Talidomida: La catástrofe
Molécula de la Semana
Por: Gustavo Pedraza
Uno de los sucesos más oscuros de la medicina es el evento relacionado con el fármaco talidomida. Hoy día, ese evento se considera uno de los errores de consecuencias irreparables para miles de recién nacidos, convirtiendo el evento en un acto despreciable por el recuerdo del dolor y sufrimiento que causó a miles de familias en muchos lugares del mundo.
En el año de 1953 el científico Wilhem Kunz sintetizó una molécula llamada talidomida. La talidomida es un derivado sintético del ácido glutámico (un aminoácido esencial) que consiste de dos isómeros ópticos, es decir dos moléculas cuya estructura recuerda a las palmas de nuestras manos en el sentido de que una de ellas es la imagen en el espejo de la otra. A esos isómeros se les llama como “R” y “S”, siendo únicamente el isómero “S” el asociado a la catástrofe. Dos años después de que la talidomida fuera sintetizada y se experimentara con ella en monos, ratas, conejas y perras embarazadas se informó que el fármaco era inocuo y sin efectos secundarios, por lo que se aprobó para tratamientos en seres humanos comercializándose ampliamente en el año de 1957 con el nombre de Kavadón.
En sus inicios, el fármaco se usó como antiepiléptico pero sin resultados favorables. Posteriormente se utilizó como antihistamínico para alergias con resultados similares a los anteriores y se descubrió su capacidad como sedante, por lo que fue una alternativa a los barbitúricos y en 1957 se comercializó como un fármaco efectivo para problemas de sueño con el nombre de Cotergan.
Finalmente, en 1958, la talidomida se comercializó mundialmente aprovechando su efecto para el tratamiento de ansiedad, insomnio, nauseas y vómito asociadas a las molestias que presentan las mujeres al inicio del embarazo. El tratamiento con talidomida en mujeres embarazadas se extendió en alrededor de 50 países incluyendo países de Europa, África, América, Australia y Canadá en los que se comercializaba con 80 nombres comerciales diferentes, convirtiéndose así en el tercer fármaco más vendido en la década de los cincuentas. Sin embargo, la Dra. Frances Oldham Kelsey de la Administración de Fármacos y Alimentos de Estados (FDA, Food and Drug Administration) tuvo serias dudas sobre la incursión del fármaco en el mercado estadounidense, sobre todo por falta de pruebas contundentes sobre los efectos secundarios, a lo que le siguió confirmación por la FDA de sus efectos teratogénicos.
Efectivamente, en el resto del mundo se detectaron graves efectos teratogénicos, por lo que en 1961 la talidomida fue retirada del mercado. Se estima que más de 200,000 recién nacidos de todo el mundo sufrieron consecuencias por el uso de este medicamento en los siete años que se comercializó y que el 40% de los afectados no lograron sobrevivir más de un año. Debido a este caso, la FDA fue confirmada como la primera autoridad mundial en seguridad de medicamentos. Posteriormente, en el año de 1965 resurgió el interés por el isómero R de la talidomida (la forma no teratogénica), debido a sus propiedades inmunológicas y antiinflamatorias. Además, de forma casual y durante la atención de un paciente leproso, el dermatólogo israelita Jacob Sheskin se dio cuenta que la talidomida podía curar la lepra, razón por la cual la administración de este fármaco se generalizó para el tratamiento contra esta enfermedad con una efectividad en el 90% de los casos, hecho que fue confirmado en 1976 por la Organización Mundial de la Salud. Esta observación llevó nuevamente a muchos centros de investigación en el mundo a identificar otras propiedades de la talidomida R, siendo reintroducida en la terapéutica mundial.
En 1998 la FDA también aprobó su uso para el tratamiento del eritema nudoso leproso y en el 2006 se informó sobre su eficacia en un amplio espectro de enfermedades malignas y no malignas. Por esas razones, y porque la química es parte de nuestras vidas, la molécula de la semana es la talidomida; el actor de una de las peores catástrofes médicas de la historia.
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