Señores feudales queretanos
El desprecio por la naturaleza a cambio del lucro es parte de un plan profundamente irresponsable en el cual la devastación del medio natural es un “daño colateral” que los gobiernos están dispuestos a pagar.
Por: Rafael Vázquez Díaz
La devastación de los árboles, jardineras y flores en la plaza principal de Amealco era crónica de una plaza remodelada, anunciada.
En Mayo del 2013 encontramos un antecedente; Roberto Loyola, entonces Presidente municipal de la ciudad de Querétaro, comenzó a desmontar la fuente que (aún) sigue en el Jardín Guerrero.
Dicha situación no tomó por sorpresa a los ciudadanos, ya habíamos escuchado desde el 2010 las intenciones del IMPLAN –entonces a cargo de Arturo Maximiliano García Pérez, actualmente asesor cercano de Mauricio Kuri- para derribar los más de 60 árboles y poder construir un estacionamiento subterráneo para 350 autos.
La protesta ciudadana –que permaneció en campamento permanente cerca de cuatro días- logró muchas cosas en términos de ciudadanía; por un lado se detuvieron las obras de remoción de la fuente, en segundo lugar no se permitió que se cercara la plaza con tablones –estrategia vital que disfrazada de “seguridad” no le permite a los usuarios conocer qué se está haciendo y bajo qué métodos- la intención específica era encerrar a los manifestantes al interior del cerco, en tercer lugar, forzaron a que se presentara el proyecto a la ciudadanía (ahí se descubrió que se buscaba eliminar bancas y jardineras, consumando de facto, la “privatización de la sombra” como lo describió una manifestante) , en cuarto lugar obligaron a las autoridades a que mostraran los documentos correspondientes; la obra que ya había comenzado no había pasado por la aprobación de cabildo y el concesionario estaba en la mayor opacidad, en quinto lugar hicieron pública la mentira que intentaba el gobierno municipal vender en torno a la obra; no se había preguntado a vecinos -se había hecho una junta con comerciantes “importantes” de la zona en la cual decidieron por todos los demás de forma totalmente arbitraria- en sexto lugar se socializó el monto invertido para “remodelar” plazas en perfecto estado; la inversión alcanzaba los diez millones de pesos, y finalmente, una consulta callejera in situ arrojó que el 90% de los ciudadanos, usuarios de la plaza, estaban inconformes con la inversión en un espacio público que a su parecer estaba en un magnífico estado.
Pero los manifestantes perdieron la más importante batalla; aunque después de estar cuatro días se les prometió una consulta ciudadana en torno a la remodelación de la plaza, a las pocas horas el entonces presidente municipal Roberto Loyola, anunció entre bombos y platillos que había “escuchado a la ciudadanía” y mantendría la fuente en el mismo lugar; como si la protesta hubiese sido por un simple pedazo de cantera labrado. El problema de haber reducido tanto la protesta era que se negaba el problema de fondo; la concesión de obra pública de forma opaca, la decisión unilateral de utilizar el espacio público según la decisión exclusiva del gobernante en turno, la imposibilidad de que la ciudadanía opinara en un tema en el cual se invertían sus propios recursos.
Ese estilo de gobierno, arbitrario, caciquil, personal y profundamente intolerante, no quiere entender que los ciudadanos han cambiado radicalmente y que las formas de participación de hoy en día exigen una mayor atención y diálogo constante. Lamentablemente hoy cobra otra víctima; la hermosa plaza arbolada del centro de la ciudad de Amealco.
Las fotos son demoledoras, evidentemente la devastación en términos naturales no son tan graves como Tajamar (un manglar plagado de vida y en total estado natural), pero si responde exactamente a los mismos intereses por los cuales se arrasó con el pasto, las flores y los árboles que se encontraban en la plaza; es, incluso, congruente con la simpleza con la cual pretendían destruir más de 60 árboles en el Jardín Guerrero para construir un estacionamiento; por un lado, lo redituable que es la inversión urbana; por el cambio de adoquines, modificar las jardineras y mover la estatua del prócer Vicente Guerrero se calcularon 10 millones de pesos, mientras que especialistas lo habían calculado en 4 o cinco millones a lo mucho, ¿qué intereses están detrás de los que llevan a cabo la modificación de las obras? ¿Acaso los gobernantes obtienen –aun de forma indirecta e imposible de rastrear- beneficios con las mismas?
Pero tenemos que ir más lejos, el desprecio por la naturaleza a cambio del lucro (en forma de estacionamiento o de una explanada que permita organizar eventos y cobrar por el uso del espacio) es parte de un plan profundamente irresponsable en el cual la devastación del medio natural es un “daño colateral” que los gobiernos están dispuestos a pagar, la visión cortoplacista del lucro inmediato se impone ante una lógica responsable del cuidado del medio a largo plazo.
Y para acabar de poner el último clavo a la irresponsabilidad del uso del poder en el cargo público tenemos que preguntarnos; ¿acaso los ciudadanos amealcences estaban de acuerdo con la modificación? ¿Acaso el candidato propuso en su campaña electoral la remodelación integral de la plaza? ¿Son conscientes los ciudadanos de la inversión, la transparencia del concesionario, el tiempo que tardará la obra y el uso final que se le dará al espacio? ¿Nos encontramos de nueva cuenta con un gobernante que pretende que los ciudadanos sólo están para votar y no para tomar decisiones que también le competen?
Pareciera ser que no es una lección que aprenden los gobiernos, los ciudadanos tenemos que seguir dando cátedra de cómo se gobierna, pero sobretodo involucrándonos más con lo que nos pertenece a todos, no podemos seguir siendo pasivos de cómo se obtienen ganancias que se van a bolsillos oscuros a cambio de nuestro entorno o de un espacio que los ciudadanos hemos ganado.
Hoy Amealco es Tajamar.
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