Hoy toca hablar por ellas
En Querétaro, la falta de información confiable ha enfrascado a la Fiscalía en un debate constante con activistas sobre las cifras reales de este delito ya que, mientras las autoridades reportan solamente dos casos desde 2015 a la fecha, organizaciones de la sociedad civil registran un promedio de 22 por año.
A Griselda la conocí después de muerta. Supe de sus travesuras de niña, de sus sueños y sus ideas por su madre Remedios, con quien lloré mientras me hablaba de ella. Nunca tuve la oportunidad de platicar con Griselda, de compartir una fiesta o escucharla reír. La primera vez que vi su rostro fue en una foto del tamaño de un cartel que cuelga en el tejaban de la casa de sus papás. Después supe que esa foto es la que colocaron sobre el ataúd el día de su funeral. La única vez que me miró directamente fue desde la copia de su credencial del IFE.
Me veía con los ojos vivos, bien abiertos, como jugando ese juego en el que gana la persona que no parpadea. A Griselda la asesinó Oswaldo, su marido —después de vivir violencia más de 13 años—, el 14 de agosto de 2017 en el Municipio de Querétaro. El 19 de Junio de 2018 Oswaldo fue encontrado culpable de feminicidio y sentenciado a 30 años de prisión: la primera sentencia por este delito en nuestro estado. Griselda fue víctima de la violencia que cobra la vida de ocho mexicanas todos los días, y a quienes asesinan porque son mujeres. Solo por eso.
Como muchas mujeres, Griselda vivió años de violencia a manos de su pareja. Buscó ayuda, solicitó medidas de protección en los juzgados, acudió a la Fiscalía y llamó a la línea de emergencia pidiendo auxilio. Nadie comprendió su infierno y hoy está muerta.
La historia de Griselda es la historia de miles de mujeres en México víctimas de feminicidio a manos de sus esposos, exnovios, amigos y compañeros de trabajo. Es una historia común, que se repite en todos los rincones de nuestro planeta. Es la historia de millones de mujeres que han visto violentado su derecho a vivir libres de violencia por los roles rígidos que nos imponen familias, iglesias y comunidades que naturalizan los celos, los golpes, los insultos, las vejaciones, inclusive la muerte.
Laura tenía 21 años cuando la encontraron flotando en el lago donde descargan las albercas de un balneario de Tequisquiapan. Ella había planeado pasar el día con su mamá, Rosario, y con Mario, un hombre 24 años mayor que ella que la convenció de dejar Tabasco para vivir con él cuando iba a cumplir 19 años. Conforme avanzaba el día, avanzaban también las agresiones; primero verbales, luego físicas, de Mario.
A las ocho de la noche del 15 de abril de 2017, jalándola del brazo, la condujo al canal de desagüe donde presionó su cuello hasta dislocar sus vértebras para luego arrojarla a las aguas turbias. Menos de media hora después regresó sin ella. Intentó escapar, pero se lo impidió la determinación de Rosario, quien inmediatamente pidió ayuda y reportó el extravío de Laura. El 12 de Octubre de 2017, Mario fue sentenciado a 31 años y seis meses de prisión por homicidio calificado. Fiscalía se negó a clasificar el caso como feminicidio.
Solo en 2018, medios de comunicación queretanos han dado cuenta de la muerte violenta de por lo menos 18 mujeres que cumplen con lo señalado en el artículo 126 Bis del Código Penal vigente en Querétaro y que la Fiscalía General del Estado se ha negado a tipificar como feminicidio; aún cuando la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación —conocida como “Caso Mariana Lima”— le obliga a investigar la violencia contra las mujeres con especial diligencia y perspectiva de género.
Esta sentencia señala que todos los casos de asesinato violento de mujeres deben investigarse inicialmente como feminicidio y, solo si no se cumple con alguna de las causales señaladas en la ley, entonces proceder por homicidio calificado. A pesar de esto, aun cuando en la mayoría de los casos reportados en las notas periodísticas se cumple con una o más de las fracciones del artículo 126 Bis, solo los casos de Griselda en 2017 y más recientemente el caso de María Estela han sido tipificados como feminicidio de Enero de 2015 a Octubre de 2018.
Al no clasificar correctamente las muertes violentas de mujeres, la Fiscalía no solo incumple con sus obligaciones porque, al insistir en utilizar el tipo penal de homicidio calificado, también oculta la realidad de la violencia feminicida en Querétaro.
El 25 de enero de este año, en la comunidad de Presa del Tecolote en Amealco, Alejandra aún se encontraba en su cama cuando Mario, su esposo, la apuñaló seis veces. Unos minutos antes, él pidió perdón por lo que iba a hacer a Jimena, su hija de 14 años. Durante el juicio declaró que había “matado al amor de su vida” porque había encontrado dos mensajes en su teléfono que lo pusieron celoso. Hace unos días, el 14 de Noviembre, fue sentenciado a 17 años de prisión por homicidio calificado.
El juez señaló que, de acuerdo a los testigos, Mario es una buena persona y que su familia lo espera, por eso no podía ser inmisericorde. El juez no consideró que, además de Jimena, sus hijos de 10 y 5 años se encontraban en la habitación de al lado cuando su papá asesinó a su mamá y que desde el 23 de enero había declarado que la mataría. De haber sido sentenciado por feminicidio, la condena mínima habría sido de 20 años.
Todos los días en América Latina 12 mujeres son víctimas de feminicidio, la mayoría en México. En Querétaro, la falta de información confiable ha enfrascado a la Fiscalía en un debate constante con activistas sobre las cifras reales de este delito ya que, mientras las autoridades reportan solamente dos casos desde 2015 a la fecha, organizaciones de la sociedad civil registran un promedio de 22 por año. La falta de voluntad del gobierno del estado para reconocer este fenómeno viola el derecho de las familias a conocer la verdad de lo ocurrido a sus hijas, madres y hermanas.
Hoy les narro las historias de Griselda, Laura y Alejandra, historias que me ha tocado vivir de cerca, pero que podrían ser la historia de Araceli, Yoseline, Dulce Cecilia, Valeria, Carmen, María Estela, Brenda, Cristina, Mariana y muchas otras mujeres, jóvenes y niñas a las que les han arrebatado la vida con suma violencia por el simple hecho de ser mujeres. Hoy les comparto estas historias porque se lo prometí a Remedios, a Laura, y a Jimena. Hoy les presto mi voz, porque a ellas se las apagaron.