Opinión

La tragedia del interés público

Punto y seguido

Por: Ricardo Rivón Lazcano

… todo oficio y dignidad tiene su tramposo,
no existe profesión sin engaño.

Bernard de Mandeville

Mucho se ha discutido y durante mucho tiempo la permanente tensión, fragilidad y plasticidad de los límites entre lo público y lo privado. Y lo que falta.

Parece trivial, es trivial, la tinta ha corrido en grandes cantidades sin llegar a elaborar el mapa definitivo con el cual navegar, confiados en poseer un conocimiento fundamental, universal, de los límites, si es que conocer sus límites fuese esencial.

La globalización, el neoliberalismo, el neoconservadurismo, los monopolios, la piratería, el crimen organizado, la evasión de impuestos, Televisa, Pemex, los partidos políticos y una larga lista, tienen que ver con esos límites.

El panal rumoroso o la redención de los bribones

En 1714 Bernard Mandeville contaba esta fábula sobre las abejas: “Había una colmena que se parecía a una sociedad humana bien ordenada. No faltaban en ella ni los bribones, ni los malos médicos, ni los malos sacerdotes, ni los malos soldados, ni los malos ministros. Por descontado tenía una mala reina. Todos los días se cometían fraudes en esta colmena; y la justicia, llamada a reprimir la corrupción, era ella misma corruptible. En suma, cada profesión y cada estamento, estaban llenos de vicios. Pero la nación no era por ello menos próspera y fuerte. En efecto, los vicios de los particulares contribuían a la felicidad pública; y, de rechazo, la felicidad pública causaba el bienestar de los particulares. Pero se produjo un cambio en el espíritu de las abejas, que tuvieron la singular idea de no querer ya nada más que honradez y virtud. El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, de donde se siguió muy pronto la ruina de toda la colmena. Como se eliminaron los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Como se acabaron las disputas, no hubo más procesos y, de esta forma, no se necesitaron ya abogados ni jueces. Las abejas, que se volvieron económicas y moderadas, no gastaron ya nada: no más lujos, no más arte, no más comercio. La desolación, en definitiva, fue general. La conclusión parece inequívoca: “Dejad, pues, de quejaros: sólo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben vivir, si queremos gozar de sus dulces beneficios”.

(El texto es de Ferrater Mora, traductor de Bernard de Mandeville. La fábula de las abejas, o Los vicios privados hacen la prosperidad pública. Fondo de Cultura Económica, 1982. España.)

Mi aflicción es enteramente por tu causa y en absoluto por la mía. Por lo tanto, no es nada egoísta

Sin embargo, ya que no todo se dice de una vez y para siempre, en 1759 Adam Smith publicó su Teoría de los sentimientos morales:

“No todos los que explican el principio aprobatorio por el amor a sí mismo, lo hacen de la misma manera, y hay bastante confusión e inexactitud en los diversos sistemas. Según Mr. Hobbes y muchos de los que les siguen (Puffendorf, Mandeville), el hombre se ve impulsado a refugiarse en la sociedad, no por ningún amor natural hacia sus semejantes, sino porque, faltándole la colaboración de los otros, es incapaz de subsistir holgadamente y al abrigo de todo peligro. Por este motivo, la sociedad se convierte en una necesidad para él, y cuanto propenda al sostén y bienestar sociales, es considerado como cosa que remotamente fomenta su propio interés; por lo contrario, todo aquello que amenaza con perturbar o destruir la sociedad, lo considera en cierta medida dañino y pernicioso a sí mismo. La virtud es el gran sostén y el vicio el gran perturbador de la sociedad humana. La primera, por lo tanto, es aceptable, y el segundo ofensivo para todos los hombres puesto que de la una prevé la prosperidad y del otro la ruina y confusión de todo lo que tan necesario es para la comodidad y seguridad de su existencia.”

(Adam Smith. Teoría de los sentimientos morales. Fondo de Cultura Económica. 1978. México.)

rivonrl@gmail.com

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