Komander, enemigo público
Por: Omar Arcega E.
twitter.com/Luz_Azul
El peor error que puede cometer un médico es confundir un síntoma con el origen de la enfermedad, pues mientras ataca un efecto, la causa sigue propagándose por todo el cuerpo del paciente y puede llevarlo a la muerte. Esto mismo ocurre entre algunas autoridades estatales y los cantantes que nos musicalizan las reales o supuestas aventuras de los narcotraficantes.
Las autoridades estatales de Michoacán, Morelos, Guerrero y Querétaro han cancelado los conciertos de “El Komander”; razones claras no han dado, pero hay supuestos grupos o personajes que les han pedido que revoquen el permiso de las presentaciones por “hacer apología de la violencia”.
El síntoma
Cada estado tiene sus problemáticas, pero me pregunto: ¿cree nuestro secretario estatal de Gobierno que impidiendo estos conciertos van a desaparecer los crecientes problemas de inseguridad que tenemos? ¿Considera que con eliminar esta música se borrarán las células de grupos criminales asentados en nuestro estado? ¿Piensa que los derechos de piso pagados por algunos empresarios ya no existirán? ¿Qué el efecto cucaracha y las extorsiones que se empieza a sufrir en Cadereyta y Ezequiel Montes se evaporarán? Le concedo un poco de inteligencia y no creo que sean tan ingenuo; en el fondo está siguiendo la política que se implementó a nivel federal: si los problemas de inseguridad no llegan a los medios de comunicación, entonces éstos no existen. Un apotegma basado en la apariencia, en la simulación de la cultura priista.
El komander y cantantes del mismo estilo no son el problema, son sólo un síntoma de una realidad brutal: el Estado, sus principios de legalidad y legitimidad, su garantía de seguridad a las personas y sus bienes -y con ello la generación de empleo, mercado y riqueza- no existen en algunas zonas del país. Ante este vacío surgen organizaciones alternas que cumplen esas funciones; en este caso, nacieron del comercio de estupefacientes. Poco a poco se generaron prácticas sociales características de este nuevo orden, había nacido la cultura del narco. Hay literatura, música, cine, formas de religiosidad que son reflejo del surgimiento de espacios de interacción alternos a la legalidad. Combatir estas expresiones es absurdo. El verdadero problema es la ausencia de un Estado que fomente la legalidad, el bombardeo mediático del éxito a cualquier precio, la falta de oportunidades educativas y económicas que sufren millones de personas. Es verdad que siempre habrá individuos con todas estas necesidades cubiertas y que, pese a ello, se inclinarán a la vida delictiva, pero son los menos.
Por otro lado, la libertad de expresión debe ser algo intocable para una sociedad que busca ser democrática. Empezar a censurar formas de expresión por sus contenidos abre una peligrosa puerta; hoy son los narcorridos, mañana podría ser una canción de protesta, una pintura o video de denuncia, bajo el pretexto de que alteran o ponen en riesgo la “paz social”, y sabemos bien que eso se llama fascismo. Una experiencia que vivimos por casi setenta años y la cual amenaza constantemente con regresar.
En la construcción de una cultura de la legalidad no sólo está involucrado el Estado, también es corresponsable la sociedad en su conjunto, cada grupo social, sobre todo el más básico de todos: la familia. Si a los hijos se les educa en la importancia del respeto de la ley, si en casa aprendemos el valor de no dar mordida, incluso no comprar piratería, de cumplir con nuestros deberes cívicos, entonces estamos fomentando el vivir bajo las normas y no en contra de ellas. Esto debe ser reforzado por todo el sistema educativo. Es cierto que en nuestro contexto social, muchas veces es menos costoso saltarse las leyes que cumplirlas, peros si no lo hacemos, no nos quejemos después de la existencia de bandas delictivas.
El drama que vivimos como país es que miles de mexicanos no se sienten vinculados a una cultura de la ley, al dinero ganado en el marco de las normas, por la simple razón de que ese ente llamado Estado nunca les ha dado nada, que las autoridades con las que han tenido contacto son incompetentes y corruptas. Los verdaderos enemigos públicos de nuestra nación son: la pobreza, la falta de oportunidades, los funcionarios corrompidos, la ausencia de un sentido de vivir bajo la ley.
Todo esto es lo que se debe combatir, éstas son las causas reales de la enfermedad. El Komander y su música son sólo los efectos. No debemos ensañarnos con los síntomas, esos son sólo expresión de la podredumbre. Ojalá esto lo entiendan nuestras brillantes autoridades y sobre todo los ciudadanos de a pie, los que como tú o como yo construimos este país.
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