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Claroscuros del Neozapatismo a sus XXV años

El Neozapatismo ha generado un prolongado debate sobre la cuestión étnica, reposicionando a los pueblos indios, no solo de Chiapas, sino de todo México como se puede ver con la iniciativa organizativa de la constitución del Congreso Nacional Indígena

Probablemente la mayoría de los lectores de Tribuna de Querétaro tenían su cena de fin de año la noche del 31 de diciembre de 1993 cuando, ya entrado el 1 de enero de 1994, fueron sorprendidos por los las noticias de la televisión que daban cuenta de la sublevación de un numeroso grupo guerrillero en Chiapas; del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y su vocero principal era el ‘Subcomandante Insurgente Marcos’, un encapuchado que pronunciaba la Declaración de la Selva Lacandona, en la que se incluían 11 demandas básicas de: tierra, trabajo, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.

Esa madrugada del 1 de enero, indígenas tojolabales, tzotziles, tzeltales y choles —respectivamente de la Sierra, Los Altos, las selvas Lacandona y Norte de Chiapas— armados (los menos de rifles y pistolas; y los más de machetes y palos), tomaron por asalto las cabeceras municipales de San Cristóbal de Las Casas, Las Margaritas, Oxchuc, Huiztán, Chanal, Altamirano y Ocosingo. Este último con una importancia significativa, pues la región de Las Cañadas se ubicaba en esta amplia zona geográfica.

La Declaración de La Selva Lacandona llamaba al derrocamiento del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), a declarar la guerra al Ejército Mexicano y a marchar sobre la Ciudad de México, con la finalidad de establecer o lograr un tipo de socialismo rebelde.

Las portadas de los principales periódicos nacionales tenían, en su primera plana, fotos de la toma del palacio municipal de San Cristóbal de Las Casas, con imágenes de indígenas enfundados en uniformes militares, con las famosas capuchas y el paliacate colorado rodeando sus cuellos.

La figura mediática por excelencia fue el ‘SubMarcos’, quien cautivó con sus discursos y sus mensajes políticos no solo a los mexicanos, sino también a los internacionalistas de muchos rincones del mundo que, más temprano que tarde, empezaron a mostrar su respaldo y solidaridad con la causa impulsada por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) del EZLN; mismo que contaba con una estructura militar de 23 comandantes, subcomandantes, tenientes y mayores, entre los que se contaban hombres y mujeres.

Chiapas se convirtió en un fenómeno mundial y el EZLN en un referente necesario en el rumbo de las izquierdas mundiales, anticapitalistas y antineoliberales. Según la expresión de Carlos Fuentes, el movimiento zapatista de Chiapas “fue la primera revolución poscomunista”.

El conflicto bélico entre el Ejército y los “Hombres Verdaderos” de los sótanos oscuros de la patria duró 12 días; gracias a las movilizaciones nacionales e internacionales que exigían un cese al fuego.

Posteriormente vino el dialogo de la “catedral de la paz”, presidido por Manuel Camacho Solís —el comisionado por la paz de CSG—; la presencia de grupos de internacionalistas de varias partes del mundo apoyando a los insurgentes étnicos, la formación de un grupo plural del la Cámara de Diputados, la CoCoPa, la mediación de la CONAI —presidida por el obispo Samuel Ruiz García—, las magnas asambleas de la CND en La Selva, en Tuxtla y en Querétaro, la traición de Zedillo en 1995 con las órdenes de captura y detención de los líderes zapatistas, la firma de los Acuerdos de San Andrés el 16 de febrero de 1996, el intento de formación del FZLN, la nueva traición de Ernesto Zedillo (1994-2000) al olvidarse del espíritu de los Acuerdos de San Andrés y de mandar una iniciativa al Congreso de ley sobre “Derechos y Cultura Indígena”, muy por debajo del reconocimiento a la autonomía de las regiones indígenas.

Vino luego —el 22 de diciembre de 1997— la masacre de Acteal, el silencio de resistencia de los zapatistas, la consulta nacional sobre los derechos indígenas de los 1111 zapatistas que recorrieron el país —incluyendo a Querétaro—, la gira política de los zapatistas en 2001 con la idea de reactivar el debate sobre la relación entre el Estado mexicano y los pueblos indios, bajo el grito de “Nunca más un México sin nosotros” y “Todos somos indios”.

El Neozapatismo ha generado un prolongado debate sobre la cuestión étnica, reposicionando a los pueblos indios —no solo de Chiapas, sino de todo México—, como se puede ver con la iniciativa organizativa de la constitución del Congreso Nacional Indígena; que con altibajos sigue presente en la agenda nacional.

El EZLN ha logrado diferentes formas de poder regional y local pasando por las “Zonas Liberadas”, los “Municipios Autónomos”, las “Juntas de Buen Gobierno” y los “Caracoles”, con los principios de “mandar obedeciendo”, gobierno “desde abajo y a la izquierda”; con un ejercicio de poder rotativo, y democracia participativa. En la escena política internacional el EZLN es un eje articulador de iniciativas “galácticas” en contra de la globalización, del capitalismo y del neoliberalismo.

La presencia política del EZLN, fuera del arco de fuerzas parlamentarias, le ha generado fortalezas y debilidades; por ejemplo, en los procesos electorales que siempre ha rechazado y, hasta cierto punto, boicoteado. Las razones del rechazo están basadas en la tesis de la democracia libertaria, del poder corrupto del “mal gobierno” y en las traiciones que los zapatistas han sufrido por parte del gobierno, de los partidos, de los diferentes presidentes de la República (Salinas de Gortari, Zedillo, Fox y Calderón), incluyendo el rechazo explícito por AMLO, de quien el ‘sub (ahora) Galeano’ ha dicho, por ejemplo en las elecciones de 2006: “Si gana AMLO, nos va a romper la Madre”.

Ahora en las elecciones federales de 2018, los zapatistas intentaron promover la candidatura presidencial independiente de ‘Mary Chuy’. Desarrollan la “Otra Campaña” y signan alianzas con los sectores adherentes a la ‘Sexta Declaración de la Selva Lacandona’, situación que los ha colocado un tanto aislados, después de alcanzar un alto espacio sociopolítico en los medios mundiales.

El devenir del zapatismo está muy vinculado al afianzamiento de su base social, al impulso de iniciativas estratégicas que lo pongan en el marco de fuerzas de “los sin tierra”, de los foros internacionales de las izquierdas, de las mediaciones con la sociedad civil y convivencia con los sectores que no son zapatistas; y, necesariamente, a la relación —cualquiera que esta sea— con la sociedad civil y con el Estado mexicano. Las armas del alba están velando, después de 25 años de luchar pacíficamente por transformar el “México Profundo” y la exclusión social de los pueblos originarios. El EZLN es, sin dudarlo, un parteaguas en la historia nacional.

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