Pacto por México: II Reflexiones más allá del discurso
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo
El Pacto por México es un documento de 34 cuartillas, con cinco apartados: I “Visión”, II “Grandes acuerdos”, III “Acuerdos presupuestales 2013”, IV “Método de trabajo”, y V “Compromisos para las reformas”. Los “Grandes acuerdos” se refieren a cinco temas: 1) “Sociedad de derechos”, 2) “Crecimiento económico, empleo y competitividad”, 3) “Seguridad y justicia”, 4) “Transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción” y 5) “Gobernabilidad democrática”.
(Ver: http://www.scribd.com/fullscreen/114982743?access_key=key-2vorfuuis9g4ke5gos6).
Considerando sus próximas consecuencias sobre la vida nacional, es importante hacer un esfuerzo por conocerlo directamente. Pero no es suficiente decodificar o pronunciar fluidamente las palabras que contiene para comprenderlo a profundidad. Requerimos contrastarlo con otras fuentes para reconocer las verdaderas intenciones de sus promotores.
Como decía Freire: “la lectura del mundo precede a la lectura de las palabras”. En este sentido conviene contrastar lo que plantea el Pacto por México con lo que la propia experiencia nos muestra (incluidos los mensajes del cuerpo). Esto resulta más fácil si vivimos en zonas poco favorecidas.
Importa también contrastarlo con la historia, preguntándonos cómo y por qué se dan las transformaciones sociales y guardando un sano escepticismo frente a propuestas entusiastas de cambios radicales a corto plazo. (“Todavía no nos conocen, no se adelanten… El Presidente Peña sabe y conoce los problemas…” dijo Miguel Osornio Chong, Secretario de Gobernación. ¿Cuándo y cómo cambió el PRI tan de repente como para que ahora no lo conozcamos?).
También es necesario contrastar el Pacto por México con las reflexiones que hacen los analistas especializados (sobre todo con las de quienes dudan del mismo, pues de la duda surge la profundidad en el conocimiento). Hay muchas cosas que parecen deseables, pertinentes o necesarias, porque no alcanzamos a reconocer lo que está detrás de los buenos discursos.
En estos tiempos, en los que la gente ya está harta de tanto desorden, violencia y desigualdad, conviene, a quienes detentan el poder, emplear un lenguaje convincente para las mayorías y por eso se apropian del discurso “de izquierda”, hablando de “justicia social”, de “atención a las desigualdades”, o “en favor del bienestar general, frente al bienestar de unos cuantos”, etcétera. Dicho discurso se ha vuelto lugar común entre casi todos los políticos.
En su primer apartado, el Pacto por México reconoce la diversidad que caracteriza a nuestra nación y señala que “hoy, ninguna fuerza política puede imponer su única visión” y que “las reformas que el país necesita no pueden salir adelante sin un acuerdo ampliamente mayoritario”. Luego señala que: “La creciente influencia de los poderes fácticos frecuentemente reta la vida institucional del país y se constituye en un obstáculo para el no cumplimiento de las funciones del Estado mexicano. En ocasiones esos poderes obstruyen en la práctica el desarrollo nacional como consecuencia de la concentración de la riqueza y poder que está en el núcleo de nuestra desigualdad. La tarea del Estado (…) debe ser someter con sus instrumentos de la ley y en el ambiente de libertad los intereses particulares que obstruyan el interés nacional…” (En síntesis hay que “recuperar la rectoría del Estado”).
¿Quién podría estar en desacuerdo con semejante declaración?
La Historia nos recuerda, sin embargo, cómo llegamos a donde ahora estamos. El Estado mexicano, impactado por tantos años de priismo, es un “Ogro filantrópico” (Octavio Paz); por su presidencialismo autoritario (que amedrenta, asesina y desaparece a la disidencia) y “dadivoso” (tesoros públicos a los pudientes y migajas-despensas en tiempos electorales al pueblo pobre e ignorante); por su corporativismo y su extrema burocracia que todo lo inmoviliza, torna ineficiente y genera metástasis de corrupción. (Hoy México tiene el segundo lugar en vulnerabilidad a la corrupción, según el “Informe Global de Fraude” de Kroll y Economist Intelligence Unit).
¿Cómo se fue gestando a través del tiempo esa estructura bipolar, mezcla extraña de férreo control con laxa y negligente permisividad? Violencia para quienes no se “disciplinen”, objeten o no sean fieles al “líder”. Laxitud protectora y opaca para sus secuaces: “Yo te solapo, o me hago de la vista gorda y tú no ves, no oyes, no protestas, no te quejas, no denuncias.”
Es poco creíble que se pueda concertar un pacto de probidad “desde arriba” con esta historia y estas condiciones, sobre todo cuando hay tanto dinero y poder de por medio. Allá en la oscuridad, lo que sus firmantes buscan es otra cosa: Como las posiciones en el juego-guerra cambiaron, el país se desmorona y los que tenían el control lo fueron perdiendo, ahora buscan recuperarlo.
Lo que nos queda a quienes NO fuimos consultados, para armar ese pacto cupular, es construir otro popular. Este último implica la reflexión-acción frente a una disyuntiva: ¿Nos mimetizamos con el poder y asumimos su lógica de corrupción egoísta, o intentamos emanciparnos y trabajar experimentando alternativas solidarias, aunque sea en las pequeñas tareas que nos toca realizar, en los micro-espacios en los que nos desenvolvemos?
metamorfosis-mepa@hotmail.com
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