Opinión

México ya es otro en 574 páginas

Por: Efraín Mendoza Zaragoza

Enmedio de la liturgia del segundo informe del presidente de la República, me sentí transportado a 1944, en la plenitud del priismo presidencialista y autoritario, cuando el gobernador de Querétaro, Agapito Pozo, se presentó ante la Legislatura del Estado para rendir su primer informe. Era tan suprema la figura del Ejecutivo, que el gobernador llegó al extremo de incluir en su informe el detalle de las actividades legislativas… ¡ante la propia Legislatura! Para los curiosos, en la página 15 del informe, puede leerse textualmente: “Durante los dos períodos ordinarios de sesiones y el extraordinario que celebró en el presente ejercicio esta H. XXXIV Legislatura, se expidieron treinta y cinco leyes y veintinueve decretos”.

Eso pareció hacer el presidente Enrique Peña Nieto, que en presencia de los líderes de las dos cámaras del Congreso de la Unión mostró, como eje central de sus logros, las reformas que aprobaron precisamente las dos cámaras legislativas. En tono triunfante, como quien asiste a la fundación de un planeta nuevo, se adjudicó el mérito de los cambios constitucionales y legales. A falta de mejor referencia, en el documento de 574 páginas que el secretario de Gobernación entregó al Congreso de la Unión el 1 de septiembre, la palabra “reforma” aparece 293 veces, mientras que otros temas que no remiten al país de las maravillas sino al país de las pesadillas cotidianas, como el desempleo, esta palabra aparece apenas 16 tristes veces, y en la mayoría de los casos para hacer referencia a la Ley del Seguro de Desempleo y no al fenómeno en sí mismo.

Pero vayamos más allá del largo spot de 90 minutos en Palacio Nacional, cargado de una retórica que nos devolvió a los años de la presidencia imperial, que creíamos se había quedado en el “México de antes” que el presidente ya dio por abolido. Es abundante la miel y la fantasía: llegó la hora de romper los mitos; es tiempo de conquistar el futuro; lo que se requiere es querer a México; lo importante es que México no se detuvo; estamos en la ruta para construir un nuevo México, el que no tiene miedo a cambiar, el que cree en lo que somos, el México que se atrevió a cambiar… México ya es otro.

Por supuesto, saltaron de inmediato los patiños que se reportaron listos para comenzar “la etapa de las grandes realizaciones”. Por supuesto, también entraron en escena los que desviaron la atención hacia los anuncios monumentales (“el aeropuerto más grande del mundo”), en lugar de ocuparse de los hechos informados, y los que aplaudieron los cambios cosméticos (Oportunidades se llamará Prospera), lo mismo que aquellos que agradecieron que se haga a un ladito el hacha de los siempre amenazantes nuevos impuestos. Ah, y no faltó quién destacara como señal de la civilidad moderna el ingreso de la izquierda al olimpo, pues en una magistral operación escénica, vimos al presidente de las tarjetas Monex flanqueado, en ambos costados, por la misma izquierda que hace dos años lo llevó ante los tribunales.

¿Qué hay sobre algunos temas en particular?

Sobre la deuda, por ejemplo, dijo que su gobierno está comprometido con el uso responsable del dinero ajeno y que nos prestan generosamente los bancos del mundo, y para nuestro alivio nos anunció la buena nueva de que las calificadoras crediticias nos siguen poniendo estrellita por ser buenos consumidores de préstamos. Lo que no dijo el presidente es que en un año la deuda externa pasó de 69 a 76 mil millones de dólares, y que la deuda interna en seis meses pasó de 3.8 a 4.1 billones de pesos.

Sobre el desastre ambiental más catastrófico en la minería nacional, nada. Ni una sola mención al río Sonora. Tampoco se ocupó de la tasa de desempleo de 5.47%, según INEGI, la más alta desde 2009, cuando fue de 5.68%. Tampoco informó que el propio gobierno ha ido bajado paulatinamente la expectativa de crecimiento, pues empezamos el año con una estimación de 3.9% y ya andamos en 2%. En esa maravillosa forma de hacer ver lleno el vaso, habló de décimas de crecimiento en los períodos cortos, pero pasó de largo ante el hecho de que el poder adquisitivo del salario mínimo ha bajado 7.24% en lo que va de la administración.

Tampoco se refirió, por supuesto, a un dato de escándalo que reveló el Banco de México: en lo que va de la administración del presidente Peña Nieto, fueron retirados del país capitales por 26 mil 245 millones de dólares, dinero llamado “oscuro” o “de origen desconocido”. Para dimensionar el dato, ese dinero, atribuido en parte a operaciones de narcotráfico, contrabando y facturación fraudulenta, entre otros ilícitos trasnacionales, equivale a casi el triple de lo que se registró en el mismo período en el gobierno del presidente Felipe Calderón, y casi 7 veces que lo que se registró con Vicente Fox. De eso, por supuesto, ni media palabra.

Entre la fuga al pasado y la fuga al futuro, se mantiene en el misterio qué problemas del presente se están resolviendo con los más de 4 billones de presupuesto federal en este año.

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