Opinión

“La Izquierda” se fractura

Por: María del Carmen Vicencio Acevedo

Por estos días de fiestas patrias, “La Izquierda” se fracturó y la llevaron a la sala de emergencias (del IMSS, del ISSSTE, del Hospital General, la que sea; como instituciones públicas todas nos recuerdan nuestra condición de país “jodido”). “La Izquierda” popular, a diferencia de la otra, no tiene privilegios como para atenderse en Houston o, ya de perdis, en el Ángeles, como sí pueden hacerlo los que nos gobiernan, gracias a sus jugosos seguros de gastos médicos mayores, que paga el erario público. Ni modo, aunque mucho le duela, tendrá que hacer largas filas, pues siempre hay alguien que está peor.

Ya con el médico, “La Izquierda” se entera de que la clínica de su localidad no cuenta ni con rayos X, ni con medicinas y poco se puede hacer: un apapacho solidario (“sana, sana, colita de rana”) y algo de oxígeno para no desmayar. Médicos y enfermeras, para animarse (porque la jornada es larga, el trabajo agotador y estamos de fiesta), comisionan a uno para ir por gorditas de migajas, unas guajolotas, de esas bien grasosas y enchiladas, con papas, zanahorias, su queso y su lechuguita, haciendo un huequito en la jornada para echar confeti y cantar “Yo soy mexicano”…

Hay que trasladarse al centro, pero todas las ambulancias andan fuera y habrá que esperar a que se desocupe alguna, o irse en camión o en taxi. Como hay jolgorio, todo mundo anda en la calle; varias avenidas están acordonadas y el tránsito, “del nabo”. El cielo anda da humor negro y llora desconsoladamente (“no hay nada que celebrar”).

Luego de algunos vericuetos, los amigos de “La Izquierda” logran llevarla al hospital. Ahí habrá de quedarse sola un rato, pues el estacionamiento es cerrado y afuera no hay dónde. La sala de espera está atestada. Enfermos y heridos, graves y no tanto, algún hipocondriaco, familiares y amigos (y uno que otro migrante centroamericano, disfrazado y buscando refugio) se apilan donde pueden. Ojos llorosos y dedos que truenan, esperan acongojados en la angustia.

Ahí (sobre todo ahí) hay que hacer fila otra vez, pues muchos llegaron antes, procedentes de todos los rincones del estado. Letreros aquí y allá le hacen ver a “La Izquierda” que, aunque mucho le duela, su caso no es tan urgente. Tendrá que esperar a que sean atendidos primero los “de veritas” graves: la ultrajada Madre Patria; las víctimas de Juárez y del Estado de México; los que intentaron suicidarse al descubrir que la reforma a la Ley Federal del Trabajo los dejará de patitas en la calle un mes antes de su jubilación; los heridos de la última explosión de Pemex; “los daños colaterales” de la guerra contra el narcotráfico; el agro mexicano; los mineros; la laicidad educativa; el SME; la libertad de expresión popular; la escuela pública; el pensamiento crítico, el pasado proceso electoral; la democracia; los de la balacera en Candiles…

Después de mucho esperar, ya adentro, hay que hacer fila de nuevo frente a varios escritorios con médicos, rebajados a burócratas, tecleando con un dedo, lo más rápido que pueden en máquinas mecánicas y con papel carbón, las fichas de cada paciente.

Más adelante, tras cortinas percudidas, La Divina Comedia de Alighieri se exhibe en sus anillos más profundos y con escenas alucinantes: Decenas de camillas abarrotadas en los pasillos, haciendo cola. La Madre Patria yace moribunda en el suelo, sin siquiera una cobija que separe su dolida espalda de la fría y sucia baldosa; su grito desgarrador no es el de “¡Viva México!”, sino el de “¡Ay, mis hijos! ¿Qué harán sin Patria y con tanto petróleo para el saqueo de los emporios mercenarios?”

Hombres, mujeres, bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, todos rotos, de la cabeza, de los brazos, de las piernas, de la esperanza, de los riñones, del corazón, de los pulmones, del alma. Berridos de dolor por doquier. Las paredes, el piso y el techo embarrados de mugre, de mocos, de sangre, de desvelos, de sudor y lágrimas (no es metáfora, lo vi y lo oí). Algunos pobres ilusos, con aires de pudientes, exigen trato preferencial: “¿Qué no ve que traigo las astillas del hueso al descubierto?”

Médicos, enfermeras, paramédicos, técnicos y practicantes, corren de un lado a otro, zombis de no dormir, héroes anónimos aprendiendo a no sentir; trabajando a destajo; repitiendo la placa que no salió bien; gruñendo por medicamentos que no hay.

Así están, no sólo los servicios públicos de salud, sino todo nuestro país. A esto los redujo el capitalismo voraz que nos domina y trata a los que no le sirven de “prescindibles”. Con Peña Nieto, lo que viene no será mejor. Por cierto, “¿sabías que Gobierno del Estado y MetLife se unieron para protegerte a ti y a tu familia?”, según indican letreros en diferentes dependencias. No hay presupuesto para las instituciones públicas, por eso hay que vender el país a las privadas, pues “ésas sí que son competentes”.

Ciertamente la fractura de “La Izquierda” mexicana no es lo más grave que nos pasa, PERO si cada uno es prescindible, como individuo, NO “La Izquierda” (la popular, no la otra), porque ella es la única a la que le importamos TODOS; sin ella no hay futuro. Así que tendremos que arreglarla.

Afuera, a lo lejos, se oye también el grito alternativo de la esperanza, ésa que nunca muere. (No dejen de escuchar “La pregunta… del águila que se levanta”, los sábados a las 12, por Radio UAQ, 89.5 FM).

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