Opinión

Las razones del cosmopolitismo

Querétaro Internacional

Por: Rodrigo Chávez Fierro

@chavezfierro

La necesidad del debate sobre la importancia de las ideas cosmopolitas en nuestros días surge de la generación de problemas que van más allá de las fronteras de los Estados-nación y que exigen la necesidad de que se planteen modelos organizativos para dar atención a los mismos. No obstante, esto implica superar el paradigma del modelo westfaliano de Estado.

Como bien apuntan Kymlicka y Straehle, aunque contamos con un número cada vez mayor de instituciones transnacionales que ejercen una influencia importante en nuestras vidas, no tenemos una teoría política respecto a éstas; no podemos seguir tomando al Estado-nación, o a las naciones de las minorías, como el contexto único o dominante de la teoría política. Necesitamos una concepción más cosmopolita de la democracia y de la gobernabilidad.

Estas bases del cosmopolitismo, siguiendo la tesis de Ferrajoli, las podemos encontrar en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, en los Pactos internacionales tanto de los Derechos Civiles y Políticos, como de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, firmadas por una gran cantidad de países. No obstante, como el propio jurista italiano reconoce, hace falta un sistema de garantías que haga efectivo estos derechos.

Con el fin de lograr una aplicación de la justicia universal, de acuerdo con una ética cosmopolita, Ferrajoli propone tres cuestiones a realizar: a) Una reforma de la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia; b) La prohibición de todas las guerras y c) El otorgamiento a los pueblos en vías de desarrollo del ius peregrinandi y el ius migrandi a los países desarrollados.

Para la consecución del primero de los objetivos de Ferrajoli, es necesario modificar la competencia de la Corte Internacional de Justicia para incluir dentro de la misma la responsabilidad por conflictos armados, la violación de los derechos humanos y las amenazas a la paz y no quedarse únicamente como órgano de resolución de controversias entre los Estados. Asimismo, dicha jurisdicción tendría que ser de carácter obligatorio, y no voluntario, como actualmente está diseñado; así como ampliar la legitimación ante la Corte para que los particulares o los órganos no gubernamentales promotores de los derechos humanos puedan iniciar procedimientos ante la misma.

El segundo de los objetivos de Ferrajoli debe ir acompañado de la atribución de la Corte Internacional de Justicia para resolución de conflictos armados, así como de la necesidad de crear una policía internacional. Esta cuestión deberá ser añadida a un progresivo desarme de todos los Estados.

La última de las propuestas de Ferrajoli es la que mayor demanda tiene en los países pobres respecto de aquellos Estados que en su momento fueron colonizadores en África y Asia, y que obtuvieron beneficios económicos por siglos y ahora niegan la entrada -por sus fronteras- a los migrantes que buscan un mejor futuro económico y social. Es aquí donde se plantea uno de los puntos más importantes para una ética global. Si bien es cierto, como hemos apuntado, una gran cantidad de países firmaron el Pacto de los Derechos Económicos Sociales y Culturales, este pacto no contemplaba la gran migración del sur hacia los países del norte, provocada por repetidas crisis económicas y de gobierno que no han consagrado Estados de Derecho en muchas zonas del continente africano.

Esto suscita el problema de la universalidad de los derechos humanos, pues si bien es cierto, se reconoce el derecho al desarrollo de toda la humanidad, dicha universalidad choca con las fronteras de los Estados que no permiten la entrada de aquellos que vienen huyendo de pandemias o desastres económicos y que en muchas ocasiones terminan perdiendo la vida en aras de conseguir un futuro mejor. La forma como habremos de resolver esta cuestión ética determinará el futuro que, como humanidad, tendremos.

Parte central del debate cosmopolita reside en la democratización de la esfera pública internacional. Dos vertientes se desprenden de dicha discusión: a) el grave problema de legitimidad con el que cuentan los organismos internacionales, donde los Estados tienen el monopolio de la representación de los ciudadanos, así como la necesidad de transparentar las decisiones supranacionales a las que se ven sometidas las esferas públicas nacionales y b) ampliar la democracia a la totalidad de los Estados.

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