Septiembre negro (Luces y sombras del México lindo)
Por José Luis Álvarez Hidalgo
La amplia gama de grises se orienta drásticamente al negro y todo se oscurece paulatinamente. Es en el mes de septiembre cuando se llevan a cabo toda una serie de conmemoraciones de índole muy variada, que van de lo festivo y banal hasta lo doloroso y trágico que también debe conmemorarse para que no vuelva a ocurrir y así poner un dique a la dureza de un pasado que no podemos (y no debemos) borrar. Nunca jamás.
Comenzamos desde el primer día con el ya no tan tradicional informe de la madre pelícano (esa que bestialmente suele comerse a sus hijos recién nacidos): Felipe Calderón entrega el V Informe de Gobierno al Congreso, se le hace el recibimiento protocolario y después vendrá el desglose y la glosa dolosa de una cantidad de información absurda y demencial, que insiste en negar una realidad aplastante al vociferar que todos estamos bien y vamos por mejor camino.
Yo me suelo preguntar quién en su sano juicio es capaz de creerle al Presidente del fraude y la mentira y que en los últimos días de su mandato se aferra a lo imposible: tratar de legitimar la carnicería de su pretendida guerra contra el narcotráfico al decir que ése es el camino correcto y desoír todo tipo de recomendaciones para enderezar el rumbo, incluida, la propuesta alternativa que le hizo la UNAM, a través del rector José Narro Robles. El cinismo y la desvergüenza de nuestro gobernante no tienen límites, ni moral alguna. ¿Y el informe deformante de nuestra realidad social, política y económica? ¡A quién le importa!
Después se nos viene encima el 11 de septiembre con dos vertientes simbólicas: el 11 de septiembre chileno, el golpe de estado militar a cargo de Pinochet en contra del gobierno socialista de Salvador Allende; este acontecimiento se conmemora a nivel ínfimo comparado con el otro 11-S. El cuartelazo al Palacio de la Moneda es conmemorado sólo por una bola de locos románticos empedernidos, a quienes nos arrebataron una revolución justa y necesaria. Ese gran atraco al socialismo real latinoamericano (que no se le pudo hacer a Cuba) debe perpetuarse en la memoria para que nunca jamás vuelva a suceder y se siga exigiendo la justicia que aún no ha podido llegar para el pueblo chileno y toda Latinoamérica.
El otro 11 de septiembre es el que tiene todos los reflectores de los medios y que ha sido denominado simbólicamente como “la caída de las Torres Gemelas” y ahora que cumple su décimo aniversario es cuando se prepara todo el arsenal mediático para su gran conmemoración. Y no es que no la merezca, al contrario, debe restregarse en la memoria de todo el planeta para tratar de descubrir la verdad sobre tan sospechoso atentado.
Todos sabemos que hay analistas y expertos en el tema que son muy mal pensados y que hablan de un auto-atentado del gobierno de Bush en contra de sus propios ciudadanos para justificar la escalada militar y la ocupación de Afganistán e Irak. Es más, para que la fiesta estuviese completa asesinaron vilmente al supuesto autor intelectual de los avionazos, Osama Bin Laden, y ahora ofrecen su cabeza en bandeja de plata para decorar la conmemoración del suceso en su primera década.
La televisión bombardea todos los días con programas especiales y reportajes sobre el atentado y al 11-S chileno apenitas y lo mira de soslayo con alguna que otra mención televisiva, este evento no genera el rating que sí logra la espectacularidad de los aviones estrellándose en las torres, imaginación atroz que ni al mismo James Cameron le pasó siquiera por la mente. Lo penoso del asunto es que dicha conmemoración siempre tiene tintes lacrimógenos que en nada ayudan a la fría reflexión científica y analítica que, desde las ciencias sociales, debe realizarse para tratar de comprender la verdadera dimensión del fenómeno. Ya basta de llanto, es hora de pensar.
El consabido 15 de septiembre mexicano es cada vez más un festejo inocuo e inicuo; esto es, no sirve de gran cosa celebrar el aniversario del Grito de Independencia, si las cosas están como están. Es lamentable la situación por la que atraviesan más de la mitad de los mexicanos.
No hay empleo, la gente no tiene que comer, la violencia y la delincuencia nos asfixian cada vez, la migración resulta ser la única puerta falsa por la que hay que escapar, las expectativas de vida y de bienestar de millones de jóvenes están absolutamente canceladas y el narco, el Ejército, la Policía y el Gobierno Federal han terminado por acorralar a todos los mexicanos en el traspatio inmundo de su propia nación.
No hay salida y el tiempo nublado mexicano es más amenazante que nunca. Unámonos al clamor que circula por internet y que nos convoca a no asistir a las plazas la noche del grito para encerrarnos con nuestra familia a realizar un brindis íntimo y sentido por el dolor de nuestra patria.
Finalmente está el 19 de septiembre, día de infausta memoria, cuando los sismos devastaron a la capital del país y todo se empezó a venir abajo en aquel lejano 1985. La sacudida telúrica no sacudió a la conciencia nacional y hoy pagamos las consecuencias de nuestra indolencia y apatía.
Los grises se tornan negros y sigue temblando. Todo se viene abajo.