Genocidio en Palestina I
“La Nación no puede existir normalmente sin un territorio…El conflicto entre los judíos y los árabes en Palestina asume un carácter cada vez más trágico y más amenazador…” (León Trotsky, 1937).
Tal parece que la ‘doble moralidad’ y el sentimiento de culpa de Occidente ante el holocausto judío realizado por parte de la Alemania Nazi, en la que reinó la práctica del antisemitismo, la represión generalizada, el señalamiento social, la exclusión en los guetos, las torturas, el despojo de sus hogares y bienes, las ejecuciones individuales y colectivas, las masacres, los campos de concentración, las galeras donde se hacinaban miles de judíos, las muertes provocadas por la hambruna y las miserables condiciones de vida, las fatídicas cámaras de gases, han posibilitado al paso de los años que la condición de ‘víctimas’ se convierta en un ‘aparato ideológico del estado’, según la concepción althuseriana, para reforzar ‘la industria del Holocausto’ y justificar toda conducta del Estado Judio, por criminal que parezca, como un acto de superioridad moral y civilizatoria, además de la búsqueda obsesiva de alcanzar la misión divina, como hijos e hijas de Sión. De ahí se desprende el concepto de sionismo que pretende que la ‘tierra prometida que mana leche y miel’, en el relato bíblico, sea precisamente el territorio que los filisteos y los cananeos, los antiguos palestinos, quienes habitaban por lo menos dos mil años antes que se estableciera la monarquía de David, Saúl y Salomón y los reyes subsiguientes, período que duró apenas 414 años (586 AC).
Las guerras con los pueblos vecinos y la ocupación de los romanos de las tierras árabes no permitió la permanencia continua de los judíos que se dieron a la ‘diáspora’. Asi se convirtieron en judios negros ‘sefardíes’, ‘falashas etíopes’, eslavos judaizados, ‘askenazis’ en Europa Oriental y Occidental, siendo asimilados progresivamente en Francia, España, en el Imperio Austrohúngaro, en la Unión Soviética, Estados Unidos y aún después de la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos querían integrarse a naciones como Polonia y otras donde residían. El ‘sionismo’ como movimiento no tuvo, en ese contexto, mucho asidero, inclusive una de sus ideas motoras era la constitución de colonias judías en Argentina, o en Sudáfrica.
En pleno siglo XX la expansión neocolonial de Francia a partir de 1916 sobre el Magreb (Argelia, Túnez, Marruecos, Mauritania), además de Siria y Líbano, mientras que Inglaterra, mediante los Acuerdos de San Remo, ratificados por la Sociedad de Las Naciones (antecedente de la ONU), en el año de 1922, controlaba Egipto y Sudán, expandiendo su hegemonía hasta Irak, Jordania y Palestina. Para 1920 la población palestina musulmana era de 568 mil personas, además de 74 mil árabes cristianos, mientras que los judíos apenas eran unos 50 mil, es decir menos del 10 por ciento de la población.
En 1923, Inglaterra separó de Palestina la región de Transjordania y creó el Principado de Jordania (hoy reino). El Hitlerismo previo a la segunda guerra mundial, en 1933 lanzó sobre el territorio palestino 30 mil judíos y en 1935 otros 61 mil. En 1936, la población palestina realizó una primera ‘Intiafada’ o sublevación contra este tipo de acciones que permitía el gobierno inglés. Para tranquilizar los ánimos de insurrección palestina, los ingleses formularon, en 1939, un ‘Libro Blanco’, en el cual se planteaba la creación de un ‘Estado Palestino Binacional’ con la conformación de un gobierno mixto árabe-judio.