¿Todos somos pueblo?
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo
metamorfosis-mepa@hotmail.com
PARA DESTACAR: ¿Por qué, si “todos somos pueblo”, según Harp Heliú, los grandes empresarios mexicanos no se solidarizan con quienes trabajan en condiciones precarias y detienen, como pudientes que son, el avance neoliberal que nos destruye a todos?
A raíz de los graves conflictos de clase que vivimos hoy, empresarios de la Coparmex y la Concanaco se ampararon contra la CNTE por el “desastre económico” que, según ellos, han causado sus protestas y bloqueos.
Por su parte, Alfredo Harp Heliú publicó el sentido y propositivo mensaje: “Todos somos pueblo, yo amo a México”. Este magnate mexicano, medio acaudalado (con cerca de mil 500 millones de dólares), confirma al Evangelio cuando dice que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico se salve”.
¿Por qué es tan difícil si millonarios como Harp Heliú son generosos filántropos de los pobres? Será porque casi ninguno asume que su forma de vida sea causa principal de los graves daños que padece la población; más bien viven convencidos de que su hacer, la beneficia. No es que sean egoístas o perversos; es que su ideología los encapsula e incapacita para comprender que, si ellos han podido concentrar tan inmensas fortunas, es porque muchos otros fueron despojados del bienestar.
Harp Heliú dice: “Cada mañana, los mexicanos salimos a trabajar con el anhelo de mejorar la calidad de vida y la preparación de nuestros hijos. La educación nos incumbe y la situación por la que pasa el país nos preocupa a todos. Es triste ver escenas…(en varias entidades) que podrían compararse en ocasiones con las que vive la más desolada de las guerras… ¿Qué le está pasando a nuestro país?… ¿Cómo llegamos a esto?…” y termina diciendo: “Todos somos pueblo, amo a México”.
¿Qué significa amar a México? Podríamos coincidir en mucho con lo que plantea ese magnate, sin embargo habla en abstracto y eso es un problema. Aunque emplee el “nosotros” o el “comprometámonos”…, no se asume responsable del desastre que vivimos; diserta como observador ajeno; como si fuese un buen padre o árbitro imparcial, instando a las partes en conflicto (ellos) a dialogar y reflexionar; ofrece su mano amiga y generosa para crear nuevas fuentes de empleo…
A diferencia de quienes han denostado despiadadamente a los profesores, Harp Heliú habla con cuidado y respeto: “El proyecto educativo que necesita el país es uno… que reconozca al magisterio como una profesión digna que forma las mentes del futuro. Hay ejemplos en el país de maestros que han logrado por sí solos que sus alumnos destaquen en el ámbito internacional; de ello debemos sentirnos orgullosos y tomarlos como modelo a seguir”.
En ese llamado Harp Heliú comete varios lapsus ideológicos: Piensa que uno, “por sí solo” puede… cuando en realidad quien puede es el que cuenta o contó con un fuerte soporte social. Piensa que los maestros son “pigmaliones” (hacedores) que modelan, como arcilla, a las personas a su cargo. Su afán de buscar “destacar” (colocarse por encima de los demás) choca radicalmente con la pedagogía popular alternativa, anti neoliberal, que afirma que no se trata de que unos “destaquen”, sino de que TODOS podamos Vivir Bien.
Otros empresarios menos tolerantes, adoptan la postura justiciera de “la cruzada por la legalidad y la paz” exigiendo al gobierno que ejerza su autoridad y “ponga orden”.
Sin embargo, no han sido los trabajadores que luchan por defender los derechos de todos, quienes causan graves daños al país, sino los grandes empresarios que han impuesto el “orden” extremadamente injusto, que tenemos:
Esos que envueltos en serios escándalos de corrupción, acumulan fortunas, despojando a los demás de sus bienes; adeudan juntos al fisco 453 mil millones de pesos (según la SHCP); siguen practicando el esclavismo; infectan los ríos, al aire, a la tierra, a los vegetales y animales; destruyen áreas protegidas y centros sagrados originarios; acaparan la distribución de bienes y servicios; hacinan las ciudades de automóviles y las dividen en zonas “at the top” y valles miseria; apestan de fábricas y desechos industriales las zonas populares; arriesgan bursátilmente los ahorros de la gente; automatizan los servicios para no tener que contratar humanos “imperfectos”; emponzoñan el ambiente con su ideología individualista y egoísta, provocando a la población, graves problemas de obesidad y diabetes.
¿Por qué, si “todos somos pueblo”, según Harp Heliú, los grandes empresarios mexicanos no se solidarizan con quienes trabajan en condiciones precarias y detienen, como pudientes que son, el avance neoliberal que nos destruye a todos?
Será porque ellos NO son pueblo. Al pretender vivir “at the top”, crecen con ese cáncer neoliberal que nos destruye “legalmente” a todos, incluso a ellos mismos.