¿Qué sigue?
Por: Efraín Mendoza Zaragoza
Algunos han comparado la salida de Carmen Aristegui de MVS, ocurrida esta semana, con la salida de Julio Scherer de Excélsior, en 1976. Ya nos dará el tiempo la distancia necesaria para dimensionar este hecho con justicia. Ambos golpes fueron disfrazados como conflictos internos pero es claro que se trata de actos orquestados desde el centro del presidencialismo autoritario. Y no es ocioso preguntarnos qué sigue después de este último golpe.
Al emplear el término “golpe” lo hago deliberadamente por su evidente asociación con el concepto de “golpe de Estado” pues, guardadas las proporciones, habría que percibir la cancelación de este espacio informativo como un acto que lesiona nuestra precaria democracia. Tal vez exagero, pero se trata de un frontal ataque a la sociedad. Sin duda, quien pierde es la audiencia. Se ha cancelado un instrumento de la sociedad mexicana para hacer efectiva su participación democrática. A través de su espacio, Carmen Aristegui ponía en manos de los mexicanos información indispensable para orientar su criterio e incidir en la marcha de los asuntos públicos.
Y digo esto no sólo por cuanto hace al contenido informativo candente, sino por el hecho irrefutable de que el espacio radioeléctrico no es propiedad de ninguna empresa, sino propiedad del Estado Mexicano, es decir, de la sociedad toda. El derecho a la información es de la sociedad y sólo se hace efectivo con medios que reflejan la pluralidad social y otorgan a los ciudadanos elementos de juicio para hacerse cargo de su país.
En momentos como este es cuando vemos con nitidez la naturaleza política del periodismo. Como no es un mero oficio, no podemos leer esto como un problema laboral o como la rescisión de un contrato, sino como una acción política. Tiene razón Rafael Cardona cuando dice que “la política se puede hacer de muchas formas, pero no puede hacerse en silencio”, de ahí que la política necesita de voces y altavoces, pues “no hay política sin discurso ni discurso sin medios para propagarlo”.
Es inevitable sumarnos a las voces que las últimas dos semanas han reprobado ésta que es la más reciente agresión a los ciudadanos que tienen derecho a estar informados. El último pecado de Aristegui y su equipo de investigadores fue haberse involucrado en un proyecto que produjo alto nerviosismo a los poderes institucionales y de facto: la creación de Méxicoleaks, un sitio en internet inspirado en Wikileaks, un proyecto global que gracias a la filtración de documentos evidenció los abusos y el espionaje de Estados Unidos en todo el mundo, en perjuicio incluso de sus propios aliados.
Mexicoleaks es una plataforma de denuncia independiente creada para que los ciudadanos envíen en forma segura y anónima información de interés público a medios de comunicación y organizaciones civiles para denunciar violaciones a derechos humanos y actos de corrupción. Su apertura concreta una alianza muy poderosa desde el espectro de la sociedad civil: el equipo de Proceso, con 40 años de experiencia, y el equipo de Carmen Aristegui, que ha detonado importantes casos; al lado de proyectos informativos relativamente recientes pero muy robustos como Emeequis y Animal Político, además de organizaciones emergentes como el Proyecto sobre Organización, Desarrollo, Educación e Investigación (PODER), Periodistas de a pie, la organización Más de 131 y la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D). Tan sólo Proceso distribuye 120 mil ejemplares semanales y su portal en internet registra seis millones de visitas cada mes. Decir hoy Aristegui es decir revelaciones que encarnan personajes grotescos del tipo Marcial Maciel o Cuauhtémoc Gutiérrez, y hechos ominosos como el de la Casa Blanca, asociado al descarrilamiento del tren México-Querétaro.
Se promueve la filtración de información de interés público, pues esa información que “de manera ilegítima se le oculta a la opinión pública es importante para documentar y resistir amenazas a la privacidad y libertad de expresión en Internet”.
Tiene razón Aristegui, este golpe es parte de un “vendaval autoritario” que pretende consumar la recuperación del control del Congreso, el próximo junio, por parte del PRI, y que está alineado con la entrega del país a manos privadas y extranjeras, así como el avance de Televisa el control del aparato de justicia. De un lado más impunidad y del otro más enojo. Va el país en dirección peligrosa.
¿Qué sigue?
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