¿Qué le pasa a la democracia mexicana?
Por: Martagloria Morales Garza
La vieja -ya casi obsoleta- teoría de la modernización planteaba que la democracia, para funcionar debería ser impulsada en países desarrollados. Algunas reflexiones más modernas plantean que la democracia requiere al menos un nivel de ingreso per cápita mínimo, de otra manera las reglas democráticas no serán obedecidas ni siquiera por los actores principales, es decir por los políticos electos, funcionarios y los partidos.
Si esto es cierto, pudiera ser la fuente de la explicación de la pobre calidad de la democracia mexicana. Yo quisiera agregar, sin descartar totalmente los planteamientos anteriores, que la democracia no puede sobrevivir y muchos menos funcionar con calidad si las elites políticas y los ciudadanos no son democráticos o tienen una cultura política autoritaria.
Nos guste o no, en nuestro país se instauró al menos la democracia electoral y nuestras elites políticas e incluso nosotros, los ciudadanos, no tenemos una cultura desarrollada ni arraigada. Hace algunos años en torno a esta reflexión Adam Przeworski decía que en América Latina habíamos creado un monstruo: democracias sin ciudadanos.
El último reporte de Latinbarómetro en 2010, da cuenta de ello. Cuando se pregunta a los mexicanos “¿la democracia puede tener problemas pero es el mejor sistema de gobierno?.” Las respuestas colocan a México con el porcentaje más inferior de toda América Latina.
En el mismo informe, México se coloca entre los países con más bajo índice de legitimidad de la democracia. El 62 por ciento de los ciudadanos piensan que se gobierna para los poderosos y solo el 21 por ciento piensa que se gobierna para el bien de todos, y solamente el 56% de la población bajo ninguna circunstancia apoyaría un gobierno militar y el 33% de la población piensa que en condiciones difíciles está bien pasar por encima de las leyes.
Es notorio también que el apoyo a la democracia en México ha decrecido sensiblemente. En 2002, justo después de la primera alternancia presidencial, un 63 por ciento de la población pensaba que la democracia era el mejor sistema; en 2010 solo 49 por ciento.
¿Qué pasó con la democracia en México? El desencanto con la democracia, con la política y con los partidos ha crecido de manera galopante. Alguno piensan que esto fue propiciado porque se crearon demasiadas expectativas en torno al poder transformador de la democracia, pero me parece que el deterioro tiene que ver más con el comportamiento de los políticos, que ha sido no solo poco democrático sino incluso cínico.
México es un país pobre, con niveles de distribución del ingreso muy bajo y en los últimos 10 años no ha logrado un crecimiento económico real, es decir por encima del crecimiento de la población.
En este contexto, tener político ricos, con salarios por encima de los internacionales, con pensiones millonarias, con comportamientos excesivos de protección, guaruras, carros blindados etc., con permanentes viajes internacionales cargados al erario público, con comportamientos prepotentes, incluso de funcionarios de muy bajo nivel, como es el caso del funcionario que se dice muy cercano al gobernador y que tiene un puesto de bajo nivel en la Universidad Tecnológica de San Juan, o el policía que golpeó a un bombero en un estacionamiento, y que ni siquiera fue reprendido, mucho menos suspendido.
Además, el nivel de impunidad de los políticos es insólito. Ellos se atreven a afirmar que nadie está por encima de la ley cuando se refieren a los maestros que toman las carreteras. Sin embargo los políticos no son tocados ni con el pétalo de una rosa, no importa si la casa es blanca, o es casa de campo, y ahora departamento en Miami, los políticos siempre son escusados, pero los ciudadanos somos sometidos el máximo rigor de la ley. Parece que sigue vigente la máxima atribuida a Juárez o a Porfirio Díaz, “al enemigo la ley, al amigo la gracia”.
Los políticos gozan de un gran margen de impunidad, no rinden cuentas, la nueva ley en esta materia finalmente fue acomodada a modo por los priistas y los panistas para que no fuera obligatoria y en el caso de las declaraciones no podrán ser públicas, lo cual es absolutamente ridículo.
Como cereza del pastel, la representatividad de los órganos colegiados de gobierno, como la Cámara de Diputados o Senadores o incluso los Ayuntamientos cada vez es menor. Ellos acuerdan o hacen reformas por mayoría simple o calificada y la sociedad se opone, es el caso de la reforma educativa a nivel local, y de la concesión de la basura en Querétaro.
La distancia entre el gobierno y la sociedad se agranda, y los políticos, o simples funcionarios, en vez de pensar que las reformas no fueron las adecuadas, se piensan como “profetas que deben llevar a cabo una misión, y que no claudicaran hasta llegar a la meta”. Piensan que los ciudadanos se resisten a lo inevitable, a lo moderno, o a lo que permitirá el progreso de México.
Es extraño oír a los políticos como si fueran los jefes, cuando son nuestros empleados, cuando nos deben el puesto y están obligados a rendirnos cuentas. Se les olvida que sus propuestas pueden estar equivocadas, que los simples e ignorantes ciudadanos podemos tener razón.
Los políticos gobiernan como si fueran dioses, en vez de servidores públicos. Gobernar no se trata de tener razón, se trata de conciliar, de encontrar el camino para que todos mejoren, se trata de reconocer errores, se trate de dar marcha atrás. Gustavo Díaz Ordaz decía que “darles la razón a los estudiantes era perder autoridad”, esta afirmación es una muestra de una cultura autoritaria.
Esta actitud es parte del pasado, pero los políticos mexicanos siguen viviendo en el pasado. Por eso los mexicanos estamos desencantados no sé si con la democracia, pero ciertamente con nuestros políticos.