nuestro propio mandamiento/. Como no comprenden nuestro comportamiento/ a todos los psicólogos les damos tratamiento/ Pa’ romper con la rutina repetitiva/ que el sol salga de noche y que llueva para arriba / Nos quieren controlar, como a control remoto/ pero la autoridad, no puede con nosotros”.

(No dejen de escuchar todos los sábados de 12 a 13 horas el programa radiofónico “La pregunta… del águila que se levanta”, un programa sobre educación, en Radio Universidad, 89.5 FM).

metamorfosis-mepa@hotmail.com

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