Opinión

“Por eso los atropellan”

Escafandra

Por: Rubén Cantor Pérez

“Cuando veo a un adulto en bicicleta, no pierdo las esperanzas por el futuro de la raza humana.” H. G. Wells

Cualquiera que convierta a la bicicleta en su medio de transporte por al menos una semana, automáticamente escuchará la siguiente frase: “Por eso los atropellan” (o en su versión más fatalista y menos cordial: “Por eso los matan”).

Ya lo anunciaba la portada de este semanario en el número anterior (659): “Desarrollo urbano y movilidad, los grandes fracasos de Calzada”. La capital queretana tiene un serio problema de movilidad, en todos los niveles, tanto si andas a pie, en dos ruedas (bicicleta o moto) o en cuatro (auto particular o transporte público); todos los caminos en movilidad conducen al caos y la intolerancia. El error, creo yo, está en la pésima planeación urbana. Ahí van algunos escenarios para ejemplificar mi punto.

A pie: Quieres irte caminando a un punto relativamente lejano y pretendes respetar las vialidades dispuestas para los peatones. ¿Con qué te encuentras en tu viaje? Primero, banquetas en pésimo estado; coladeras u hoyos varios convertidos en fábricas de fracturas; carros estacionados en plena banqueta, lo que te obliga a cruzar por la calle y arriesgar tu vida; vialidades construidas exclusivamente para automovilistas en las que el puente peatonal más cercano está a un kilómetro de distancia, y ya cuando logras acceder a él, haz pierna y sube cuatro pisos de rampa; a todo esto agrégale que los conductores tienen un nulo respeto por ti y nunca te cederán el paso en calles donde no haya semáforos (este último punto se aplica también a los ciclistas).

En bicicleta: Te pones tu casco primero que todo y le colocas luces delanteras y traseras a tu vehículo (recomendaciones harto importantes). No das más de cinco pedaleadas y ya tienes que evitar pasar por un bache que puede dañar tu bicicleta y tu columna vertebral; pasado ese obstáculo estáte a la vivas porque la calle por la que transitas es defendida fervientemente por sus “dueños”, aquellos malhumorados que se sofocan en cajas móviles (algunos se sofocan menos, pues tienen aire acondicionado, pero eso no les quita lo malhumorados), ellos protegen su carril con uñas y dientes y si osas invadir su espacio se te cerrarán y te echarán el vehículo, esto se repetirá hasta que te aplaques y te conformes con ir casi pegado a la banqueta, o en ella si eres muy ducho en evitar golpear viandantes. En algún momento de tu viaje tendrás, para ahorrar tiempo y esfuerzo, que ir en sentido contrario de los coches, y por mucho que respetes tu carril ellos terminarán, tarde o temprano, vociferando lo que se mencionó al inicio y que titula a este artículo: “¡Por eso los atropellan! (faltaba ponerle signos de exclamación). Tú te quedarás, cuando sea la primera vez que escuchas esta sentencia de muerte, confundido, preguntándote: “¿Realmente sería yo el causante de mi supuesto atropellamiento? ¿O no serán acaso las autoridades que no me tomaron en cuenta al construir las vialidades?”

En camión: Si eres estudiante ya cargas de cajón con una frase en la frente: “Ódiame, chofer, si eres tan amable”. Tu credencial se convierte en un pasaporte al peor viaje de tu vida, donde el chofer no acepta más que el cambio exacto y si por casualidad se toca el corazón, te azotará las monedas en tu mano mientras mueve su cabeza de derecha a izquierda, lamentándose por haberte subido a su unidad, como si fueras portador de la peste. Pero lo peor no ha pasado, todavía te falta bajarte, y aunque le hagas la parada nueves calles antes, él te dejará donde le plazca su gana, siempre buscando alejarte lo más posible de tu destino. Me limité a los usuarios que estudian, pero para los que pagan completo el pasaje la cuestión no cambia mucho, el chofer es democrático y sacude a todos como reses por igual, sin distingo de clase social o raza.

En conclusión, las carencias en movilidad afectan a todos los queretanos, pero todavía más a los que no conducen un coche. Las grandes obras proselitistas sólo benefician a los automovilistas, mientras que las condiciones de tránsito de los peatones, ciclistas y usuarios de transporte público cada vez se van empobreciendo más. En lugar de puentes aparatosos que congestionan por meses el tráfico durante su construcción, deberían buscarse nuevas opciones, como más y mejores ciclovías o un sistema de transporte colectivo Metro. En lugar de perseguirse el bien de una carrera política convendría buscarse el bien de toda la ciudadanía.

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