La paz queretana
Por: Efraín Mendoza Zaragoza
En estos días el Instituto para la Economía y la Paz presentó el informe denominado “Índice de paz en México” para 2015. En general, muestra números perturbadores para los pesimistas. Una de sus conclusiones, por ejemplo, es que México ha experimentado lo que llaman “un descenso considerable” en la violencia desde 2011 y el nivel de paz a nivel nacional ha mejorado en 16 por ciento. En el mapa de la paz, como era de esperarse, el estado de Guerrero ocupa el último sitio, seguido de Morelos, Michoacán y Sinaloa. Y entre los estados más pacíficos aparece, por supuesto, Querétaro. Resulta curioso que los propagandistas del régimen no hayan usado todavía este informe para espetarnos en la cara: ¡Suertudo, vives en Querétaro!
Lejos del pesimismo, igual de nocivo que el optimismo, pues son como religiones laicas igual de rudimentarias, es más aconsejable el escepticismo. Desde que el maestro Siascia nos ha advertido que todo es montaje, más que sano, resulta obligatorio sospechar de todos los informes y de todas las versiones. Aún de las que nos confirman en la fe. Las versiones hay que atenderlas a partir de su fuente y en sus coordenadas, y desde ahí escudriñar sobre su intencionalidad.
Apenas en su informe de 2013, el Instituto para la Economía y la Paz concluía que en los diez años anteriores, el país entró en una espiral de violencia directa, lo que en sus indicadores reflejó que el país había descendido en 27 por ciento su situación de paz. En 2007 el aumento en la tasa de homicidios fue de 37 puntos. De este modo, lo que muestra la frialdad de los números es una leve mejoría dentro de la gravedad. Incluso podría no tratarse de una mejoría, sino de una mera “percepción de mejoría” producto de las políticas de comunicación social orientadas a no desalentar a los inversionistas. Es bueno recordar el “Acuerdo para la cobertura informativa de la violencia del crimen organizado”, de marzo de 2011, al que se sumó el entramado mediático dominante en el país, afín a la agenda del Estado mexicano. Justamente es en 2011 cuando la flecha de la violencia comienza a descender y la de la paz a ascender. Y habría que añadir que los 7 indicadores que forman el “índice de paz” se nutren de números provenientes del INEGI y del Sistema Nacional de Seguridad Pública, es decir, de fuentes del Estado.
Con todo y la visión criminalística sobre la que se asienta el informe, tenemos que las mediciones oficiales arrojan que en 2015 el nivel de paz es aún 18 puntos más bajo que el registrado en 2003; que el nivel de eficiencia del sistema judicial se mantiene a la baja y que las organizaciones criminales no han perdido peligrosidad, sino que se han vuelto más discretas y sofisticadas. Observamos también que la cifra negra del delito requiere una atención más seria, pues revela el colapso de la justicia en México: por ejemplo, el estudio estima que de cada 100 delitos de violación apenas se denuncian 8, en tanto que 67 de cada 100 asaltos no son denunciados.
Tal vez sí seamos suertudos los queretanos. Pues sí, tratándose de un país que tiene incendios por los cuatro costados, esa sensación puede uno tener aquí, aunque hechas bien las cuentas hace años que el estado de Querétaro dejó de ser la ínsula feliz de la propaganda oficial. Quizá seamos suertudos si pensamos el papel que se le ha asignado a Querétaro en la distribución del trabajo delincuencial.
Más allá de ser asiento de la producción de drogas sintéticas, aquí ha sido refugio, por ejemplo, de Amado Carrillo “El Señor de los Cielos” (ahí están las noticias de 2007, a propósito de las fiestas con el Mariachi Vargas de Tecalitlán y la Chilindrina). Aquí le pareció buen refugio al líder templario Enrique Plancarte. No son pocos los delincuentes inscritos en la lista de “los más buscados por la DEA” y que aquí reposaban. Aquí tenía una casa de seguridad para sus secuestros Daniel Arizmendi “El Mochaorejas”. Nuestra capital está ubicada como uno de los refugios de Juan José Esparragoza “El Azul”. Aquí tenía su residencia Héctor Beltrán Leyva hasta hace poco, donde se reunía plácidamente con sus operadores financieros… queretanos, dicho sea de paso.
Digo, sólo por citar lo que arroja el google personal.
¿De qué paz, entonces, estamos hablando en nuestro santuario queretano?
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