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Salir del clóset en un contexto heteronormativo: Historias de lucha y aceptación en Querétaro

En una marcha del mes del orgullo LGBTTTIQ+, una persona se cubre con una capa de los colores del arcoíris y celebra su sexualidad. Se abrazan felices y libres de expresar su identidad en el mes del pride.

Mientras esto ocurre, hay otro grupo de la comunidad de diversidades y disidencias sexuales que no se siente orgulloso del movimiento, pues viven en un contexto en el que hacen falta alfabetización y sensibilidad desde una postura crítica y consciente.

Itzel Montserrath, Vielma y Jack Constantino, son tres personas que forman parte de la población LGBTTTIQ+, pero no se identifican con el discurso hegemónico de “pride” dentro de su comunidad y saben que la lucha por sus derechos se vive distintamente, desde frentes diversos. Sus experiencias particulares desvelan una parte de la realidad anclada en el contexto queretano.

Salir del closet, pero mantener un perfil bajo

En un entorno donde el tema de la comunidad LGBTTTIQ+ es tabú, una chica de segundo semestre de preparatoria, llamada Itzel Montserrath, se sentía atraída por una chica de su mismo sexo. Confundida por su sentir y por el contexto heteronormativo en el que fue educada, decidió tomar distancia. Un año después, se cambió a otro municipio en Guanajuato y en una escuela diferente, se dio cuenta de que era bisexual.

No fue fácil aceptarlo y mucho menos compartirlo, pero sus hermanas Fany y Nelly, y su hermano Waldo, quienes fueron los primeros en saberlo y en apoyarla en su nueva etapa de cambio. Incluso su mamá, con quien tenía miedo de “salir del closet” debido a que es una mujer “chapada a la antigua”, le expresó su apoyo y reiteró su amor.

“Yo no podría rechazar a mis hijos si salieran homosexuales, son mis hijos y los voy a querer siempre sin importar qué”, le dijo su mamá. “Eso me dio mucha paz”, externó Itzel.

No obstante, su papá es el único integrante de su familia que aún no sabe de su orientación sexual. “Sé que es homofóbico, no sabría cómo reaccionaría ante esto y por mi paz mental, preferí callar (para mi desgracia, la familia es muy importante para mí y a veces sus opiniones son importantes para mí). Tengo ese miedo que me rechace”.

Pronto, la joven Itzel Montserrath de preparatoria ingresó a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), lejos de sus hermanas, hermano y mamá, quienes la han amado y apoyado en su proceso de vivir su sexualidad. Dentro de la facultad a la que pertenece, ella se siente libre de expresar su orientación, pero mantiene un perfil bajo fuera: “nunca sabes con qué tipo de gente te puedas encontrar por la Universidad”, lamentó.

Autodescubrimiento y deconstrucción, en un movimiento estereotipado y capitalizado

Vielma, en su caso, nunca percibió su orientación sexual como algo negativo. “Me empecé a percibir como diferente, que es lo que la sociedad marcaba”. Él relacionaba más los insultos que imperan para los varones homosexuales, con un sentimiento de cobardía o debilidad; incluso él los utilizaba, sin saber que estos se referían a denigrar su orientación sexual.

El chico, conocido por sus amistades como “Vielmami” o “Milky”, dijo que sus papás nunca se preocuparon por darle un trato digno cuando se “abrió” con ellos. Además, su mamá es homofóbica. “Prefiero vivir eso de manera personal, es un autodescubrimiento. Mi núcleo familiar siempre se mostró muy cerrado”.

Su autodescubrimiento también lo calificó como continuo, puesto que siente que a veces no encaja en un solo color o etiqueta. Considera que las etiquetas, como los estereotipos, al final, no sirven de nada.

“Sigo cuestionándome respecto a cómo me veo y cómo quiero ser, no tanto como la sociedad me pide que sea. Ya no soy tan abierto a recibir críticas de la sociedad porque su fundamento es muy mediocre y no tienen solidez […] Apenas empiezo a tener esta seguridad en mí mismo, en que soy suficiente, único, valioso, y a partir de eso es donde creo mis propios espacios de expresarme libremente y de fortaleza”.

Expresó que no ha percibido un acompañamiento genuino de nadie, ni siquiera en su facultad dentro de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), pues indicó que hay docentes que manifiestan su homofobia a través de su posición de poder.

Sin embargo, su abuela paterna ha sido la única, hasta hace poco, que le externó su amor y apoyo. Pese a sentirse solo en su proceso, piensa que le ha hecho ser más independiente y autónomo.

Aunado a este sentimiento, Vielmami identifica muchas esferas que le cuestionan el sentirse acuerpado dentro de la comunidad LGBTTTIQ+. Cree que la mayor parte, distinguida por “homosexuales burgueses”, tal y como él se refiere a ellos, tiene más visibilidad e imposición de los estereotipos que cuestionó: respecto a cómo deben ser los cuerpos, el amor y las formas de vivir las relaciones. Estos homosexuales burgueses, de acuerdo con él, se han apropiado de los estereotipos de género machistas y heteropatriarcales, y los han naturalizado dentro de la comunidad.

Pese a no sentir conexión con este sector de la comunidad, apenas ha encontrado una parte “cálida” en la comunidad, en las historias de personas pertenecientes a ella que le inspiran, y en su forma de expresar su sentir a través del arte.

Sobre cómo percibe la lucha de la comunidad LGBTTTIQ+ en el contexto mexicano, específicamente en el estado, aclaró que lucha más genuina se encuentra dentro de las disidencias de género, las personas transexuales, transgénero, las personas queer y las lesbianas. “Los gays ya pasamos de moda, replican estos estereotipos y los naturalizan. No está chido que te digan que está bien ser gay, pero que tienes que estar mamado y ser blanco”.

Enfatizó que la lucha debe desarrollarse desde una parte más consciente y más crítica. Sabe que en un país como México es difícil realizarlo, desde un analfabetismo funcional, pero “podemos construirlo quienes estamos en las academias, estudiando las humanidades”.

Vielma sí considera adoptar infancias a futuro, aunque no homoparental, ya que no contempla un matrimonio, a diferencia de Itzel Montserrath. “No me importa mucho tener pareja, ya deconstruí el amor […] creo que yo soy suficiente para vivir. No necesito una media naranja cuando yo puedo ser el frutero”.

Mi resistencia y mi lucha van desde otro color”

A diferencia de Itzel y Vielma, Jack Constantino se enfrentó al caos cuando pasó por una situación similar a la de Itzel. En su caso, le gustó un chico trans; pero no encontró el apoyo que esperaba. La situación le condenó a salirse no solamente del seno familiar, sino de su casa. Le trazó una forma de ser de sí mismo y de abrirse paso en su manada, así como de descubrirse y tejer lazos.

Recuerda aquella vez que estaba en una reunión familiar, de esas veces que trató de ser él mismo y compartir su sentir con sus parientes, pero no hicieron más que discutir sobre él y cómo se supone que debía ser, bajo el “monstruoso sistema” heteropatriarcal.

“Yo estaba sentado, ahí estaba mi familia y me estaban gritando un montón de cosas. No me dejaban hablar y yo empezaba a llorar porque la única persona que sabía era mi hermana, y volteo a ver a mi hermana, y yo: ‘güey, ¿no vas a hacer nada?’ y mi hermana así de ‘perdón’. Estaba tan emputado, enojado, triste; todo lo que decía mi hermano fue hiriente, y mi mamá con el discurso de ‘pero pues es que tú no lo entiendes porque tú no eres hombre y no tienes un pito’. Toda esta transfobia internalizada”.

La falta de comprensión y apoyo familiar le han orillado a evitar usar el género en las conversaciones con sus parientes, así como a tolerar que todavía se refieran a él con el pronombre “ella”.

Jack recalcó que ha tenido distintos cambios y cuestionamientos a sí mismo. Antes de ser un chico trans, pasó por el feminismo, fue chica lesbiana y se identificó con el pronombre “elle”. Su pronunciamiento trans fue en 2022, al asistir a un seminario impartido por Danny Damián, una chica no binarie. “No sabía que yo tenía la posibilidad de habitar una corporalidad […] Empieza a cambiar mi perspectiva con mi cuerpo y cómo me siento”.

Y en su jornada de emancipación, lo acompañaron dos personas: Frito y León, amistades con quienes creó un espacio en el que puedan habitar, donde no se les juzgue y en donde se identifiquen mejor desde un contexto mexicano, ya que Jack, al igual que Vielma considera que dentro de la comunidad LGBTTTIQ+ hay supremacía blanca:

“No siento orgullo, siento rabia; siento otras cosas que no me identifican con esto, con esta cosa blanca”.

Dentro de la universidad, en la Facultad de Filosofía, reveló que hay momentos en los que se siente “muy a la defensiva”, pues constantemente se ve obligado a recalcarles que le llamen por el pronombre “él”. “Es súper castroso, porque no me siento juzgado, pero siento que está la imposición de la mirada del otro”.

“Tenemos una cultura que se maneja desde la culpa […] Siento que a veces es más el miedo, el que nos está persiguiendo, nos está callando y silenciando; aunque ahora ya hay más maneras de resistir […] No me identifico con todos los colores que hay en un en un arcoíris, mi resistencia y mi lucha van desde otro color. No todo el tiempo tengo que pronunciarme con toda esta alegría, euforia; porque sé que, durante todo el año, me encuentro enojado, me encuentro, a veces, super fúrico; a veces llorando, frustrado”.

Tanto Vielma como Jack coincidieron en que las conexiones, el encontrar espacios en común y el ir contracorriente, incluso en la misma comunidad, han aportado a la resistencia.

Ejemplo de ello fue el pronunciamiento y diagnóstico del gremio artístico, dirigido a la Secretaría de Cultura del estado de Querétaro (Secult) el 18 de mayo, que aborda acciones afirmativas para enmendar las problemáticas de la comunidad, desde un eje de diversidades y disidencias sexuales. Cabe mencionar que el ámbito general de la comunidad artística y cultural, así como académicos, tejieron alianzas con estos grupos para hacer frente a sus necesidades.

Jack opina que las personas aliadas deben escucharles “con apertura, [pues] no puede haber un diálogo si no hay un oído abierto […] Ojalá fuera 2023 y que ya no te pidieran un papel donde digas que estás enfermo”.

Cecilia Gabriela Velázquez

Estudiante de la Licenciatura en Comunicación y Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro. 23 años; amante del rock clásico.

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